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Manual para aprender a masturbarse

Quizá los que nos lean allende los mares no entiendan de qué va el asunto que tanta polémica está generando en España y que da sentido a este post, así que toca explicarse. 

Se trata de la iniciativa de gobiernos autonómicos de siniestras -los buenos de toda la vida- de enseñar a los críos de secundaria a masturbarse como parte del engendro ese llamado Educación Sexual que tanto me recuerda a esa otra bobada para mentes desorientadas llamada Inteligencia Emocional. 

El debate está centrado, en los medios de comunicación, sobre si tal ocurrencia es o no ética, si atenta contra los principios de privacidad y si existe hoy en día algún debate social que sugiera la necesidad de dar luz a ciertos temas antiguamente considerados tabú.

Tampoco quiero hacerme eco de la estupidez que supone la iniciativa desde una perspectiva simple: que a la mayoría nadie nos ha enseñado a masturbarnos, lo que no ha impedido que hayamos disfrutado de nuestros placeres solitarios cuando nos ha venido en gana, sin haber necesitado que ni el PSOE ni sus lobbys nos enseñen como si fuesen -petulantes- doctores en la materia y el sexo lo hubiese inventado el señor Marx. 

Ni mucho menos que -probáblemente- la mujer no profesional que más orgasmos y de más larga duración tiene en el planeta -la mía- jamás en toda su vida se ha tocado los bajos con una intención que no sea la de lavárselos, lo cual no le ha impedido desarrollar una vida plena y placentera -con los problemas y desgracias inevitablemente vinculados al hecho de existir- que no puede precisamente calificarse de limitada por no haber tenido nunca la curiosidad y mucho menos la necesidad de tocarse para otros menesteres diferentes a la pura higiene personal.  
Lo que sí me parece digno de resaltar es que, como en el caso del genocidio infantil también llamado torticeramente "aborto" para engañar a los incautos, esto no es más que una treta para que los amigotes de los gobernantes actuales hagan caja. 

Y tengo sobradas razones para afirmarlo. Conozco a una pobre criatura de treintaypocos años, fracasada en lo familiar hasta romper su matrimonio frívolamente, con una vida tan vacía como las arcas del estado sólo periódicamente rellena por una dosis de autoestima regalada por el primer salido que se le insinúe ahí por la web y que ella acostumbra a aceptar de buen grado; e igualmente fracasada profesionalmente y eso que de niña prometía. 

La desgraciada, como cualquier imbézil que se precie (¿por qué me habrá salido con zeta?) -valga como ejemplo la ninfómana Laura Garrido- se pirria por dar lecciones de vida a los demás: que si eres infeliz, que si estás frustrado, que si eres antiguo, que si estás limitado, que hacer el amor es lo más hermoso que hay, que si no puede imaginarse que quede gente como tú en el mundo moderno, que si no se puede no saber lo que es la lluvia dorada... 

Esta desorientada cayó, ya que no valía para otra cosa, en las garras de un par de tortilleras -anormosexuales femeninas, para quien no conozca el término- que regentan una tienda llamada "Los placeres de Lola", especializada en lo que ellas denominan "artes amatorias". 

A decir verdad no sé si es una la que hace las tortillas mientras que la otra prefiere que le aticen con un buen mango, o son las dos las que se dedican a batir huevos, pero es claro el carácter feminista, misántropo y militante anormosexual de la tienda de guarradas en cuestión.


haz clic sobre la imagen para ampliarla si tienes el estómago sano

Además de dedicarse a organizar reuniones domésticas de Tuppersex para vender cacharrillos a las señoras insatisfechas -que parece que no les va del todo mal- parece que han pensado en exportar sus conocimientos al público infantil aprovechándose de sus amigotes sociatas, convirtiendo en doctas profesoras a un grupo de descerebradas que no tienen otra ocupación más provechosa en la vida. 

Y a jóvenes en efermos -no lo digo yo, lo dice un médico psiquiatra- como cualquier otro adicto, adictos a pelársela. Para ilustrar con un poco más de claridad -para que nadie pueda pensar que estoy sesgado- el nivel del personal docente que se gasta la gentuza ésta, baste decir que en el perfil de Facebook de la desnortada doctora cum laude en asesoramiento sexual por la universidad de La Lola, cualquiera que pase por allí puede ver entre su escasa docena de imágenes, a sus hijas de menos de cinco años abiertas de patas sobre sus camas -simplemente vestidas con unas braguitas que apenas disimulan el relieve de sus infantiles vulvas- en lugar de jugando en el parque con sus amiguitas como hacen los padres normales. 

