El Día del Orgullo Anormosexual (El GPA) I

Bonita trampa, ¿verdad?. Porque has caído en ella, ¿verdad?

«Todo el mundo tiene derecho a que se respete su orientación sexual», «La orientación sexual debe ser una elección libre», «¿Qué tiene de malo ser homosexual», «Hay que erradicar el heteropatriarcado homófobo», «Hay que dar a los niños libertad para elegir su orientación sexual», «Jesucristo acogió a los pecadores», «Amar no puede ser pecado»...

Este poliedro que es la perversa (porque invierte la evolución) Ideología del Genaro (así lo llama un amigo con sorna despectiva) vulgo Género, tiene tantas facetas, que desmontar todas y cada una de las incontables mentiras en las que se sustenta da para escribir una enciclopedia. Me gustaría escribirla, pero no doy para tanto, así que no esperes aquí más que un resumencillo, escueto pero claro e inmisericorde.

La base de la perversión que posibilita el discurso del primer párrafo es, efectivamente, una perversión, pero hay que entender por qué es una perversión —no basta con repetirlo como papagayos, como insulto—, hay que tener claro todo el entramado para poder explicarlo con nitidez a los demás y evitar así que caigan en la trampa. Allá vamos:

Como todo lo que es (existe) está orientado a un fin (es teleológico), de lo que se trata es de descubrir el fin, pero éste no se puede descubrir sin desvelar antes las causas (los cimientos) y las estrategias para poder encajar todas las piezas sin parecer conspiranoicos




El fin, la finalidad


No vamos a entrar aquí en debates maltusianos sobre si esto no es más que una estrategia del NOM para controlar la superpoblación del planeta, y menos ahora que China —que ya es más cristiana sin creer en Jesucristo que la inmensa mayoría de los países cristianos y no digamos ya los satánicos— pone evidencia que va por libre iniciando una estrategia patriótica para evitar la creciente feminización de los niños (varones). Pero igual que el resto de las cosas y seres del universo tienen una finalidad, un propósito, una utilidad en la cadena-red de la evolución desde lo más simple hasta lo más complejo, el lobby gay anormosexualista tiene un fin que es que la humanidad pierda la noción de normalidad. Pero no per se, sino por todo lo que de ello se deriva.

Si el grupo de presión o cabildeo anormosexualista (GPA) consigue confundir en la mente colectiva los conceptos normal/natural, es decir, si tú confundes lo normal con lo natural, será fácil —porque la felación y el sexo anal son obviamente naturales, no artificiales (no son una aspiradora, ni un cuaderno, ni una lata de cerveza)— que aceptes que lo anormal es natural. Y esto es verdad, porque tanto lo normal como lo anormal son naturales en el caso de referirse a eventos/entes naturales.

Y del hecho de que aceptes como cierto que lo normal y lo anormal son naturales, teniendo en cuenta que la naturaleza es buena (salvo para los dinosaurios y los débiles), se extrapola que tanto lo normal como lo anormal son algo bueno. Y oye, también es verdad, porque las normas enmarcan o encierran lo normal entre excepciones, la excepción es lo que acota la norma, es decir: lo normal es lo que ocurre entre estas y estas otras excepciones, entre las excepciones A y B (por ejemplo).

Piénsalo: si no existieran las excepciones, no existiría la vida; sin excepciones todo sería igual, una uniforme homogeneidad. Si no existiera el 0, todo sería 1; si no existiera el blanco, todo sería negro. Es decir, si a todos los seres humanos nos gustaran las mujeres, a las mujeres también les gustarían las mujeres (perdonad que no use el masculino, me dan arcadas), nos habríamos extinguido. Así que las excepciones no sólo no son malas, sino que son necesarias para que exista la vida. Sin excepciones, en el mejor de los casos, no seríamos hijos de Dios, sino que seríamos parte de Dios, indistinguibles de Brahma como en la cosmovisión hindú, sin individualidad; es decir, tú no serías tú, no habría yo, ni , ni él, ni . En el peor de los casos, que también lo hay, seríamos la oscuridad absoluta, Belcebú, así que cuidao.



