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La Madre de Todas las Crisis

Rembrandt. El hijo pródigo
Iba a ponerme a escribir sobre la última de Las Cuatro Reglas, pero el panorama casi no permite a mi mente escapar del tormento que estamos viviendo y la perspectiva de la tormenta perfecta que se nos avecina. No soy de los siniestros furibundos que creen que La Madre de Todas las Crisis significará el final del modelo económico de libre mercado, porque sé que es el mejor y único viable si está fundado sólidamente en el Cristianismo Universal (Católico), pero sí una limpieza profunda de basura moral de origen protestante que dé lugar a regulaciones legales profilácticas que nos eviten sufrir este tipo de situaciones en el futuro. 

Sólo hay que pararse a pensar en la enfermedad para entender de lo que hablo: nadie hubiera investigado el cáncer, la gripe o el sida si no hubiesen existido; y no digo que el fin justifique los medios, sino que ante lo imprevisible o inevitable, el ingenio humano tiene capacidad para sortear los avatares más desagradables que además −como efecto colateral− nos catapulta un paso más arriba en la evolución; no es la primera vez que la búsqueda de un remedio proporciona cura para otro no previsto.




Últimamente he leído, cuando la actualidad me lo permite, el retroceso en el número de divorcios y separaciones a causa de la crisis; ya se sabe, cuando uno no puede independizarse para mejor, sino para mucho peor, puede acabar por aceptar lo que antes consideraba intolerable. Normalmente una trivialidad, pero inaceptable para un adulto cronológicamente pero crío mentalmente, carente de la saludable tolerancia a la frustración y al malestar. 

Hemos estado viviendo un período en el que la oferta superaba la demanda, no porque se hubiesen reproducido clones humanos a disposición del primer necesitado que pasase por allí, sino porque todo el mundo estaba en el mercado: solteros, ennoviados y casados. Nos relacionábamos con los demás como meros objetos sustituibles de consumo: ahora cambio los puntos por un nuevo terminal, luego me cambio de compañía, más adelante me paso a uno de los baratos operadores virtuales... simple y llanamente en la mayoría de los casos porque el nuevo produto nos gustaba más. Tenía las mismas prestaciones o tenía otras que nunca íbamos a utilizar, pero ¿qué importaba arriesgarse a perder lo conocido al cambiar si el mercado estaba saturado de novedades a disposición de cualquier bolsillo


Creímos que nuestro atractivo era suficiente para acceder a cualquier producto si el actual no satisfacía todas nuestras ilusas expectativas de regre prisaico, y que liberados, podríamos continuar nuestra vida sin quebrantos o incluso en un escalón superior. 

Todo era yo-mi-me-conmigo-miombligo, y lo que no se ajustaba a mi forma se ser y ver la vida, simplemente era desechado a la primera oferta ventajosa que apareciese. La cosa tenía que acabar así, porque la inmoralidad, en tanto que principio rector del pensamiento individual y la conducta se contagia a los grupos sociales, a las naciones y a todo el mundo globalizado. 

Algunos ya avisaban de que estábamos reproduciendo las escenas clave de la caída de los imperios egipcio y romano, pero estábamos tan distraídos viendo “Sin tetas no hay paraíso” o cualquier otro panem et circencis para borderlines, que no hacíamos caso a los malagoreros de siempre: la iglesia, el Papa, los “de derechas”, los conservadores, los meapilas... 

“Yo soy el más listo”, era y es aún, aunque ya con debilitada soberbia a causa del brusco aterriza como puedas en la realidad, el mantra a repetir. O lo que es lo mismo: “No hay Dios, yo soy Dios”. 