Y para concluir este post, una reflexión: si ofrecen a los niños bolas chinas, lubricantes, consoladores ahora eufemísticamente llamados dildos (si piensan que yo voy a seguirles el juego, van listas) y vayan ustedes a saber qué, ¿por qué no incluyen lecciones de coprofagia, sadomasoquismo, bukkake, etc., para niños? 

¿Por qué no les ofrecen también correas y arneses infantiles y juveniles? ¿Por qué no se regalan consoladores a los bebés en lugar de chupetes y juguetes didácticos? ¿Dónde están los límites de su aberrado sentido moral? 

No se lo pierdan, en su página web, que por supuesto no voy a enlazar, aparece esta pudorosa observación (para partirse de risa):






En los cursos les dirán: Niños, además de poder comprar la píldora del día después sin que se enteren vuestros padres, tendremos sumo gusto en hacernos cargo de vuestra generosa paga semanal a cambio de un surtidito de aparatos con los que podréis disfrutar más de vuestro "autoamor" y de las "artes amatorias" -preferentemente anormosexuales, claro- en compañía. Discretamente, claro. 


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A vueltas con las palabras: sexo, amor...

Ya sé que a mucha gente le rechina la palabreja esa de follar. Reconozco que a mí también un poco; ya os habéis dado cuenta de que prefiero hablar de echar un kiki o usar otras expresiones que son más personales y no están para compartirse. 

No sé por qué extraña razón el vocablo se ha convertido en un sinónimo de sexo bajo, sucio y animal; curiosidades del destino. Sí sé por qué (generalizo) las mujeres y los tontiprogres abominan de él, pero como ya hemos dicho muchas veces que "hacer el amor" es un intento de dulcificar una conducta a fin de aparentar que se hace algo honorable cuando en realidad no lo es, no me voy a repetir. 

La palabra "follar" tiene el mismo origen etimológico que el castellano antiguo folgar y el más moderno holgar, y su significado es algo así como vaguear, holgazanear. 

Curiosamente comparte orígenes y significado con "joder". Paradojas de la vida, lo bueno se convierte en anatema y el engaño en virtud. 

Por otro lado, como os comenté, he estado indagando sobre los orígenes de la expresión "hacer el amor" y he encontrado algunas opiniones bastante sensatas que afirman que deriva, como casi todo lo malo, de la France. "Oh lá lá, vous étes si belle que ça me fait souffrir, mademoiselle! J'ai tombé fou d'amour pour vous, je veux vous faire "faire l'amour" á la folie pendant toute ma vie" ¿Qué mujer necesitada podría resistirse a un embaucador semejante?






Parece ser que la expresión procede del término cortejar (galantear o enamorar a una persona o intentar el macho atraer a la hembra -sean animales racionales o irracionales- en celo con la intención de aparearse) de donde surgió la expresión "hacer la corte". 

Pero como parece que aquello no acababa de funcionar como aseguraba la publicidad, ellos y ellas acordaron, los primeros engañar y las segundas dejarse engañar si se mencionaba el término clave, el que disculpa cualquier tropelía, cualquier tiranía, cualquier vicio: el amor, l'amore, l'amour, love... ¡Oh, el amor! ¿No? 

Porque poniéndome en la piel de una mujer, imagino que será más fácil acceder a abrirse de patas si te dicen que te van a hacer el amor que si lo que te advierten es que te van a meter la tranca en los aíes ¿no? Si es que hasta el gusanillo de la conciencia se ha ido de vacaciones. 

La expresión echar un polvo, por su parte, algunos creen que tiene relación con la metáfora bíblica del polvo del que provenimos y al que volveremos indefectiblemente, y consecuentemente con la práctica de la imposición de la ceniza que da inicio a la Cuaresma y que te recuerda, majete, de dónde vienes y a dónde vas, como para que no dejes de prestar atención a qué demonios haces en este mundo, si mejorarlo o jorobarlo. 

