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A vueltas con las palabras: sexo, amor...

Ya sé que a mucha gente le rechina la palabreja esa de follar. Reconozco que a mí también un poco; ya os habéis dado cuenta de que prefiero hablar de echar un kiki o usar otras expresiones que son más personales y no están para compartirse. 

No sé por qué extraña razón el vocablo se ha convertido en un sinónimo de sexo bajo, sucio y animal; curiosidades del destino. Sí sé por qué (generalizo) las mujeres y los tontiprogres abominan de él, pero como ya hemos dicho muchas veces que "hacer el amor" es un intento de dulcificar una conducta a fin de aparentar que se hace algo honorable cuando en realidad no lo es, no me voy a repetir. 

La palabra "follar" tiene el mismo origen etimológico que el castellano antiguo folgar y el más moderno holgar, y su significado es algo así como vaguear, holgazanear. 

Curiosamente comparte orígenes y significado con "joder". Paradojas de la vida, lo bueno se convierte en anatema y el engaño en virtud. 

Por otro lado, como os comenté, he estado indagando sobre los orígenes de la expresión "hacer el amor" y he encontrado algunas opiniones bastante sensatas que afirman que deriva, como casi todo lo malo, de la France. "Oh lá lá, vous étes si belle que ça me fait souffrir, mademoiselle! J'ai tombé fou d'amour pour vous, je veux vous faire "faire l'amour" á la folie pendant toute ma vie" ¿Qué mujer necesitada podría resistirse a un embaucador semejante?






Parece ser que la expresión procede del término cortejar (galantear o enamorar a una persona o intentar el macho atraer a la hembra -sean animales racionales o irracionales- en celo con la intención de aparearse) de donde surgió la expresión "hacer la corte". 

Pero como parece que aquello no acababa de funcionar como aseguraba la publicidad, ellos y ellas acordaron, los primeros engañar y las segundas dejarse engañar si se mencionaba el término clave, el que disculpa cualquier tropelía, cualquier tiranía, cualquier vicio: el amor, l'amore, l'amour, love... ¡Oh, el amor! ¿No? 

Porque poniéndome en la piel de una mujer, imagino que será más fácil acceder a abrirse de patas si te dicen que te van a hacer el amor que si lo que te advierten es que te van a meter la tranca en los aíes ¿no? Si es que hasta el gusanillo de la conciencia se ha ido de vacaciones. 

La expresión echar un polvo, por su parte, algunos creen que tiene relación con la metáfora bíblica del polvo del que provenimos y al que volveremos indefectiblemente, y consecuentemente con la práctica de la imposición de la ceniza que da inicio a la Cuaresma y que te recuerda, majete, de dónde vienes y a dónde vas, como para que no dejes de prestar atención a qué demonios haces en este mundo, si mejorarlo o jorobarlo. 

También hay quien piensa que la expresión se origina en la aristocrática costumbre de esnifar polvo de rapé (tabaco) en las reuniones. Como debía ser una práctica considerada socialmente nada virtuosa, aquellos que querían ponerse, se iban discretamente a otra habitación. Alguno preguntaría intrigado "¿Dónde váis?" y para disimular responderían jocosos eso de "Nos vamos a echarnos unos polvos". Digo yo, vamos.


Hacer el amor o (ser) el tonto

Forrest Gump "haciendo el correr"
Hace unos días recordaba aquello de los verbos transitivos -los que implican movimiento- mientras conversaba con una gente de esa que hace ascos al término "follar" porque la palabra le suena mal. 

Yo argumentaba que "chorizo" suena peor, y no digamos ya "cerdo", y a poca gente sana mentalmente le causan repelús unos buenos ibéricos. Si tenemos en cuenta que estas palabras se utilizan como insulto, debían provocar más rechazo que aquella otra ¿no? 

Bueno, también hay que reconocer que follar también se utiliza como sinónimo de joder, fastidiar, apalear, etc., pero incluso así, uno se esperaría un desagrado al menos similar, ¿no? Pues no. 