Los liberales más dogmáticos, realmente cóctel de sano liberalismo de la Escuela de Salamanca más el insano libertinaje protestante creador de hábitos-trampa que se vuelven contra uno mismo como un boomerang, opuestos a cualquier tipo de conservadurismo de lo esencial que nos ha traído hasta aquí, como el intento de borrar las raíces cristianas (por católicas, no por cristianas, porque los hijos pródigos son los de lutero) de Europa, despreciaban el supuesto dolor que sus desvaríos reptiloides sesentayochoístas causaban a sus familias, porque su placer estaba por encima de todo y, como decía en el inefable “Tus zonas erróneas” el esotérico guru Wayne Dyer, tus sentimientos al respecto son cosa tuya, padre, madre, cónyuge, hijo o quien sea que proteste por el perjuicio que se le causa. 

A más de dos no les quedará más remedio que aceptar al cónyuge pródigo, que vuelve a casa con las orejas gachas después de haber dilapidado fortuna y dignidad, pero no me digáis que no es para mandarle al guano. 

Aunque bien visto, si también más de dos encuentran −por fin− el verdadero sentido del verbo amar, habrá valido la pena tanto sufrimiento.


El segundo hombre en el mundo que logró hacer cien orgasmos por hora a su mujer cuenta su experiencia

Al parecer he ganado un concurso en el que el premio consiste en que escriba algo para este blog y, cómo no, lo haré desde la perspectiva de quien ha sido el primer lector que ha conseguido hacer a su novia 100 orgasmos en una hora (o más…). 

Y lo haré, si se me permite la osadía, hablándole directamente al lector, es decir, en segunda persona del singular. Sí, a ti que lees esto. 

En primer lugar, agradezco a Jack Hammer aquel primer post que me dedicó por haberle puesto los cuernos a mi pareja, el “Entrenamiento para la fidelidad y la libertad”. 

Parece una estupidez, lo sé, pero hoy día estamos rodeados de peligros en ese aspecto, tanto hombres como mujeres. Quizá aún más los hombres, cierto, pero el término “igualdad” del que tanto se habla últimamente también se aplica en estos aspectos, así que eso sigue valiendo para todos. Pero hay una diferencia fundamental de la que quiero que te des cuenta, amigo. 

Los hombres solemos poner los cuernos porque nos calientan, aunque sea sin querer, es decir, para nosotros sería algo primario, un instinto primitivo que responde a un estímulo, mientras que las mujeres nos ponen los cuernos por dos razones: porque no nos quieren, y porque se aburren con nosotros en la cama. 

Ten en cuenta que si nos quisiesen nos dirían que se aburren o querrían cambiar cosas. Así que en eso son iguales que nosotros, van a lo primario. 

Sabiendo eso… piensa un poco… si perfeccionas tu técnica sexual, tu mujer ya no podrá ponerte los cuernos, es decir, le quitarás una razón muy socorrida para dejarte, porque la Cienorgasmología es la técnica perfecta, yo lo llamo “el arte de amar a tu mujer en la cama”. 

En segundo lugar, la Cienorgasmología es sexo con amor, y para practicarla bien hay que empezar de cero, hay que olvidarse de uno mismo y anteponer el placer de tu mujer al tuyo propio. 


El concepto es éste: le haces los orgasmos que quieras en el tiempo que quieras, y como quieras. 


Suena algo competitivo ¿verdad? Vale, lo es, tómatelo así si quieres, no te vendrá mal si eres ambicioso y perfeccionista en tu trabajo… así lo serás también en el sexo… 

Reconozco que cuando empecé tenía ya una base, practiqué yoga intensamente durante muchos años, ahora más relajadamente; más tarde tuve una novia con la que practicaba sexo tántrico, así que pude asimilar cosas de ambos en muchos sentidos. El yoga me aporta un gran control de mi mente, y el sexo tántrico de mi cuerpo, por así decirlo, pero el sexo tántrico es muy complicado porque es un concepto muy espiritual del sexo y confieso que acaba cansando. 


Pero realmente no son necesarios ni uno ni otro, ni siquiera para conseguir adoptar la postura Cienórgasana, que es mucho más sencilla de lo que parece. 