También hay quien piensa que la expresión se origina en la aristocrática costumbre de esnifar polvo de rapé (tabaco) en las reuniones. Como debía ser una práctica considerada socialmente nada virtuosa, aquellos que querían ponerse, se iban discretamente a otra habitación. Alguno preguntaría intrigado "¿Dónde váis?" y para disimular responderían jocosos eso de "Nos vamos a echarnos unos polvos". Digo yo, vamos.


Hacer el amor o (ser) el tonto

Forrest Gump "haciendo el correr"
Hace unos días recordaba aquello de los verbos transitivos -los que implican movimiento- mientras conversaba con una gente de esa que hace ascos al término "follar" porque la palabra le suena mal. 

Yo argumentaba que "chorizo" suena peor, y no digamos ya "cerdo", y a poca gente sana mentalmente le causan repelús unos buenos ibéricos. Si tenemos en cuenta que estas palabras se utilizan como insulto, debían provocar más rechazo que aquella otra ¿no? 

Bueno, también hay que reconocer que follar también se utiliza como sinónimo de joder, fastidiar, apalear, etc., pero incluso así, uno se esperaría un desagrado al menos similar, ¿no? Pues no. 

Así que sigo inclinándome a pensar que esas personas que se encaman con el primero que pasa pero abominan del palabrito mientras enarbolan eso de "hacer el amor" en cuanto tienen la oportunidad son unas hipócritas totales que pretenden adornar una conducta reprobable para que su conciencia no les torture.


 
Os decía eso de los verbos transitivos porque durante el transcurso de esa conversación descubrí una forma de explicar la farsa lingüística que quizá os ayude a entenderlo mejor que en estos los intentos de la sección El Arte de Amar  (en la columna de la derecha) y particularmente éste

Veamos, si se usa un verbo transitivo precedido del infinitivo del verbo hacer, sale un churro que no veas. Pongamos por ejemplo estos verbos transitivos: andar y cocinar. ¿Diríamos "Voy a hacer el andar"? o ¿Voy a "hacer el cocinar"? 

Pues no, el verbo hacer lo usamos con sustantivos como en "Voy a hacer una maratón", "Voy a hacer un bacalao al pil-pil" o "Voy a hacer el tonto", pero no con un verbo transitivo. 

Simplemente porque es redundante, así que basta con anunciar "Voy a correr" o "Voy a cocinar". ¿Verdad? 

Si tiramos de gerundios, la cosa no pinta mejor: Estoy cocinando/Estoy haciendo el cocinar; Estoy andando/Estoy haciendo el andar. Absurdo ¿verdad?. 

Entonces ¿diríamos "Estoy amando" o "Estoy haciendo el amor" cuando estamos chingando? Porque como decía la mamá de Forrest, "Tonto es el que dice tonterías"


¿Qué tienen que ver el amor y el café con leche?



¿Qué tienen en común el café con leche, el arroz con leche, la leche merengada, el chocolate con leche, el helado de vainilla, el flan de huevo, la mantequilla, el yogur, la cuajada y el queso?

Obvia y principalmente la leche ¿no?. Pero el café con leche tiene poco que ver con el flan de huevo. Y menos aún el arroz con leche con el queso de Idiazábal (ya lo podéis encontrar en cualquier Mercadona con el nombre Queso de oveja ahumado, es impresionantemente bueno, y he comido el guipuzcoano decenas de veces regalado por los mismos pastores que lo elaboraban) o con el de Cabrales, ¿no? Curioso resulta que con la misma base las cosas puedan resultar tan diferentes ¿verdad?



Y... ¿qué tienen en común una violación y el incesto, y ambos con un casquete casual producto de una noche loca, con la prostitución, la pedofilia, con la procreación y con un revolcón con el cónyuge?

Una violación es un acto de penetración y recepción sexual de la misma no consentido, violento y, por supuesto abyecto. En la violación no existe relación de compromiso matrimonial, ni afectiva positiva entre los intervinientes en el acto, sí una relación de odio, desprecio y asco por parte del receptor de la penetración, y de posesión y dominio por parte del penetrador.

El incesto, por su parte, es un acto consentido de penetración y recepción sexual, realizado en una relación consanguínea, luego recesivo y que pone en riesgo la salud de la potencial descendencia. Ambos intervinientes son movidos por sus afectos más primarios.