¿Y qué pasa si se pierde la noción de normalidad? 


Si la noción de normalidad es desdibujada/distorsionada/pervertida por el cabildeo anormosexual (GPA), sólo en el ámbito del placer sexual, se producirían las siguientes consecuencias lógicas:


Normalización/naturalización/aceptación de la pedofilia. Ya está ocurriendo, los ultraanormosexualistas (los más anormales/perversos dentro de los anormales/pervertidos) del GPA ya han empezado a reivindicar el derecho de los niños a vivir su sexualidad. En román paladino: que les dejen cepillarse a los niños. Luego criticarán a los escasos pero notorios —cui prodest— curas pedófilos. Y tocan a tus hijos y vas, los castras y les haces comerse sus propias gónadas antes de hacerles unas perrerías, irás a la cárcel. Pero como esa práctica sería algo generalizado, normal, significaría un conflicto civil armado y la consiguiente extinción de los débiles... hasta que nuestro equivocado concepto de tolerancia volviera a dejar que el cáncer haga metástasis, que la excepción de la célula que se vuelve loca pervirtiéndose su finalidad, se convierta en norma. 

Se producirá (ya se está produciendo de hecho) una drástica reducción de la natalidad sumada al resto de estrategias hedonizadoras de la sociedad. El soma de Un mundo feliz. Panem et circenses. La parte buena —porque Dios ha hecho muy bien las cosas para evitar que nos autodestruyamos— es que los que más se reproducirían serían las personas normales, que inculcarían a sus hijos la normalidad, por lo que se volvería a la inevitable homeostasis.  La normalización en todo el orbe, como ha ocurrido con la satánica política de hijo único en China que ha dejado el país casi sin mujeres, significaría la extinción. Cuando menos (afortunadamente sólo fue en China) significa condenar a cientos de millones de varones a la infelicidad, a no reproducirse, a ser un mero instrumento, pieza en la maquinaria del sistema.

— Si la sodomización (penetración anal entre varones) se considera normal/natural/buena, se pretenderá (ya se está pretendiendo desde posiciones izquierdistas), para ser considerados normales, la obligatoriedad del peaje por parte de los varones sanos normales, que tendríamos que dejarnos que las mujeres machorras (o los varones anormosexuales)... (vomito, no sigo). Esto llevaría sin duda a un recrudecimiento de la división y el conflicto, que es lo que buscan (A río revuelto..., o Divide et Impera, pero, ¿Cui Prodest?), por lo que terminaríamos teniéndoles que exterminar o al menos someter, otra vez.

— El incesto también se consideraría normal/natural/bueno, de hecho los GPA ya lo están defendiendo también, por lo que volveríamos a acumular defectos genéticos que acarrearían a los progenitores toda suerte de problemas con las taras de su descendencia. Esto es inevitable porque todos tenemos algún defecto genético, aunque no se manifieste como enfermedad o condición, pero si nos reproducimos con alguien que comparte al 100% ó al 50% nuestros genes, ergo nuestro mismo defecto, es fácil deducir que tenemos mayor probabilidad de engendrar hijos con el mismo defecto y la misma tendencia a padecer la enfermedad que si nos reproducimos con otros con genes (y taras) diferentes. La solución parece fácil: exterminar a los que posean taras genéticas, que es lo que están haciendo ya con los niños que sufren el síndrome de down en los países soporte de los GPA, precisamente los países occidentales, pero ¿a cuántos hijos tendrían que exterminar para conseguir uno sin taras? ¿Qué consecuencias conllevaría para toda una sociedad humana la multiplicación de taras? Sería inviable, demasiados tarados, nos extinguiríamos. Ya estamos al borde, así que imaginad si hubiera muchos más. 

— Convertir el placer sexual en el criterio para determinar lo que es bueno, implica elevarlo a los altares de las virtudes humanas: cuanto más placer sexual, mejor. Entonces conseguir el placer sexual en todo momento, que es básicamente lo que hacen las élites de los países mahometanos. Y si chingar más es el objetivo (tan moros (obtusos) son que creen que en el "cielo" les esperan cuarenta vírgenes perpetuas a cada uno) prioritario de la vida, harán lo que sea necesario para lograrlo. Actualmente ya secuestran o compran a las niñas más bellas de los países pobres que les rodean, así que imagina lo que harían si tuvieran aún mayor poder. 