Así que sigo inclinándome a pensar que esas personas que se encaman con el primero que pasa pero abominan del palabrito mientras enarbolan eso de "hacer el amor" en cuanto tienen la oportunidad son unas hipócritas totales que pretenden adornar una conducta reprobable para que su conciencia no les torture.


 
Os decía eso de los verbos transitivos porque durante el transcurso de esa conversación descubrí una forma de explicar la farsa lingüística que quizá os ayude a entenderlo mejor que en estos los intentos de la sección El Arte de Amar  (en la columna de la derecha) y particularmente éste

Veamos, si se usa un verbo transitivo precedido del infinitivo del verbo hacer, sale un churro que no veas. Pongamos por ejemplo estos verbos transitivos: andar y cocinar. ¿Diríamos "Voy a hacer el andar"? o ¿Voy a "hacer el cocinar"? 

Pues no, el verbo hacer lo usamos con sustantivos como en "Voy a hacer una maratón", "Voy a hacer un bacalao al pil-pil" o "Voy a hacer el tonto", pero no con un verbo transitivo. 

Simplemente porque es redundante, así que basta con anunciar "Voy a correr" o "Voy a cocinar". ¿Verdad? 

Si tiramos de gerundios, la cosa no pinta mejor: Estoy cocinando/Estoy haciendo el cocinar; Estoy andando/Estoy haciendo el andar. Absurdo ¿verdad?. 

Entonces ¿diríamos "Estoy amando" o "Estoy haciendo el amor" cuando estamos chingando? Porque como decía la mamá de Forrest, "Tonto es el que dice tonterías"


Los Obama y el sexo: ¿Tiene Barack la cola negra? ¿Y Michelle el chichi renegrido?

¿Qué es Obama? ¿Un negro? ¿Mulato? ¿Afroamericano? ¿Una persona? Habrá más de un desinformado que continúe creyendo que llamar “negro” a una persona cuya piel es de color negro es una muestra de menosprecio o xenofobia, y preferirá referirse a él como “de color” sin especificar cuál concretamente. 

Porque “de color” también son los chinos, los japoneses, los vietnamitas, los indios americanos. De otro color, sí, pero de color al fin y al cabo. ¿O no somos nosotros blancos para los negros? ¿Nos llamarían “de color” o simplemente "blancos"?.



Es típico entre un sector de la sociedad, justo el que más perjudica a los débiles con sus nefastas ayudas, utilizar el lenguaje política e ideológicamente correcto, y de ahí surgen aberraciones de la mente humana como la ministra Aído ¿O es Aída? Empeñada en seguir haciendo que muchos nos avergoncemos de ser españoles. 



Qué envidia los americanos ¿verdad? Tienen un presidente negro zumbón y a mucha honra; pronuncian el “anatema” Dios sin ningún rubor, es más, lo hacen con orgullo y convicción mientras en España hablar de Dios o de Jesucristo implica casi indefectiblemente que te acusen de ultraconservador, facha, o más suavemente teocon; hablan de unidad, de patria y de batallas civiles ganadas mientras nosotros desenterramos los muertos del bando que pretendía convertir España en un erial comunista como si fuesen los héroes y dejamos en las cunetas a los que consiguieron evitarlo; dividimos España en taifas gobernadas por individualidades humanas de ínfimo nivel intelectual y humano (jardineros, conserjes, inúties probados...) y acusamos a los que ondean sus banderas nacionales de “patriotas de hojalata” o “ultraderechistas”. En fin, país. 

Es como Europa, a la vejez, viruelas; frente al empuje americano nosotros andamos enredados en indefiniciones identitarias, ausencia de valores, rebeldía contra nuestros mayores… ¿estamos tontos o qué? ¿Los Obama follan, chingan, culean o joden (bueno, esto ya se verá)? 