Cuando empecé con esto fui muy rápido, algunos amigos estaban impresionados, Jack incluido. Pero muchos ingenuamente pensaban que estaba una hora entera con el coito… Así somos los hombres supongo pero tampoco es eso ¿eh? 

Además de pélvicos hay muchos toques manuales… y son muy importantes sobre todo porque, si no, ella tiene problemas de lubricación importantes y le duele, y a mí puede empezar a dolerme también. Así que la cosa es ir controlando tu mente parando cuando tengas que parar, utilizando alguna técnica para controlar la eyaculación, como las que Jack explica aquí.

Cuando aprendes a controlar tu mente es cuando más orgasmos le haces a tu mujer, créeme, incluso sin necesidad de controlar la suya en exceso. 

Piensa que ellas son multiorgásmicas y fisiológicamente están preparadas para ello porque no necesitan descansar entre orgasmo y orgasmo, mientras que nosotros sí, de ahí que tengas que aprender a controlarte. 


En este punto seguro que pensarás… ¿controlar la mente?¿Y eso qué coño tiene que ver? 

Pues sí, lo tiene TODO que ver. Cuando dejes de ver el sexo como algo físico más que mental lo entenderás, el orgasmo viene de la mente, no del cuerpo, es la respuesta a un estímulo. Ese es el concepto que tienes que cambiar. 

Y para terminar, me viene a la cabeza una pregunta que me han hecho al respecto sobre ella, la mujer, sobre cómo aguanta. Yo siempre contesto que ella aguanta lo que yo aguante. 

¿Escocida? Al principio sí, para que te voy a engañar, pero luego su cuerpo se va acostumbrando y lo va tolerando cada vez mejor. Eso sí, hay que ir poco a poco ¿eh? No pretendas hacerle 20 ó 30 ya de paso, así, de primeras. No hace falta que te hagas el chulito; ve poco a poco, obsérvala, mímala, toques verbales cariñosos, suaves, dale confianza… y a la vez, introduce nuevos toques pélvicos. Contrólate.


¿Qué tienen que ver el amor y el café con leche?



¿Qué tienen en común el café con leche, el arroz con leche, la leche merengada, el chocolate con leche, el helado de vainilla, el flan de huevo, la mantequilla, el yogur, la cuajada y el queso?

Obvia y principalmente la leche ¿no?. Pero el café con leche tiene poco que ver con el flan de huevo. Y menos aún el arroz con leche con el queso de Idiazábal (ya lo podéis encontrar en cualquier Mercadona con el nombre Queso de oveja ahumado, es impresionantemente bueno, y he comido el guipuzcoano decenas de veces regalado por los mismos pastores que lo elaboraban) o con el de Cabrales, ¿no? Curioso resulta que con la misma base las cosas puedan resultar tan diferentes ¿verdad?



Y... ¿qué tienen en común una violación y el incesto, y ambos con un casquete casual producto de una noche loca, con la prostitución, la pedofilia, con la procreación y con un revolcón con el cónyuge?

Una violación es un acto de penetración y recepción sexual de la misma no consentido, violento y, por supuesto abyecto. En la violación no existe relación de compromiso matrimonial, ni afectiva positiva entre los intervinientes en el acto, sí una relación de odio, desprecio y asco por parte del receptor de la penetración, y de posesión y dominio por parte del penetrador.

El incesto, por su parte, es un acto consentido de penetración y recepción sexual, realizado en una relación consanguínea, luego recesivo y que pone en riesgo la salud de la potencial descendencia. Ambos intervinientes son movidos por sus afectos más primarios.

Un casquete casual es un acto consentido mutuamente de penetración y recepción sexual de la misma en una relación más bien fortuita, con el objeto de satisfacer las necesidades de búsqueda de placer o reforzamiento del ego, y que se desarrolla entre personas cuyo único nexo de unión es la atracción sexual, los impulsos primarios que mueven al acto.

La prostitución, por su parte, es una práctica consentida en la que a cambio de dinero u otros favores, se produce la penetración y la recepción sexual de la misma sin que medie necesariamente ningún tipo de relación más allá de la comercial.



