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La sexualidad durante el franquismo

Este fin de semana he tenido una conversación con una amiga que causualmente acabo de ver reflejada en un post del amigo José Tomás (no confundir con el torero). 

Resulta que existe una leyenda urbana según la cual en la España de Franco la gente ni hacía guarrerías ni sabía chingar porque el régimen nacional-católico que tumbó el protosocialismo real que el Largo Zapatero, digo Caballero, que quería imponer en este país para convertirlo en un satélite del angelito Stalin, era retrógrado, mojigato y oscurantista. 

Supongo que a todos nos habrán contado historias semejantes, porque como estaba prohibido besarse en plena calle, los carnavales estaban requeteprohibidos porque se consideraban obscenos y no se hablaba de sexo abiertamente, uno colige que chingar en aquellos tiempos, además de pecado, era un milagro. 



Alguna ventaja tenían que tener, afortunadamente en la tele no te asediaban las impertinentes y omnipresentes escenas sexuales con las que las películas y series de baja calidad aunque sean de alto presupuesto. Habrá casos en los que esa impresión de obtusez sexual sean ciertos, por supuesto, ¿pero quién puede afirmar que cada matrimonio fuese igual de mojigato de puertas adentro que en las conversaciones sociales? 

No hay que ser muy espabilado para entender que una cosa es que no se hablase del asunto y otra muy diferente que a la gente no le gustase más la jarana que comer con los dedos. 

Yo, concretamente, conozco casos de sexualidad desenfrenada prematrimonial y matrimonial en pueblos de doscientos habitantes, de mil, y del millón o así que debía tener Madrid en aquellos años, y no sólo eso, sino que además sé de unas fotografías porno de ciertas señoras próximas, de la high class capitalina y misa diaria, que espero ver algún día. 

Y así llegamos al quid de la cuestión ¿la gente dice todo lo que hace? ¿tendría que hacerlo? ¿es hipócrita el que de cara a la galería aparenta rectitud mientras frecuenta locales de intercambio de parejas? O por el contrario, ¿es deseable que cada dos por tres nos encontremos mientras zapeamos a una pareja comiéndose los higadillos en pelota picada? 

En fin, que no seamos cándidos, toda la vida se ha culeado de lo lindo, sea con Franco, o con el Sursum Corda.