Dándole vueltas al asunto de los negros, blancos y demás, me puse a pensar en los eufemismos y el lenguaje políticamente correcto. Cierto que ya hemos hablado en más de dos ocasiones del asunto, sobre todo a partir del repugnante modo de expresarse de Lorena Berdún y otras que tal bailan, pero lo que ha motivado mi curiosidad son los eufemismos regionales, locales y familiares para designar aspectos vinculados a la sexualidad. 

Pero como sería muy limitante que hiciese este post con los que yo conozco, así a botepronto, os invito a vosotros a que participéis, españoles o hispanoamericanos (que no el galicismo “latinoamericano” ¡Ya quisieran los gabachos!) o de todo el mundo mundial hispanohablante, anglófono, francófono o nihongo (creo que se dice así en japonés), en la elaboración de una lista para nuestro particular libro de récords, con todos los sinónimos y otras rarezas lingüísticas, (especificando entre paréntesis el país, región, o lo que sea, y si no se especifica, es que es de España general) que conozcáis para designar: 

  • Acto sexual: polvo, casquete, kiki, limpiar el sable, mojar el churro... 
  • Pene: cola, pilila, picha, polla, mango, rabo, nardo, tranca, verga, falo, palote, churro... 
  • Vagina: chichi, coño, almeja, concha, chirla, papo, sisí (fr.), peretete, amparito, ratusca, raja, potorro, mincha, caculi, chocho, chochete, cula...
  • Clítoris: pepitilla... 
  • Glande: capullo... 
  • Orgasmo: corrida... 
  • Eyaculación: corrida... 
  • Semen: leche, caldo, lefa... 
  • Ano: culo, trufa... 
  • Sexo oral: mamada... 
  • Sexo anal: enculada, romper el culo, borrar el cero... 
  • Masturbación: paja, gayola, manita, manuelilla, alemana, alemanita, cascársela, dedo (fem.)... 
  • Testículos: cojones, pelotas, huevos... 
  • Senos: pechos, tetas, domingas, melones, manuelas... 

Y todos los términos que se os ocurran. Quien no quiera ponerlo en un comentario, que me escriba un mail a cienorgasmos@gmail.com o un tweet en mi cuenta de Twitter @100Org1 con sus “palabros” y yo lo incluiré en la lista anónimamente.

Año Internacional del Amor en el universo de la Cienorgasmología


En estos días en que me he tomado unas largas vacaciones dejándoos a todos sin el placer de mi inestimable presencia ;-) no he dejado de acordarme de vosotros.

Pero sobre todo os recordé uno de esos días en que una de esas causualidades que la vida nos pone de vez en cuando en el camino me regaló una perspectiva diferente desde la que observar el hecho del amor. 

Y como toca desearos a todos −sin ironías− un feliz y próspero año 2009, quiero aprovechar ese regalo para declarar oficialmente este 2009 el Año Internacional del Amor en el universo de la Cienorgasmología. 


EL LENGUAJE DEL AMOR 

Repetía un amigo, a colación de las causas de su matrimonio truncado, que “Si lo que vas a decir no es mejor que el silencio, mejor no lo digas”. Y en ese momento se me encendió la bombilla, porque ciertamente ¿qué mejor demostración de amor verdadero que cerrar la boca cuando uno no está en buena disposición anímica para hablar? ¿Qué mejor ocasión para demostrar a nuestro cónyuge nuestro amor que callar si no se va a decir algo constructivo? 

Siempre, y creo que no exagero cuando generalizo, es mejor dejar pasar unos días para que la ira −o lo que sea− se haya templado para hincarle el diente a cualquier desavenencia o problema, que discutir en caliente


A esto habría que añadir que −y no me refiero sólo a las mujeres, porque hay hombres insoportablemente incontinentes verbales− ¿no es mejor callarse y leer un libro que volver a hablar de lo que ya se ha repetido centenares de veces? 

A mí las peroratas de mi contraria me funden las sinapsis, llega un momento en que mi cerebro está tan inundado de cháchara estéril −excepto para sus inagotables ansias de comunicar por el hecho de comunicar− y busca desesperadamente una salida, un rato de silencio, un paréntesis, algo de calma para poder dejar que la mente simplemente vague por donde le apetece. 