La (repugnante) pedofilia (que los grupos de presión anormosexuales quieren legalizar) es práctica consentida bajo subterfugios de la clase que fueren para conseguir realizar la penetración sexual a un menor, aunque en muchos casos relacionada con la violación y la prostitución. La relación que se establece debe ser puramente reptiliana. Digo debe porque me resulta tan desagradable pensar sobre ello que me niego a entrar en detalles.

La procreación es una práctica de penetración y recepción sexual de la misma, consentida, no casual y con el objetivo de provocar la fecundación. En ella existen emociones, sentimientos, pasiones, afectos... entre ambos practicantes del acto, y sobre todo un objetivo trascendente, consciente o no, y un compromiso de permanencia, consciente o no.

Un revolcón con el cónyuge es una práctica de penetración y recepción sexual de la misma, consentida, casual o no y con el objetivo de lograr placer sexual, sensaciones y sentimientos de fusión, dominación, entrega, etc., entre marido y mujer.

¿Cuáles son las similitudes entre todas estas prácticas? Que en todas se produce la penetración masculina y la recepción de la penetración por la parte femenina (excepciones al margen). ¿Y las diferencias?



Dónde están las diferencias

Pues está muy claro: Las diferencias están, como en el caso de la leche, en el resto de los ingredientes, que varían significativamente el ingrediente básico sine qua non. La relación sexual conyugal es la única que se produce o puede producirse en un entorno de amor de verdad. El hecho básico y fundamental es exactamente el mismo, un pene dentro de una vagina raca-raca-raca-raca... pero la diferencia cualitativa es enorme, como es obvio.

Cuando algunos utilizan el apestoso eufemismo progre de hacer el amor lo que están manifestando es que, además de sentir unas sensaciones muy agradables con el acto, lo realizan con la persona amada. Que amen realmente o no es importante, pues si se desconoce el significado real del acto y hábito de amar, cualquiera puede decir que lo que hace es el amor. Un violador puede estar convencido y manifestar que está enamorado de su víctima y que desea irrefrenablemente hacerle el amor. Un pedófilo también. El cliente habitual de una ramera también. Lo mismo dos hermanos o padres e hijos. Lo mismo un par de despendolados que se conocen con unas copas encima.

Sin embargo en esas relaciones no hay amor verdadero, sino desvaríos emocionales propios de mentes desestructuradas, de mentes que no son libres para elegir lo que hacer y no hacer. 

Porque no es el hecho de definir una conducta como amorosa lo que le otorga esa característica; igual que la palabra agua no es lo que quita la sed, sino el acto real de beber agua. Es el acto de ocuparse activamente de la vida y el desarrollo de lo que amamos lo que se define como amor, no la intensidad del deseo sexual, la atracción física, el placer, la entrega o cualesquiera otros ingredientes.



El arroz con leche no es queso manchego por mucho que lleve igualmente raca-raca-raca, ni lo será por mucho azúcar lingüístico que le añadamos, por mucho pseudoamor con el que queramos edulcorarlo. Y el sexo conyugal seguirá siendo leche por mucho amor verdadero que exista en la relación.

Si crees que por sentir algo intenso cuando practicas sexo estás amando o que lo que te induce a practicarlo es el amor, es que no tienes ni idea de lo que es amar. Confundes el queso de Cabrales con la leche merengada.






















Puedes seguir aclarando y afianzando tu comprensión de lo que es amar en la columna de la derecha (si estás leyendo en un ordenador), en la sección El Arte de Amar.



.... Continuación (artículo sin título para darle más misterio (va de sexo, sí))

Bien, vamos a continuar el extraño post anterior. Vas a necesitar papel y algo con qué escribir para aprovecharlo al máximo. Supongo que a la mayoría, la palabra y concepto “relatividad” os ha sugerido algo así como Extraño. Oculto. Condicional. Parcial. Accidental. Subjetivo.

