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La Cuarta Regla, el castigo, el amor y el sexo

Con la Cuarta Regla o Castigo Negativo concluye esta serie de (Primera, Segunda y Tercera −partes y −) estrategias y tácticas para mejorar nuestras relaciones conyugales y sexuales

Ya hemos hablado de que el frío del invierno en el hemisferio norte nos congela la libido y la crisis contribuye a deprimirla, provocando en las más sensibles mujeres, sentimientos erróneos como el no sentirse deseada, querida, etc., etc. Ello a pesar de que las conductas masculinas −también afectados por el invierno− evidencien la intención, atención y dedicación hacia ellas. 

Se supone que todo el mundo sabe que obras son amores, pero no hay manera de razonar con una mujer que se empeña en creerse sus propias pajas mentales, sus interpretaciones de la realidad y sus sentimientos. Por favor, empollaos la sección “El arte de amar” de este Blog y dejaos de zancadillear vuestros matrimonios. 



TE QUITO LO QUE QUIERES

El Castigo Negativo es, para entendernos, como el inefable Pere Navarro, a la sazón esbirro de este desgobierno, sección Tráfico, gusta de aplicar a los demás, que no a sí mismo: TE QUITO LO QUE QUIERES. Puntos del carné de conducir y dinero de la cuenta, que a ver si así llenamos las arcas del estado sin que los incautos noten que les estamos sangrando. 

Y de paso nos someten a todos a un miedo permanente a ser cazados in flagranti delicto con limitaciones que van en contra de toda lógica revestidas de preocupación por nuestra seguridad. Igual que el Navarro este, el Castigo Negativo es la táctica preferida por demasiadas mujeres para conseguir lo que quieren: te quitan el sexo y listo. 

No digo que cuando nos enfadamos los varones no cortemos el grifo del sexo, pero esto es una consecuencia del malestar, no una táctica aplicada ex profeso. 

Se trata de un vulgar chantaje, algo penado por la ley, pero como vivimos en un estado de derecho en el que la igualdad brilla por su ausencia, nos jodemos; no por las condenas, sino por el diferente trato mediático recibido: ¿alguien ha oído hablar de la “violencia feminista?. 

Porque de la “machista” seguro que sí, y las cuchilladas son cuchilladas las propine quien las propine. Es lo que tiene vivir en una sociedad enferma. 



SÉ INTELIGENTE, SO ANIMAL 

Conozco a una mujer que suele contar una anécdota impresionante. Resulta que eso del sexo le interesaba en proporción inversa al dolor que experimentaba cuando su marido le arrimaba la tranca, razón por la cual su matrimonio estaba a punto de naufragar. 

Un día cualquiera le confesó a su suegra su inapetencia y dificultades; la señora −una dignísima señora de las de toda la vida y de la very high class española además− le mostró, ante su estupefacción, unos cuantos conjuntos de picardías celosamente guardados como preludio de una confidencial lección magistral. 

La señora sabía que su marido era un golfo, y que forrado como estaba, se permitía todos los caprichos que le apetecían, pero en lugar de chantajearle dejándole sin sexo, le recibía a la hora de la madrugada que llegase como una auténtica profesional. 

Mi amiga, que ni salía de su asombro, ni se enteró de qué iba realmente el asunto, le espetó: “A mí no me han educado para ser puta”, a lo que la todavía suegra le contestó: “Sí, pero yo he salvado mi matrimonio”. 

La continuación de la historia podéis imaginarla: mi amiga fue sustituida por una mujer de esas que pueden calificarse de viciosillas, mientras su ya ex suegra siguió viviendo feliz con su marido, aplicando el Refuerzo Positivo en lugar del Castigo Negativo hasta que la de la guadaña les separó. 




LAS ESTRATEGIAS MASCULINAS 

Los trucos preferidos por los varones suelen ser hurtarse a sus esposas: llegar tarde de trabajar por no verla, ponerse a ver deporte por la tele y a la vez escuchar la retransmisión por la radio con auriculares (verídico, mi ex cuñado lo hace), irse al bar con los amigos, al fútbol... o simplemente unir ambos pabellones auditivos con un tubo hueco intracraneal. 