Un casquete casual es un acto consentido mutuamente de penetración y recepción sexual de la misma en una relación más bien fortuita, con el objeto de satisfacer las necesidades de búsqueda de placer o reforzamiento del ego, y que se desarrolla entre personas cuyo único nexo de unión es la atracción sexual, los impulsos primarios que mueven al acto.

La prostitución, por su parte, es una práctica consentida en la que a cambio de dinero u otros favores, se produce la penetración y la recepción sexual de la misma sin que medie necesariamente ningún tipo de relación más allá de la comercial.



La (repugnante) pedofilia (que los grupos de presión anormosexuales quieren legalizar) es práctica consentida bajo subterfugios de la clase que fueren para conseguir realizar la penetración sexual a un menor, aunque en muchos casos relacionada con la violación y la prostitución. La relación que se establece debe ser puramente reptiliana. Digo debe porque me resulta tan desagradable pensar sobre ello que me niego a entrar en detalles.

La procreación es una práctica de penetración y recepción sexual de la misma, consentida, no casual y con el objetivo de provocar la fecundación. En ella existen emociones, sentimientos, pasiones, afectos... entre ambos practicantes del acto, y sobre todo un objetivo trascendente, consciente o no, y un compromiso de permanencia, consciente o no.

Un revolcón con el cónyuge es una práctica de penetración y recepción sexual de la misma, consentida, casual o no y con el objetivo de lograr placer sexual, sensaciones y sentimientos de fusión, dominación, entrega, etc., entre marido y mujer.

¿Cuáles son las similitudes entre todas estas prácticas? Que en todas se produce la penetración masculina y la recepción de la penetración por la parte femenina (excepciones al margen). ¿Y las diferencias?



Dónde están las diferencias

Pues está muy claro: Las diferencias están, como en el caso de la leche, en el resto de los ingredientes, que varían significativamente el ingrediente básico sine qua non. La relación sexual conyugal es la única que se produce o puede producirse en un entorno de amor de verdad. El hecho básico y fundamental es exactamente el mismo, un pene dentro de una vagina raca-raca-raca-raca... pero la diferencia cualitativa es enorme, como es obvio.

Cuando algunos utilizan el apestoso eufemismo progre de hacer el amor lo que están manifestando es que, además de sentir unas sensaciones muy agradables con el acto, lo realizan con la persona amada. Que amen realmente o no es importante, pues si se desconoce el significado real del acto y hábito de amar, cualquiera puede decir que lo que hace es el amor. Un violador puede estar convencido y manifestar que está enamorado de su víctima y que desea irrefrenablemente hacerle el amor. Un pedófilo también. El cliente habitual de una ramera también. Lo mismo dos hermanos o padres e hijos. Lo mismo un par de despendolados que se conocen con unas copas encima.

Sin embargo en esas relaciones no hay amor verdadero, sino desvaríos emocionales propios de mentes desestructuradas, de mentes que no son libres para elegir lo que hacer y no hacer. 

Porque no es el hecho de definir una conducta como amorosa lo que le otorga esa característica; igual que la palabra agua no es lo que quita la sed, sino el acto real de beber agua. Es el acto de ocuparse activamente de la vida y el desarrollo de lo que amamos lo que se define como amor, no la intensidad del deseo sexual, la atracción física, el placer, la entrega o cualesquiera otros ingredientes.



El arroz con leche no es queso manchego por mucho que lleve igualmente raca-raca-raca, ni lo será por mucho azúcar lingüístico que le añadamos, por mucho pseudoamor con el que queramos edulcorarlo. Y el sexo conyugal seguirá siendo leche por mucho amor verdadero que exista en la relación.

Si crees que por sentir algo intenso cuando practicas sexo estás amando o que lo que te induce a practicarlo es el amor, es que no tienes ni idea de lo que es amar. Confundes el queso de Cabrales con la leche merengada.






















Puedes seguir aclarando y afianzando tu comprensión de lo que es amar en la columna de la derecha (si estás leyendo en un ordenador), en la sección El Arte de Amar.



¿Cueces (chingas) o enriqueces?

Ya que ha salido en vuestros comentarios la discusión entre decir “hacer el amor” o “chingar”, aunque ya hablamos anteriormente del asunto aquí y aquí, voy a regalaros otro post de los rompe-esquemas de esos a los que os tengo ya acostumbrados (espero que no hartos).