Y a la mayoría el concepto “incertidumbre” os ha sugerido algo desconocido. Oscuro. Oculto. Desasosegante. Misterioso. Inquietante.

El concepto “invarianza” habrá sugerido a la mayoría algo fijo. Estable. Inmutable.

Y, finalmente, a la mayoría, el concepto “indeterminación” os habrá sugerido algo así como: Imprecisión. Indecisión. Irresolución.

Esto es así generalmente porque todos compartimos más o menos la misma idea, el mismo concepto sobre las mismas cosas, y como tal, lo recogen los diccionarios de uso de la lengua, como el de la Real Academia Española de la Lengua, el WordRef o el de El Mundo.

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Vale, ¿ya tienes papel y bolígrafo? Bien. Ahora deja que tu mente se llene con la palabra “amor”. ¿Qué te viene a la mente? ¿Qué te sugiere la palabra “amor”? Escribe en un papel lo que te sugiere, (en términos concretos como en los ejemplos que os pongo) antes de pasar el cursor con el botón pulsado por entre los signos de interrogación con espacios vacíos. Venga, muévete y haz un pequeño esfuerzo y coge papel y bolígrafo.

¿Qué sentimientos, experiencias, sensaciones, emociones, afectos... te sugiere la palabra “amor”? Amor. Amor. AMOR.



¿Quizá cariño? ¿ternura? ¿autoestima? ¿reconocimiento? ¿suavidad? ¿gusto? ¿querer? ¿placer? ¿evasión? ¿confort? ¿seguridad? ¿compañía? ¿disfrute? ¿éxtasis? ¿sexo? ¿diversión? ¿reposo? ¿locura? ¿ilusión? ¿emoción? ¿fantástico? ¿gozada? ¿calor? ¿sueño? ¿anhelo? ¿esperanza? ¿unión? ¿fusión? ¿recepción? ¿condicional? ¿encontrar? ¿recibir? ¿alivio? ¿sustento? ¿pasión? ¿posesión? ¿necesidad? ¿destino?

¿Cuántos de esos veintitantos términos ocultos has apuntado en tu lista? ¿Coincides con alguno más? Apúntalo en tu lista.



Ahora mira esta otra lista. ¿Quizá la palabra “amor” ha hecho que surgiera en tu mente alguno de estos otros conceptos?: ¿comprometerse? ¿fidelidad? ¿sacrificarse? ¿dedicarse? ¿trabajar? ¿colaborar? ¿ayudar? ¿entregarse? ¿paciencia? ¿comprender? ¿perdonar? ¿autodominarse? ¿ocuparse? ¿preocuparse? ¿actividad? ¿incondicional? ¿desarrollar? ¿crear? ¿dar? ¿independencia? ¿sustentar? ¿privarse? ¿responsabilidad? ¿conocimiento? ¿poder? ¿exclusividad? ¿voluntad? ¿generosidad?

¿Ha existido un predominio notable de aparición en tu mente de los conceptos que aparecen en la primera lista?

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Por qué os hablaba en el post anterior de los conceptos relatividad, invarianza, incertidumbre e indeterminación? Porque casual o causalmente (yo me inclino por esta segunda opción), son un síntoma de la pérdida del sentido de la realidad del ser humano, de su locura, de la mayoría de los problemas que estamos viviendo en el mundo actualmente. ¿Exagero? Ni un poquito. Ya lo decían Buda (si existió) y Jesucristo: La verdad os hará libres (y la ignorancia infelices). Esto lo explica perfecta y sencillamente Antonio Escohotado: ¿La verdad se fundamenta en la cosa o la cosa en la verdad? Si la cosa se fundamenta en la verdad, existe un repartidor de verdades que nos dice lo que es y no verdad. Si la verdad se funda en la cosa, nos vemos obligados a, mediante el conocimiento intelectual en general y el conocimiento científico en particular, descubrir la cosa para saber si es o no verdad. Así que te toca elegir, si quieres, si las cosas son lo que te dicen o dice el uso común, o si alguien está tratando de ocultarte la verdad.