— Volvería la ley del más fuerte. Míralo así: entre tú y yo, con lo fuerte que estoy, mi dominio de las artes marciales y las armas, te mataría si se te ocurriese poner un ojo a cualquier objeto de mi deseo sexual, así que sólo me reproduciría yo y mis amigos los fortachones armados. Tu mujer sería mía, tú tendrías que trabajar para que yo me dedicara a chingar todo el día con tu mujer y tus hijas y las que me diera la gana, y tu vida sería un infierno. Tú, mujer, serías mi esclava sexual, vivirías en mi harén, sólo por y para complacerme en el momento en que me apeteciera. En lugar de ponerme a mí de protagonista, pon a cualquier otro, el que más repugnancia te cause, ya verás qué gracia. Esto implicaría además de una vuelta a la esclavitud una clara endogamización de la sociedad, por lo que nos extinguiríamos.

— Si todo el mundo fuese armado, lo que equilibraría o inutilizaría las fuerzas físicas, nadie trabajaría más que a la fuerza, porque todo el mundo se dedicaría a chingar todo el rato a diestro y siniestro, así que volveríamos a la Edad de Piedra (que es el estado mental en el que están los sometidos por el GPA) inevitablemente. En algún estudio se comprobó que los primates menos evolucionados (que al menos la mitad de la población mundial) a los que se conectaban unos electrodos en los centros del placer cerebrales, si se les ponía a su disposición una palanca para activarlos a voluntad (y consiguientemente experimentar la cúspide del placer: el orgasmo), no dejaban de hacerlo en ningún momento, hasta el punto de dejar de activar la palanca que les proporcionaba alimento, y morir de inanición. En resumen, nos extinguiríamos.




Sus armas: La perversa dicotomía homo/hetero


Una de las principales armas de destrucción mental masiva de los GPA es la falsa y perversa dicotomía homo/hetero. ¿Crees que exagero? Piensa un momento, ¿cuántas veces la has mencionado? ¿Una? ¿Dos? ¿Diez? ¿Muchas? 

La realidad, en concreto la realidad humana y por extensión la sociedad humana, se dividen en el ámbito de la sexualidad en dos categorías: la normalidad y la anormalidad. Normal es la conducta sexual predominante, la que en términos fríos estadísticos, no ideológicos, se llama normal. Lo normal es que a los varones nos gusten las mujeres y a las mujeres los varones. Punto; porque estadísticamente es así en toda la naturaleza, no porque lo diga ningún presunto heteropatriarcado

Sin embargo, cada vez que aceptes que se te ubique en la categoría hetero o tú mismo te ubicas en ella, estás aceptando que la humanidad se divide en tíos y tías a los que les gusta fornicar con los de su mismo sexo y a los que nos gusta hacerlo con los del sexo contrario. Y obviamente no es así.

La humanidad en este asunto se divide entre los normosexuales y los anormosexuales, pero no al 50%, que es lo que tratan de hacerte creer y en la mayor parte de los casos lo consiguen, sino entre el 80% normal y el 20% anormal (como ya dijimos aquí).







¿Te has dado cuenta? No dicen hetero/homo, no, no se subordinan, sistemáticamente dicen homo/hetero. En su delirio, se colocan los primeros, por delante, por encima, como si fuesen una suerte de élite filosófica griega. 

Y cuando hablan de los normales dicen «vosotros los heteros» como si fuésemos un bicho raro, un caso de estudio psicológico o similar.

No es ninguna broma ni algo trivial; naturalizar que lo anormal sea normal es destruir las bases de la misma naturaleza, las propias leyes de la physis, que quiere que las excepciones se limiten a acotar las reglas, no que se conviertan en regla.




Así visto, Jesucristo no instauró ni impuso ninguna ley, se limitó a resaltar las de la Ley Natural, que es La Ley de Dios, y a ayudarnos a entenderla.








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