Aprender a decir NO


Ayer me llamó por teléfono uno de mis grandes amigos. Hacía meses que no hablábamos. Y lo que imaginé que iba a ser una distendida conversación sobre la ya extinta pandemia y demás asuntos sobre los que tenemos que actualizarnos, resultó ser la crónica del drama que acababa de vivir con su hija.

No puedo dar demasiados detalles para evitar que en una de esas vueltas de la vida se descubra su identidad, pero puedo decir que básicamente su hija preadolescente ha sufrido un trastorno neurológico derivado —según los psiquiatras y psicólogos infantiles— de su incapacidad de decir no

El trastorno ha cursado con frecuentes desvanecimientos sin explicación neurobiológica, algún que otro episodio de vómito autoprovocado y autolesiones leves. Terrorífico para cualquier padre.

Tras darle unas cuantas vueltas, y por si a alguno de los lectores le ocurre algo parecido y necesita ayuda, aunque se puede aplicar a cualquier edad y persona, estas son mis reflexiones:

¿Están locas las mujeres? El pequeño cerebro femenino.


Si lugar a dudas, la crítica o insulto más frecuente del varón hacia la mujer, y proferido normalmente a voz en grito es: «¡Estás loca!».

Y que sea la más habitual significa que existen problemas típicos de comunicación en el noviazgo y el matrimonio, y que no somos capaces de resolverlos actualmente ni se pudo desde tiempo inmemorial, seguramente porque más que un diagnóstico se profiere e interpreta  como un insulto (ofensivo o defensivo), por lo que parece obvio que necesitamos saber qué queremos decir los varones cuando le decimos a nuestra mujer que está loca, porque el problema real, lo que nos enerva, lo que nos desespera, lo que nos hace perder el control, es que no lo sabemos; no sabemos qué está ocurriendo, no sabemos qué queremos decir, sólo sabemos que estamos desesperados y disparamos a bocajarro el improperio a ver si hay suerte y paramos la andanada de proyectiles verbales y no verbales. Pero no suele haber suerte.

Sí que intuimos que en el funcionamiento del cerebro femenino se está produciendo una distorsión típicamente femenina (y de varones anormosexuales), una especie de brote de esquizofrenia, durante el cual la persona pierde el contacto con la realidad, repentinamente su —en teoría— amado se convierte en su peor enemigo, un demonio, y como eso llega a creerse cualquier producto de su fantasía: cree que lo que piensa es real. 

Pero no podemos conocer las causas y características comunes o particulares del brote, lo que significa que no podemos ayudarlas a aclarar y organizar mejor su pensamiento y sus afectos coherentes para beneficio de ellas, de la relación, y de las hijas que —si no son advertidas y entrenadas adecuadamente— pueden heredar la negativa tendencia.

Adulterio: el mal, pero menor


Los seres humanos —sí, también tú— sufrimos una vulnerabilidad intrínseca de la que muy pocos se salvan —los asexuales y la mayoría de los religiosos— que es la causa de una gran parte de los problemas de la humanidad, y que como tal mal lo recoge metafóricamente el Antiguo Testamento de La Biblia:

9. ¿Por qué has menospreciado a Yahveh haciendo lo malo a sus ojos, matando a espada a Urías el hitita, tomando a su mujer por mujer tuya y matándole por la espada de los ammonitas?
II Samuel, 12 - Bíblia Católica Online

Esta debilidad intrínseca está causada por la existencia en el encéfalo humano de estructuras primitivas, que nos emparentan a todos los mamíferos con los reptiles y aves y que, siendo imprescindibles para la vida, también son la fábrica de las pasiones, que nos hacen padecer —eso significa pasión— impulsos incontrolables o difícilmente controlables.  

Analizando una discusión con una mujer


 

En esta entrada vamos a ayudar a los pobres sufridores de discusiones enconadas con sus novias y esposas a no volverse locos y a mantener el control. Gracias a Dios alguna excepción existe, y hay mujeres, muy pocas, que se salvan; pero si eres el afortunado esposo de una de estas, quizá este análisis te ayudará a ayudar mejor a los que no han tenido tanta suerte como tú.

Una de las principales causas de insatisfacción conyugal es precisamente que el varón es incapaz de manejar situaciones en las que la mujer, normalmente más fuerte en términos psicológicos (por decirlo con fineza) debido a la inferioridad de su fuerza física, termina claudicando víctima de la estrategia de confusión femenina.

Ojo, no estoy diciendo que la mujeres sean conscientes de que están enrevesando discusiones a propósito, porque no es así en absoluto. De hecho si lo hicieran conscientemente no les saldría tan bien. Es una habilidad que llevan entrenando desde la niñez, además con componentes genéticos sin duda, y les sale automáticamente, de forma subconsciente. Dios quiera que con esta historia ayudemos a alguien a mejorar su matrimonio y sobre todo a evitar tragedias.

Sexualidad e Intimidad



Ya ahondaremos en el asunto, por el momento os dejo sólo el vídeo. Ha sido una grata sorpresa, es de lo mejor que he visto nunca. Vais a alucinar.

Sexualidad e intimidad, del filósofo Higinio Marín.


El Día del Orgullo Anormosexual (El GPA) I

Bonita trampa, ¿verdad?. Porque has caído en ella, ¿verdad?

«Todo el mundo tiene derecho a que se respete su orientación sexual», «La orientación sexual debe ser una elección libre», «¿Qué tiene de malo ser homosexual», «Hay que erradicar el heteropatriarcado homófobo», «Hay que dar a los niños libertad para elegir su orientación sexual», «Jesucristo acogió a los pecadores», «Amar no puede ser pecado»...