Claro que esto no se lo puedes decir a un sectario, porque para él, la Inquisición fue algo abominable porque exterminó a 3.000 personas (la española) y por mucho que le digas que él es adicto a la secta que en medio siglo ha exterminado a más de cien millones de personas, va a seguir pensando que “él es de los buenos”.



La Teoría de la Invarianza

En fin, a lo que vamos, ¿sabías que lo que descubrió Einstein no fue la Relatividad sino la Invarianza? Curioso, ¿verdad? Uno de sus hallazgos consistió en descubrir que la velocidad de la luz (300.000 km por segundo) es invariable en todas partes. Es decir, que si tú vas a 1.000 kilómetros por segundo, la luz irá para ti a 301.000 km/seg., o sea, siempre 300.000 km/seg. más rápido que cualquier cosa. Imagina que nuestro universo tiene el tamaño de un balón de fútbol y que la luz tarda un año en llegar de un extremo al otro; pues si nuestro mismo universo tuviera el tamaño de una canica, la luz tardaría en llegar de uno al otro extremo... ¡exactamente lo mismo, un año!

Sin embargo, la gente normal, la desinformada o desorientada —también lo decía Campoamor: "En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, que todo es según el color del cristal con que se mira" cree que esta teoría confirma que todo es relativo, así que puedo hacer lo que me venga en gana. Y no, claro. Lo relativo es el punto de vista del observador, no lo observado. O sea, que si me pongo en mi propio punto de vista “nosotras parimos, nosotras decidimos”. Pero si me pongo en el punto de vista (que no se pone casi nadie) de la pobre criatura indefensa, me van a asesinar. O sea, que si mi mujer se enrolla con otro para ella es bueno y para mí malo y viceversa. ¿Relativo? ¡Y UNA MIERDA! Lo que ocurre es que medio mundo está absolutamente desorientado y no ve más allá de sus propias necesidades.


El Principio de Indeterminación

Discute sobre la realidad con un idiota new age (bueno, en realidad son sinónimos) y te saldrá en menos de media hora con el dichoso “Principio de Incertidumbre”, te lo garantizo. El idiota no tiene ni repajolera idea de lo que es el asunto ése, pero su mente se llena de orgullo y satisfacción cuando se apoya en algo tan científico como la física cuántica. También suena mucho a “Relatividad”, así que el tío estará todo ufano pensando que tanto Heisenberg como Einstein le dan la razón. Puede pensar que todo es incierto, porque lo dijo Heisenberg, así que puede ser un descerebrado sin inmutarse.

Este Principio no es nada desasosegante, si esa es la sensación que te produjo el concepto “incertidumbre”, ni nada esotérico. Simplemente dice que es imposible conocer a la vez la posición y la velocidad de una partícula subatómica, porque si intentas verla estás aplicando partículas de luz (fotón) sobre ella, con lo cual la aceleras. O sea, que no puedes determinar (indeterminación) ambas cosas a la vez, pero incertidumbre no hay, puedes tener la certidumbre de que hay onda-partícula y que ésta tiene velocidad, y puedes observar una y luego la otra.


¿Y el amor?

He intentado, y seguramente conseguido, que entiendas que una cosa es la palabra que recoge un diccionario de uso —que no es otra cosa que el uso normal que le da la mayoría de la gente a cada palabra— y otra muy diferente la realidad a la que se refiere. ¿Te pongo ejemplos? ¿Una almeja es un chirri? ¿Un nabo es una picha? ¿Unos melones son dos tetas? ¿Un polvo es un coito? ¿Es lo mismo indeterminación que incertidumbre? ¿relatividad que invarianza? ¿amor que deseo? ¿hacer el amor que amar?...

La maestra pregunta a Jaimito:
- ¿Cómo mató David a Goliat?
- Con una moto.
- ¿Cómo con una moto? ¿no será con una honda?
- ¡Ahhhh! ¿pero había que decir la marca?