Nadie en el planeta tierra ni en ninguna de las dimensiones del universo conocido hace el amor. Nadie. ¿Qué si estoy loco? Hombre, algo sí, pero será por la Pepsi, porque si el loco es el que ha perdido el sentido de la realidad, estoy a eones de cordura de vosotras, chicas. Este es un debate que he batallado y ganado en muchas ocasiones, pero que las mujeres os negáis a aceptar a los diez minutos de haber sido derrotadas irrefutablemente. Os reto a que lo consigáis ahora.

Os gusta decir que no folláis, chingáis, jodéis, etc., sino que hacéis el amor, porque os parece una expresión más bonita, aunque cuando lo hacéis estéis utilizando un cachivache-juguete sexual de doble penetración y vibrador con motor turboalimentado (Pero ecológico, ¿eh? A ver si me van a linchar los ecolojetas del profeta Al Gore), viendo películas guarras, chingando en grupo, usando esposas y látigos... o cualquier otra hermosa y espiritualmente elevada conducta reproductiva. Lo mismo hacen muchos sexólogos y expertos tipo Lorena Berdún, esa mujer liberada de prejuicios, cuando califica la chabacanada más astragante o la obscenidad más pringosa con la dichosa expresión. ¿Pero no habías salido del armario del oscurantismo religioso, hija? Se ve que no. Las monjas Clarisas son mucho más avanzadas que tú, ridícula.


Las mujeres es que sois así de bobas (¡socorroooo, que me linchan estas también!). Paradigma de la irracionalidad humana que niega la realidad refugiándose en bobadas romanticoides tipo la Inteligencia Emocional —y su consustancial Estupidez Racional—, Empatía (Y Empasobrina, ¡no te jode!. Vale, vale, el chiste es malísimo, pero lo de la Empatía es bastante peor), y todas esas ñoñeces masónicas sorbesesos tan de moda actualmente entre los sinmente y los incautos. Pero bueno, vale ya de poneros a parir, que supongo esperaréis algún argumento aparte de estas flores.

Llámalo como quieras, pero no pierdas de vista la realidad, querida. Lo que tú haces es lo mismo que hacen los demás, practicar el acto sexual o reproductivo con tu pareja, igual que hacen los gorilas y las gorilas, los pollos y las gallinas, los toros y las vacas, los cerdos y las cerdas, ni más ni menos. Si es tu novio o tu marido, y le amas (si sabes), estás follando con quien amas. Y si es con un ligue nocturno de tantos, aparte de ser un poco casquivana, estás follando con alguien a quien no amas, pero no estás haciendo el amor con ninguno de ellos, sencillamente porque ese término es un artificio vacío, que no responde a realidad real alguna, un eufemismo que te lava la mala conciencia de lo que estás haciendo y te lleva a confundir el resto de la realidad. Porque si no tuvieras mala conciencia no necesitarías edulcorar lo que haces ¿O es que uno no es tan cerdo por llamar coprofagia a lo que es lisa y llanamente comer mierda? ¿Estamos con el rollo políticamente correcto del “cese temporal de la convivencia matrimonial” de los Duques de Lugo por no decir que se han mandado a tomar por saco? ¿Con el rollo del “fin dialogado de la violencia”, la “muerte digna” o la “educación para la ciudadanía”?


Al respecto de este asunto, me he dado cuenta de que ninguno habéis hecho mención a la pregunta que os hacía en el post sobre el enamoramiento. No lo habíais pillado, ¿verdad? Espero que alguno sí, que ya me han chivado que lo habéis estado comentando. Para los que no, ahí va:

Pues resulta que el romántico corazoncito no es tal, sino una tía a cuatro patas con una cola dentro, no una flecha. Y el elevadísimo símbolo tántrico del Om, la sílaba sagrada, es exactamente lo mismo. En el primer caso los románticos lo modificaron para dulcificarlo, en el segundo, los tántricos lo espiritualizaron. ¿Por qué? Pues porque resultaba obsceno y pornográfico, pero representaba perfectamente, como el símbolo del Tao, la génesis del Todo mediante la unión de los opuestos, el principio masculino y el principio femenino.



Sorprendente ¿no? Pues ya lo véis, es un asunto nada romántico, sino puramente carnal como la vida misma. Pero tiene a todo el planeta adulto engañado como a los niños con el ratoncito Pérez.