¡Pues resulta que el Punto G va y no existe!

No, hombre, no!! No se nos puede hacer una putada semejante!! Toda la vida presumiendo de lo bueno que soy en la cama porque soy único descubriendo el Punto G de mis conquistas y resulta que el jodido no existe!!

Si
lo piensas con algo de detenimiento, el dichoso Punto G
no ha hecho más que justificar inutilidades. 

La del machote que atribuye la responsabilidad de su torpeza a una supuesta ausencia del punto en una churri, o la de la frígida que no se entera de nada así le toques todos los puntos del abecedario mientras acusa al varón de ineficacia, también quizá la del sexólogo que excusa su estéril terapia en argumentos "orgánicos" con respecto a los que él no tiene nada que hacer... por no hablar del típico doctor Bacterio, funcionario aburrido -e insatisfecho sexualmente y/o siempre pensando en lo único- en un frío y estéril -en ambos sentidos- laboratorio o en un despacho de una universidad de tercera regional ávido de un poco de gloria y completamente chiflado.



Aunque si sigues pensándolo, también es innegable que habrá hecho a más de un zarpas andarse preocupando un mínimo de su mujer, intentando localizar el interruptor de la voluptuosidad de la pobre, anodina a fuerza de aburrimiento, lo que ha contribuido sin duda a que la mujer alcance mayores cotas de placer... y de consideración por parte del elemento masculino, que no está nada mal. Pero fastidia confirmar que nos (me incluiré, porque yo también me lo creí en algún momento de mi vida, no voy a negarlo) han tenido engañados como a críos, tocando por aquí y por allá, buscando El Dorado del placer sexual, adoptando las ridículas posturitas acrobáticas del Kamasutra, como si se consiguiera más placer comiendo cabeza abajo que cómodamente sentado -no sé vosotros, pero nosotros seguimos usando dos-tres de las más normalitas- en una silla. 

Nos han convencido de intentar eyacular hacia atrás en plan taoísta -o egoísta, por centrar el supuesto desarrollo del placer en uno mismo y no en el de la fémina-, insatisfechos a causa de un prejuicio infantil y romántico de la sexualidad peliculera, además de frustrados porque -como ocurre afortunadamente en todo el género humano- la repetición de lo placentero acaba tornándolo aburrido. 

Y todo para nada, total, la gente se lo monta casi igual que hace cuatro mil años o más, sin demasiadas variaciones significativas... hasta el descubrimiento de nuestro secreto

Ni es el tamaño de la cola del varón lo importante, ni la distancia entre la entrada de la vagina y el clítoris, ni el inexistente Punto G. (Mal que le pese a mi admirada o admirado Remedios Morales), y mucho menos el epítome de la idiotez, el recién descubierto Punto U (no me digáis que no lo conocíais, so pardillos). 

Lo importante es EL CEREBRO.


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