De modo que si eres de aquellos que han anotado sólo palabras de la primera lista de la rememoración de conceptos relacionados con el amor, lo siento, pero tengo que decirte que sin ningún género de dudas has caído en la trampa, no tienes ni la más remota idea de lo que es el amor. Es más, estás absolutamente equivocado, vives como si tu brújula señalara el norte en el sur y el sur en el norte: jamás encontrarás lo que buscas. Confundes el tocino con la velocidad, así que te pasarás la vida comiendo tocino creyendo que eres Fernando Alonso.

Nuca llegarás a experimentar la honda satisfacción de las personas reales, serás un animal, una veleta a merced del viento que sople, de tus pulsiones animales y de las demás. Serás un objeto de la satisfacción de otros mientras les satisfagas, y los demás serán lo mismo para ti. Estás condenado al fracaso porque no sabes amar. Nunca experimentarás el amor verdadero, porque estás buscando otra cosa diferente, y si llamara a tu puerta, ni lo reconocerías.






El amor. El amar

Te amo


Este del amor es un interesante debate para los tiempos que corren, fundamentalmente porque la mainstream impulsa a incautos, crédulos y sinmente, partidarios del “Dónde va Vicente...” a idealizar un concepto que nada tiene de esa sublimidad extática que erróneamente se le presupone. Por eso conviene prestar atención al asunto si uno no quiere ir por la vida repartiendo y recibiendo el dolor que supone el choque contra la tozuda realidad.

Sin necesidad de añadidos, el propio término amor conlleva intrínsecamente la trampa para la mente, pues lo define como cosa, algo que existe, que está en el aire, —el amor, la suerte, la oportunidad— que a uno le llega o no le llega, que lo encuentra o no, y que puede irse como llegó. Sin embargo, el amor real es acto voluntario, de decisión y compromiso; acto de amar, conducta, que convierte al ser humano en sujeto agente de su vida y que repetida se convierte en hábito. Es decir: amar es un PROCESO. 

Por tanto no es correcto decir “Te amo” “Eres lo que más amo” o “Te amo tanto...”, queriendo expresar que aquello que se siente por el otro es lo más grande, porque amar no es un sentimiento, y el desconocimiento de la realidad que nombra garantiza precisamente lo que no se puede hacer, de lo que uno es incapaz, impotente, que es darse al otro para el otro y no para sí mismo. 

Decir “te amo” oculta consciente o inconscientemente el significado real de lo que se experimenta: “te comía hasta las pelusas del ombligo”, “te quiero sólo pa mí y pa siempre o hasta que me canse”, “me pones a mil” o “que me voooyyy”. El falso amor es el amor del vampiro, que seduce para conseguir alimentarse con la energía, la vida, la sangre del otro. ¿Te amo porque te necesito? ¿O te necesito porque te amo, y sin ti, impotente, no puedo desarrollar mi capacidad de amar? Y vivir una vida sin amar porque no se sabe qué es vivir una vida inútil, estéril, infeliz.


No, no es correcto hablar del amar como sentimiento, porque no lo es, y se confunde con deseo, pasión, lujuria, excitación, morbo... que me suceden involuntariamente, convirtiéndome así en sujeto paciente de algo, no en hacedor, sujeto agente de mi vida y mis actos. 

Decir amor paraliza el proceso del verbo transitivo amar (no es nada si no se complementa con algo, algo que amar) y lo convierte en intransitivo, lo vacía, lo inmoviliza, lo cristaliza y por tanto pervierte su significado real, verdadero, auténtico. 

Y que amar no sea un sentimiento no significa en absoluto que en el amar matrimonial auténtico no se den la atracción, el deseo o el morbo; tampoco que no sean ellos los que nos conducen a la decisión y compromiso de amar, sino que estos son ingredientes del amarse en el matrimonio, pero de ningún modo lo sustituyen. Uno debe saber lo que es amar antes de atreverse a pilotar esa nave, porque si no lo sabes lo más seguro es que estés pilotando tu vida hacia el fracaso.