Normalmente aprovecho para recluirme en mi excusada cueva, echar siete cerrojos para evitar interrupciones y enfrascarme en la lectura de cualquier cosa, últimamente los libros Guiness de los Récords en versión papel. 

Estoy convencido de que el silencio es una necesidad, y el ruido constante nos lleva a la enfermedad, y entonces pienso: ¿será que esas personas con vocación de sacamuelas necesitan hablar constantemente para impedir que sus mentes se enreden en pensamientos que les asustan? ¿tienen miedo de sí mismos? ¿necesitan describir minuciosamente cualquier cosa para ser más conscientes de ella? 

No lo sé, le daré unas vueltas a ver si se me ocurre algo y ya os contaré, porque ahora se me ocurre que también existen personas que con su lenguaje nos demuestran con insistencia que ni nosotros ni nuestras opiniones les importamos un pimiento fuera de la satisfacción de sus necesidades; me refiero a los que a cada comentario que hacemos, responden sistemáticamente con una frase que comienza con un no o un pero


LA PRÁCTICA DEL AMAR 

Pero no es de la incontinencia verbal o de la negatividad de lo que quería hablaros hoy, sino de lo que ocurrió cuando oí a mi sexagenario amigo pronunciar la frase. 

En ese momento mi mente comenzó una fulgurante labor de conexión de ideas hasta que compuso un elegante parafraseo de la suya y que constituye una precisa definición del amor como conducta: Si lo que vas a hacer no es mejor que no hacer nada, mejor no lo hagas

Lamentablemente el concepto amor está tan confundido por el sentimentalismo que es raro encontrar una definición tan certera, tan inexcusable, un verdadero termómetro del amor que profesamos a nuestro cónyuge, a nuestros hijos, familia, amigos, a Dios... que pone contra las cuerdas al ignorante, al necio, al mentiroso, al que dice amarnos porque lo siente intensamente aunque al “amado” no sólo no le beneficia sino que le perjudica. Si partimos del axioma de Fromm: “El amor es la ocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos”, nos encontraremos con la prueba definitiva de nuestro amor por los demás y también del que somos objeto. 

Porque cada uno tiene su misión en la vida, que no está supeditada a la de nadie, yo soy yo y tengo mis intereses, mis preferencias, mis fobias y mis filias, de modo que si el otro no me ayuda en la consecución de mis objetivos vitales, si no me apoya cuando desfallezco, si no me anima, si no mejora las condiciones de mi existencia ¿qué demonios pinta a mi lado? ¿No está buscando únicamente un antídoto para su mal vivida soledad? ¿O no está simplemente buscando como el toxicómano su ración diaria de sexo? 

Estas y otras son las reflexiones que me surgieron de aquella inocente frase que escuché causualmente. Supongo que ahora también son vuestras, y de todos, así que espero un buen intercambio.


Capítulo 5 - Atrapar su Mente: Conviértete en director de la orquesta de tu mujer


Deja que acuda a tu mente la imagen de un gran director de orquesta. Un maestro como Karajan capaz de organizar y dirigir un gran número de personas y complejos instrumentos, de los que extrae su fruto mediante un sutil lenguaje corporal: postural, gestual, y particularmente sus manos y su batuta, sintiendo nítidamente cada matiz de la música que está produciendo. ¿Resultado? Un feedback recíproco: la orquesta se ve reflejada en los movimientos del director y él siente el reflejo de su propia actuación sobre en ella a través de la música. Una sinfonía armónica que lleva a los que la escuchan a experimentar y gozar de las sensaciones y sentimientos que el autor de la partitura quiso transmitir cuando la creó.