Este poliedro que es la perversa (porque invierte la evolución) Ideología del Genaro (así lo llama un amigo con sorna despectiva) vulgo Género, tiene tantas facetas, que desmontar todas y cada una de las incontables mentiras en las que se sustenta da para escribir una enciclopedia. Me gustaría escribirla, pero no doy para tanto, así que no esperes aquí más que un resumencillo, escueto pero claro e inmisericorde.

La base de la perversión que posibilita el discurso del primer párrafo es, efectivamente, una perversión, pero hay que entender por qué es una perversión —no basta con repetirlo como papagayos, como insulto—, hay que tener claro todo el entramado para poder explicarlo con nitidez a los demás y evitar así que caigan en la trampa. Allá vamos:

La felicidad


Estaba ayer tomando algo en un bar de copas esperando encontrarme con unos amiguetes. Era casi medianoche, sólo conocía al dueño pero no era cuestión de ponerme a charlar con él porque el hombre andaba atareado.

Desenfundé la mejor Arma de Aniquilación del Aburrimiento —tampoco era cuestión de ponerme a mirar a las chicas sin más— y providencialmente encontré un chiste que me pareció graciosísimo, una de esas escenas increíbles sacadas de la vida real, y estuve un rato riéndome solo en un rincón mandándolo a otros amigos y riéndome con ellos con sucesiones de jajas.

De vez en cuando miraba a un grupo de chicas que estaban a distancia ilegal de mí o yo de ellas, pero como detesto molestar, enseguida volvía a mi Triple A, hasta que tres de ellas (una un bellezón de 8,7, otra de 6 y otra de 5,5) se volvieron hacia mí y empezaron las típicas maniobras de acercamiento —vulgarmente tonteo— ellas riéndose y bailoteando y canturreando ante mí alguna de esas canciones enardecedoras de adolescentes y yo riendo con ellas, soltando ambos a gritos alguna frase tan corta como tonta hasta que rompimos la distancia personal y conseguimos encontrar el cabo del hilo para que la cháchara empezara a fluir.

Historia de Dios





Vamos a hablar de otras cosas interesantes, que no todo va a ser chingar, ¿verdad? Aunque dicen los iluminaos de los sexólogos que parece que con la pandemia estáis algo paradetes (si no lo llegan a decir, ni nos enteramos), por lo que quizá sería aconsejable contribuir a subiros la temperatura, pero no sólo de ñacañaca vive el hombre. 

¿Y qué puede ser más interesante que conocer la historia de Dios? 

La historia arranca mucho más atrás, por supuesto, desde siempre, pero para nosotros empieza con los presocráticos porque es esa época en la que los helenos —porque les iba muy bien económicamente y tenían mucho tiempo libre y esclavos para que currasen por ellos pudieron ponerse a pensar, pero no a tontas y a locas, sino filosóficamente, esto es, buscando la sabiduría, el saber.

¿Por qué el mindfulness es un delirio?



El penúltimo estreno de la factoría de ficción de Palo Alto, el mindfulness, ha conseguido convertir en objeto de deseo (must have o must be, como dicen los horteras) el vivir el momento presente.

Ser consciente del momento presente, vivir el momento presente, estar en el aquí y ahora... son consignas que suenan muy bien, muy budista, muy zen; y para los desorientados que jamás han indagado en las raíces de su propia cultura para encontrar las causas de su insatisfacción pero reniegan de ella con aires de superioridad tragándose el queso de que lo importante —en lugar de evolucionar— es cambiar. Y cambiaron, vaya si cambiaron, pero a peor.  

Paradoja de la posmodernidad que se puede ejemplificar muy bien en la frase: —Yo soy Dios, que me espetó una antigua conocida hace unos días, toda ufana, mientras me confesaba su infelicidad (como si supiera lo que es) incapaz de ser consciente de sus flagrantes contradicciones. Justo, precisamente, las que causan sus desgracias. Porque, ¿cómo te va a ir bien si te abrigas cuando calienta Lorenzo y te aligeras de ropa cuando se esconde?

¿Y hacia dónde y hacia qué van a cambiar los desorientados o directamente malorientados? Pues inevitablemente al mismo estado en el que malviven todavía hoy los pueblos creyentes de tales desvaríos, como el pobre monje —obeso— con su malhecho entorno ya remendado cayéndose a pedazos como metáfora del destartalamiento mental que genera su cosmovisión —sin excepciones, véase el caso de Nepal, hoy mismo—, porque la dimensión moral de las cosmovisiones es la que permite u obliga —o prescribe, como es el caso del cristianismo— a pensar y hacer determinadas cosas y prohíbe otras, lo que da como resultado unas interacciones humanas concretas y no otras y las sociedades respectivas. Porque moral significa costumbre; así tal cual, sin más: costumbre.

Bill Gates ha muerto (por el pitilín). Firmado: Dios

 


Cuanto más subes, más dura es la caída si caes y, finalmente, todos terminamos cayendo; así que no conviene ensoberbecerse. 

Bill Gates, ese (otro) hombre que se atrevió a desafiar a Dios, acaba de emprender un camino incierto, que no sabemos dónde le llevará, si a abandonar sus sueños de omnipotencia, de manipulación de la humanidad hacia donde a su poderoso desvarío se le antoje —sueños derivados de su paranoica obsesión de frenar la hipotética superpoblación de la Tierra— o por el contrario le impulsará a arreciar en sus ataques contra la libertad, contra la Verdad.

Cuenta el Antiguo Testamento que fue el rey David —el vencedor de Goliath, y gracias a éste y otros méritos, elegido por Dios para reinar en Israel— quien cometió el error (pecado) de obsesionarse con la esposa de uno de sus generales, Urías, a quien mandó a una guerra perdida con la esperanza de que no volviera vivo y finalmente mandó asesinar para así poder quedarse con la mujer. Esa obsesión fue el fin del gran rey, su caída en desgracia.