Aunque a veces todo ese arsenal no basta; no hay escapatoria posible porque el lenguaje no verbal se percibe aunque estés viendo la tele y acabas entrando al trapo, y por esta razón es muy manido el recurso a refugiarse horas y hora en la cueva: la planta 42 (en gabacho) o el turismo por los USA. 

¿Que qué? Es un chiste, la planta 42 en francés es la “cagán dé”, y la visita a yankeeland curiosamente siempre suele ser al estado de Illinois, concretamente a Chicago. 

Ya habréis imaginado por lo currado de los chistes que es mi recurso favorito cuando mi cerebro dice: “¡basta!”, ante la inacabable y archirrepetida cháchara de la contraria. 


POSIBLES SOLUCIONES ALTERNATIVAS Por principio debe usarse el Refuerzo Positivo y Negativo frente cualquier otra opción, es una clara demostración de amor verdadero. Después que cada cual sea consciente de lo que no hace bien y lo cambie: la mujer debería abstenerse de hacer interpretaciones emocionales de la realidad y de hablar sin parar −para eso están las amigas−, mientras que el varón evitará escabullirse por la sola presencia de su esposa y las tareas domésticas. Pero este tema da para mucho, como mucho es el conocimiento que cada uno debería tener de su sexo y del contrario para evitar disputas tontas, por lo que desisto de intentarlo y os recomiendo para estas navidades estos instructivos a la par que útiles libros.


"sexo", "adolescentes", "niños", "niñas", 


Contra el romanticismo


Acabo de leer este interesante post sobre el romanticismo, así que hago un paréntesis a la cienorgasmología.


Dice Carlos: 

El filósofo Ferran Sáez, en su último e interesante libro Els bons salvatges, define el romanticismo como "una de las peores enfermedades que ha padecido nunca la cultura occidental". Más adelante también califica al romanticismo como "catástrofe cultural".

La verdad es que no puedo estar más de acuerdo con esta opinión. En sentido coloquial, se entiende por romanticismo dar más importancia a los sentimientos que a la razón, a la subjetividad que a las normas, mientras que en una acepción culta, generalmente se piensa en Brahms o en Mahler. Ambas acepciones son muy insuficientes. 

En primer lugar, Hume ya expuso la falacia que se encierra en la contraposición entre sentimientos y racionalidad. Lo que se suele dar en realidad es un conflicto entre sentimientos distintos. Por otra parte, el uso culto del término no puede hacernos perder de vista que el romanticismo impregna toda la cultura popular actual. Jim Morrison o los Guns N'Roses son también claros ejemplos de artistas románticos, tanto desde el punto de vista biográfico como estrictamente musical.

Continúa, así que sigue leyéndolo en el blog Archipiélago Duda Y luego lo comentamos por aquí si os parece.


Mejora tu vida conyugal limpiando de basura tu mente

El primer paso para conseguir poner al mal tiempo buena cara y atenuar los efectos desanimadores del invierno es poner a punto el cerebro. Quizá es precisamente el mayor ensimismamiento que produce esta estación constituye una especie de limpieza de la acumulación de basura mental −que ya sabemos que ocasiona el Alzheimer individual y social− esa especie de hibernación en la que la actividad frenética del estío decae. Pero ¿Por qué la llamo “basura mental”?  

La basura mental 

No, no voy a hablar de cero Zapatero, tranquilos. Lo que quiero es que imagines que tu ordenador se vuelve loco, el disco duro empieza a cobrar vida y en lugar de responder a las órdenes de tu teclado y ratón, comienza a funcionar independientemente. De repente surgirían −a medida que el procesador y la memoria de trabajo (RAM) lo permitieran− en tu monitor todas las imágenes, palabras, números... todos los sonidos en tus altavoces... se activarían la impresora, el escáner... 

El teclado, el ratón, el botón de apagado y encendido dejarían de obedecerte, volviéndose todo el sistema contra tus intentos de control. Eso es lo que le ocurre en ocasiones al cerebro humano; la cantidad de ideas, palabras, imágenes, cálculos, sentimientos, emociones, pasiones, afectos y fundamentalmente miedos, bullen sobre la consciencia, la torre de control, el lugar desde donde el ser humano maneja su disco duro, el inconmensurable almacén de inconmensurables datos almacenados a lo largo de la vida, impidiendo que se haga con el control de todo el sistema. 