Sin embargo, la actuación de la mayoría de los actores sexuales se parece más al bueno de Angus Young y su guitarra, o a este lumbreras anónimo, reproduciendo ritmos arrítmicos y cadencias monocordes, tan útiles para crear una melodía armónica como el aserrar de un carpintero. Atrofiada su capacidad de sentir la música a base de ruido y mucho menos capaces de transmitir sensaciones sutiles, cambios de tempo, de intensidad, de frecuencia, pausas y movimientos a su orquesta, poco placer pueden provocar en cuanto la pasión inicial del matrimonio decae. Son los que se basan en su experiencia con la zambomba masturbatoria arriba-abajo, como el papel higiénico, y frotar hasta acabar. Éstos pueden terminar produciendo algún sonido parecido a música, cierto, pero más por que existen instrumentos capaces de sonar aceptablemente sin dirección externa que por su habilidad inexistente. Tanto la buena música como las obras de arte quedan fuera de su alcance. A estos es mejor que sea la mujer quien les dirija. O como suele suceder, que cada uno vaya a lo suyo. Pero hacen el amor ¿eh?. Patético.

En el lado contrario, un maestro de la Cienorgasmología conoce a la perfección los instrumentos que componen la orquesta que va a dirigir, sabe cuál es el timbre, tono, volumen, tempo, sensibilidad... y umbral de saturación de las diferentes partes del cuerpo de su mujer. Un aprendiz o un mal director se dedica a buscar misteriosos puntos G que puedan producir algún sonido decente o ni eso, se queda con la búsqueda de su propia satisfacción mientras descuida instrumentos esenciales y su propio desarrollo. Para alcanzar la maestría es necesario prestar atención a la partitura que queremos interpretar, una pieza variada en intensidades y con pocos estribillos repetitivos, y a los instrumentos de que disponemos.



Vamos a verlos. Los toques con la pelvis que ya anticipamos en el anterior capítulo deben ser ahora manejados, pero en ausencia de imágenes ejemplificadoras por razones obvias, habrá que recurrir a descripciones con terminología más o menos ortodoxa. Para transmitíroslo sin recurrir a vídeos, voy a representarme mentalmente a mí mismo dirigiendo una obra concreta con una orquesta y describirlos lo que hago, cómo lo hago y lo que escucho. Tened en cuenta que esto no es una regla matemática, sólo una posibilidad entre muchas. Una advertencia previa: teatralizar es igual a no sentir, a fingir, a mentir, a exagerar... de modo que sé auténtico en lo que sientes. Si no sientes aún nada, ten paciencia, poco a poco empezarás a sentir la música que diriges y con un poco más de tiempo también llegarás a ser un maestro. La satisfacción que te proporcionarán los aplausos al final compensarán de sobra el trabajo.



TOQUES NATURALES DE BATUTA PÉLVICA

- Colócate en cienorgásana entre sus piernas. Entra en su cuerpo, pero no lo hagas ni como si estuvieras aparcando el coche ni tampoco como si fuese la escena de la película más ñoña que hayas visto. Sé natural, el momento te dirá cómo de rápido o de intenso. Siente, y sobre todo siente lo que ella siente.

- Un par o tres de empujones lentos, intensos, profundos y conscientes más para darle tiempo a que disfrute la sensación... y cuando toque salir retrocede sólo un centímetro o menos y vuelve a empujar, describiendo a la vez con tu pelvis un amplio semicírculo de lado a lado que frote pubis contra pubis. Es oportuno aprovechar la intensidad del momento para que ese arco sea profundo, que mueva todo su cuerpo con tu empuje. Ella sentirá una ola que sobrepasará los límites de su cuerpo y llegará hasta su cabeza. Muchas sensaciones. Y sorpresa. Retírate.

- Repítelo igual, consciente. Empieza por los dos o tres impulsos rectos y termina por la salida semicircular pero en el sentido inverso; no copies la profundidad del primer empuje, haz primero uno superficial o en dos etapas con parada intermedia para romperle el ritmo y capturar su atención mientras ella se pregunta: “¿qué va a hacer ahora? ¿qué está pasando?” Y tú lo estás viendo en su cara.