Para poder entender mejor este asunto, es interesante comparar este fenómeno con otros ejemplos de fenómenos lingüísticos igualmente perversos: igualdad, progreso, democracia, libertad, felicidad... Con ellos el político farsante activa los centros cerebrales del placer del oyente como ocurre con los ratones del flautista de Hamelin, produciendo sensaciones agradables en los que lo escuchan, aunque luego no exista un proceso real de igualdad, de progreso o de democracia sino todo lo contrario. ¿Os acordáis de la socialista República Democrática Alemana? El mismo que el caso del poder popular en Cuba o Corea del Norte. Ese intento de manipulación de las mentes ajenas a través de las palabras es el mismo que subyace en el amor. El término democrática o popular se convierte en etéreo, intangible, “bello”... radicalmente alejado de la realidad real; pero aun siendo palabra vacía, no pocos se arrojan al precipicio hipnotizados por su música. Algo que continúa ocurriendo hoy en día, lamentablemente, en muchas partes del mundo.

Para algunos amor es lo que el DRAE declara. Pero olvidan que este diccionario de referencia recoge el uso habitual que la corriente dominante le da a la palabra, pero no el significado real que definía el término en su origen, la realidad que nombraba. Y si uno desconoce la diferencia entre una realidad y otra diferente, realmente no conoce la realidad. Como en el ejemplo anterior, confunde sus deseos de democracia con la realidad antidemocrática, se conforma —como el traidor Cifra (Cipher, de Lucipher, ojo, ¿no lo ves aún?) en Matrix— con la palabra sagrada aunque viva en una tiranía, le da igual que su amar no sea real mientras sienta que sí lo es. Y sufre las consecuencias, que no son otras que perderse realmente la capacidad de amar y de ser objeto de amor verdadero, que es la experiencia cumbre de la humanidad, ser un infeliz toda la vida. 

¿Dónde ha quedado, si no, la realidad a la que hacía referencia el término amor originalmente? ¿Se ha desvanecido? ¿Se ha extinguido? Y si existe aún, ¿qué nombre tiene?. ¿Lo vas viendo?

Si el amor fuera un sentimiento ¿qué valor tendría? (el que tiene hoy en día en la corriente dominante: “Te amo (mientras me intereses”)) ¿Por qué se tendría que considerar el amor un Valor esencial para el ser humano si no es otra cosa que búsqueda del interés propio? ¿Y si pudiera reproducirse ese sentimiento agradable por medio de una máquina, algo no desdeñable por utópico sino muy cercano en el tiempo? ¿dónde quedarían entonces el amor y el ser humano?. ¿Ya lo ves o aún no?

Sin embargo, el amar como proceso permite comprobar su aplicación real: me ocupo de ti, te ayudo con tus cosas, te apoyo cuando estás mal, me divierto contigo, te soporto cuando tienes tus crisis, espero con paciencia a que te repongas, te cuido, comparto mi vida contigo, creamos una familia... a pesar de que mis propias necesidades me demanden hacer otra cosa. No engañes ni te dejes engañaar; si alguien te dice que te ama, pregúntale inmediatamente ¿cómo haces concreta y específicamente el acto de amarme?

Como dice en Erich Fromm en El Arte de Amar (¡Quietas las vísceras!, el enlace es el único que tiene el contenido del libro gratis, para el que no lo tenga y no le llegue el presupuesto para comprarlo), amar es un arte, y como todo arte requiere compromiso, entrega, trabajo, disciplina, renuncia... Si no existen estos valores en el amor, lo que hay es un tipo de pseudoamor, vampirismo, pero no se ama realmente. Amarse es un verbo de acción que implica trabajar por el otro, juntos, por un gran objetivo compartido: perpetuarse, inmortalizarse, trascenderse a sí mismo, la eternidad.






No hay sentimiento que valga;
el amor es una ocupación
como otra cualquiera.

Jacinto Benavente