Si alguna vez te has preguntado por qué los niños tienen esa increíble capacidad de abstraerse en un juego y olvidarse de todo, ahí tienes la respuesta: tienen menos información almacenada, menos miedos, responsabilidades y necesidades, y consecuentemente, menos basura mental perturbando la concentración de toda su capacidad mental en sus actividades. 

Esa misma ingente acumulación de información es la que cada noche construye automáticamente tus sueños en base a las vivencias de diferente intensidad y duración que han ido llegando a tu cerebro desde el momento de tu concepción, tus necesidades, tus alegrías, tus miedos y tus anhelos. 



Cómo lo ve uno mismo 

Imagina ahora, como si vieses por medio de una cámara que acelerase el paso del tiempo, que la consciencia eres tú mismo, y que la actividad de tu cerebro es la atmósfera. 

Desde tu punto de observación terrenal, el cielo no será otra cosa que una rápida sucesión o superposición de todas los infinitas tonalidades celestes, todos los tipos y colores de nubes, los relámpagos, rayos, lluvias, sonidos de vientos, objetos arrastrados por el viento, granizos, nieves, poluciones, aves, aeronaves, fuegos artificiales, la luna, el sol, los eclipses, cometas... mostrándosete en una rápida sucesión e incluso superposición. 

La cantidad de estímulos que se presentarían a tu vista te abrumarían, impidiéndote profundizar en la observación de ninguno de ellos, poco más o menos lo que ocurre con Internet (te llena más la cabeza de basura, y a eso lo llaman "Sociedad del conocimiento"). Sufrirías una visión sesgada de la realidad, superficial, atolondrada, a merced de los elementos, y desearías que todo aquello se detuviese un momento para tomarte un respiro.




Y ¿qué es lo que ocurre realmente en el cerebro? 

Ten en cuenta que ocurre −espacialmente− un poco al revés de lo que acabo de pedirte que imagines, en el cerebro la consciencia está en el neocórtex, la parte más exterior y evolucionada del encéfalo, mientras que el almacén de la actividad de tu cerebro en las partes más internas, el sistema límbico o mamífero, y aún más en lo profundo, el cerebro reptiliano. No es una descripción exacta, pero sirve para entendernos. 

De este modo, lo que conseguimos es que la consciencia-neocórtex se disocie de la información almacenada en los niveles más profundos del cerebro, algo así como lo que proponen algunas religiones orientales: el no-hacer del budismo zen, o hacer-sin-intención, sin implicarse en los fenómenos ni en los objetos de los sentidos. 

También como propone el hinduísmo: "Yo no soy mis emociones, yo no soy mi intelecto, yo soy sat-chid-ananda: conocimiento absoluto, experiencia absoluta, dicha absoluta, eso soy yo." (Vale, alguna cosa juiciosa también tienen)



¿Y cómo se hace para eliminar toda esa basura mental? 


Simplemente observándolo sin prestarle atención, sin dejarse arrastrar por sus 
elementos (truco de meditación budista zen y mindfulness, de lo poco aprovechable que tienen). 

Es decir, no te quedes absorbido por la lluvia porque, al ser tan cambiante, hace que en cada instante tu visión varíe, saturando tu memoria RAM; capturará tu mente, en suma. 

O sea: Disóciate de ellos, no te quedes atrapado por tus cambiantes pensamientos porque te esclavizarán. Simplemente obsérvalos como si fuesen meteoros y tú estuvieses sobre la tierra firme, sólida, consistente. 

Déjalos pasar uno tras otro sin prestarles atención y conseguirás dominar tu consciencia hasta unos límites que ya habías olvidado. 

Deja que tu consciencia de ser, libre, limpia, clara, observe los fenómenos atmosféricos que bullen en tu mente como si te diesen igual. Observa especialmente tus miedos, sé consciente de que aparecen en tu campo de atención, en tu mente, allá en las alturas, mientras tú estás, eres, ahí, en el centro, imperturbable, sereno y en paz. 

Si lo practicas, lo más normal es que alguna vez te descubras habiendo sido arrastrado por tu actividad mental y ello te cause desasosiego. Tranquilo, es absolutamente normal y hasta positivo, porque te permite contrastar la paz interior que proporciona la observación desapegada con los sentimientos a los que te arrastran determinadas ideas, normalmente sentimientos negativos, y más aún en esta época invernal que, además, viene acompañada de una crisis sin salida a la vista. 