- Puedes repetir el movimiento, pero ella en ese momento ya se espera que lo hagas otra vez y empezaría a poder desconectar su mente de lo que le haces, así que aprovecha la oportunidad: rómpele el ritmo empezando con un pequeño arco y vuelve por donde viniste. Al llegar al final del arco... ¡sal!

- Quédate un momento sólo con la punta dentro, un instante que vuelva a capturar su atención expectante por lo que viene a continuación.

- Toca con una mano sus costillas flotantes e inmediatamente, justo cuando se pregunte qué estás haciendo... vuelve a entrar empujando y cuando llegues hasta el fondo no pares, elévate de modo que aplastes la base de tu cola contra su clítoris y sácala manteniendo la presión fuerte sobre él.

- Vuelve a entrar sin modificar la posición, con lo que volverás a frotar toda tu cola contra su clítoris en sentido inverso.

- Repítelo dos veces más, pero en la última, cuando llegues al fondo... sal describiendo otra vez un arco de circunferencia similar a los anteriores.

- Ahora no vuelvas por donde has venido, porque eso es lo que ella espera, así que continúa la circunferencia en el mismo sentido para sorprenderla.

- Vuelve a hacer otra circunferencia completa más mientras observas su expresión.

- Sal, ella ahora espera que sigas con intensidad, así que rompe su dinámica mental con un par de mete-sacas rápidos y superficiales.

- Para. Muévete muy despacio. Observa.


Ahora tienes que empezar a trabajar con la intensidad y el tempo, porque ella está esperando más, está totalmente entregada, sorprendida, en tus manos, así que ahora toca pasar de andante a allegro vivace y al definitivo allegro molto vivace progresivamente...


- Toca. Mírala. Sonríe. Pregunta ¿quieres más? No esperes a la respuesta.

- Di: “toma”, “más”, “vamos”, “siente”, “disfruta” o algo así para centrar su mente en el objetivo. Acércate más a ella y pega tu cuerpo al suyo mientras empujas profundo.

- Empuja tres o cuatro veces profundo y apretándote contra su pubis en cada final. Cambia.

- Sepárate. Empuja en semicírculo más rápido que antes pero igual de profundo ¿te sigue?

- Empuja tres o cuatro veces ¿te sigue? Continúa un par de veces más. ¿No te sigue? Para un instante... Toca. Sonríe con expresión de control. Di ¿Qué haces?. No esperes respuesta.

- Separa tu cuerpo del de ella y empuja en semicírculo en sentido inverso ¿Te sigue ya?

- Acelera los empujes ahora rectos. ¿Te sigue? ¿Sí? Pues sigue. Sigue, sigue... ya la tienes...


Si todo ha ido como yo imagino a estas alturas ya la has llevado a las puertas del primer orgasmo, así que sigue sin parar al ritmo de su respiración, armonizándote con lo que le haces sentir hasta el final. Ni se te ocurra pensar en dejarte arrastrar por ella, estás centrado en ella, y si este orgasmo se lo has hecho en cinco minutos, no la vas a dejar así. De modo que concéntrate en ella y en sus movimientos para olvidarte de ti.

Bien, si lo has conseguido, ya has dado el primer paso para alcanzar la maestría en la Cienorgasmología. Dentro de un mes, le harás un orgasmo nada más entrar en ella, en el primer empujón. ¿Es posible? Claro, ella ya se ha descondicionado del mete-saca, frota-frota hasta acabar, y ahora sabe que lo que le espera es una incógnita, un nuevo y quizá diferente océano de placer que le inunde, ya no tiene dudas, está entregada a ti y a lo que quieras hacerle, porque sabe que sabes.

Puedes probar otras combinaciones de toques, toques verbales y toques de pelvis, esto no ha sido más que un ejemplo redactado a vuelapluma y apenas revisado. En próximos capítulos os daré más claves para que podáis meter cien orgasmos en una hora, encadenárselos y alargárselos.