Si practicas todos los días un ratito la observación de los contenidos de tu mente, unos cinco minutos −cuidado, que engancha− en cualquier momento (excepto cuando conduces y esas cosas, claro) te sentirás más consciente, más tranquilo, reducirás tu estrés, tus miedos, te enfrentarás a la vida con más seguridad y confianza, verás las cosas que ocurren sin implicarte en ellas y, lo más importante para nuestros propósitos, tendrás tu mente atrapada, dominada, sometida y subyugada por tu consciencia regia, a salvo de los torbellinos negativos que en estas fechas suelen echar leña al fuego de nuestras diferencias cotidianas.

Eso sí, no olvides que un idiota relajado sigue siendo un idiota, de modo que para asegurarte de no serlo, déjate guiar por Jesucristo, de esta forma serás un listo relajado. Y te ganarás la Tierra y el Cielo.


La sexualidad, ¿instinto o emoción?

Es obvio que la pulsión sexual es un instinto, que pertenece a ese tipo de habilidades innatas con las que somos dotados desde que somos concebidos y que permite la supervivencia de la especie, se trata de habilidades programadas básicas como comer, defecar, orinar, beber... y que se ubican en el cerebro reptiliano en el ser humano, que se corresponde con el primer escalón de la (chapucera) pirámide de Maslow.
Y, si es un instinto, ¿por qué se le da carácter de emoción? ¿por qué se asocia erróneamente con el enamoramiento y más aún con el amor? ¿Con qué objeto se realiza esta asociación? ¿De dónde sale esta asociación? 

El amor tiene tanto que ver con el sexo como lo que tienen de similar un huevo y una castaña. No, no es coña; es evidente que a pesar de que utilicemos este dicho popular para evidenciar diferencias, el huevo y la castaña comparten numerosos rasgos comunes: son alimentos, naturales, su morfología carece prácticamente de aristas, ambos tienen una cáscara no comestible y un interior nutritivo; ambos son precursores, el primero de un ave y el segundo de un castaño... por lo que podemos concluir que tienen un buen número de similitudes, y más si los comparamos con casi cualquier otra cosa: un vaso de vidrio, una lechuga, o un chip de memoria. 

Cualquiera que se haya introducido en nuestra amplia sección de El Arte de Amar (columna de la derecha) sabe que la sexualidad es un componente del amor conyugal (pareja tienen los animales), no a la inversa. Un componente que no aparece en ninguno de los otros ámbitos en los que se aplica el amar auténtico: a Dios, a los hijos, a la familia, a los amigos, a la naturaleza, al trabajo, al ocio... que también son similares entre sí aunque no exactamente iguales, porque aunque reflejan conocimiento, práctica, entrega, empeño, disciplina, constancia, etc., se observa en ellos precisamente la ausencia del componente de instinto sexual.



La sexualidad surge del cerebro más primitivo 

A la primera pregunta que nos hacíamos más arriba puede responderse que la sexualidad se confunde con la emoción porque el cerebro reptiliano es una estructura más antigua y más profunda en el cerebro humano, lo que significa que su activación repercutirá inevitablemente en otras áreas cerebrales de dentro a fuera, atravesando el sistema límbico o paleomamífero y llegando a la torre de control del encéfalo humano, allí donde se puede abortar una conducta o permitir su despegue: el neocórtex o cerebro neomamífero. Esto se puede entender más fácilmente si pensamos en el (mal) olor corporal: si apestamos a sudor rancio, el olor atraviesa las sucesivas capas de ropa, llega hasta la última y finalmente se filtra al exterior. El instinto sexual igualmente atraviesa las capas encefálicas sucesivas desde la más antigua a la más reciente, pugnando allí con los filtros morales por aparecer en el exterior en forma de conducta favorecedora de la conducta sexual. 



¿Te gusta conducir, o prefieres chingar? 

La segunda y tercera pueden responderse de manera simple: la sexualidad vende, y mucho. Vivimos en un mundo mercantilizado (afortunadamente, aunque con sus desventajas), en el que un producto tiene más éxito si es asociado al éxito sexual, al éxito reproductivo. 

Ético no es, claro, porque lo que consigue es desarrollar en los incautos una alteración en los mecanismos de recompensa cerebrales; en cinco palabras: desarrolla la adicción al sexo. Y como el heroinómano, o el alcohólico, tenderá a buscar la satisfacción de su necesidad de recompensa como los monos, por encima de valores adaptativos como la responsabilidad, la fidelidad, el respeto a la propiedad privada, la decencia, el pudor, la castidad, la dignidad, etc.; resumiendo: del “Ama al prójimo como a ti mismo”, frente al hedonismo “Yo, mi, me, conmigo, lo que me mola, y punto”. 



La siniestra haciendo de las suyas 

Y para terminar con las preguntas, ¿de dónde sale esta asociación? 

Ya hemos visto que surge del mercado, pero también de otros elementos ideológicos, fundamentalmente siniestros, socialistas con sus manifestaciones varias, infelices, frustrados, idealistas... que buscan algún modo de activar sus sistemas de recompensa, ante la imposibilidad de realizar sus ensoñaciones. 



La sexualidad cienorgasmológica 

No voy a afirmar que es posible una sexualidad instintiva, madura, responsable, libre en el sentido de adoptada en absoluta libertad... sin la intervención de las emociones, pero sí que la sexualidad en tanto que coherente con el auténtico amar− es más gratificante si surge del instinto sexual puro, sin cualquier otro tipo de interviniente como la necesidad de reproducirme −ya lo hice en mi momento−, de dominar, de ocultar mis inseguridades, de relajarme, etc. 

No, lo que debería proporcionar satisfacción a todo cienorgasmólogo es saber que está haciendo disfrutar a su mujer, no lo que él disfruta; aprovechar que el instinto llena a reventar de sangre a la amiga, y dedicarse −porque puede−, por encima y delante del propio placer, al de ella. 

Quizá por ello me repugne tanto la abyecta expresión “hacer el amor” y su extensión por parte de la cultura regre, porque se trata de una vana presunción de actividad cienorgasmológica proactiva, madura, libre y consciente, cuando en realidad es justo lo contrario: reactiva, inmadura, esclava e inconsciente, pura e-moción (etimológicamente: que te mueve hacia fuera) que anula el sutil y sosegado sentimiento; pulsión sobreactivada que lleva al insatisfecho a buscar su propia satisfacción, y, si hay suerte, como daño colateral, la de su mujer.


La Cuaresma y el sexo


Todo en esta vida empieza, se desarrolla y termina. No hay nada que permanezca igual para siempre. Las personas nacemos, crecemos, nos reproducimos, declinamos y morimos. Las empresas igual. El curso académico empieza en septiembre y acaba en junio. Sin embargo la vida no es simplemente cíclica, sino inevitablemente evolutiva. Realmente es un bucle recursivo ascendente, un muelle que parte de abajo y asciende imparable aunque periódicamente retroceda para tomar impulso. Podemos verlo igualmente en clave astrofísica, política nacional e internacional, en la historia, en el arte, en la música...

En este aspecto de la vida personal del que se ocupa este Blog ocurre otro tanto: las relaciones sexuales nacen, se desarrollan, se agotan y finalmente mueren. O lo aceptas o lo aceptas. Antiguamente estas etapas coincidían con las de la vida de cada uno, porque la gente daba valor a la palabra dada y al compromiso adquirido, pero en la actualidad la mayor parte de las relaciones amorosas mueren porque se agota la feniletilamina, la hormona que nos mantiene en un estado obsesivo compulsivo y de felicidad mientras dura. Dada la confusión entre el amar como compromiso activo y el enamoramiento hormonal reactivo difundido por la corriente intelectual dominante actualmente, el ser humano retorna a la animalidad, al estadío pre humano en que uno es movido por sus necesidades hasta que éstas ya han sido satisfechas y sus carencias cubiertas por el otro, sin lugar para el raciocinio ni la moral, hasta que el vampiro humano le ha chupado toda la sangre. 

En ese momento, con el edificio de la personalidad consolidado gracias al alimento que el otro nos ha procurado vía (errónea en su nivel superior) Pirámide de Maslow, y en ausencia de compromiso consciente, voluntario y responsable (capacidad de responder al compromiso adquirido) de amar al otro en lo bueno y en lo malo, un nuevo objeto humano de consumo que parece cubrir nuestras nuevas o antiguas carencias o fantasías adolescentes viene a impulsarnos irresistiblemente hacia él. Este es el maravilloso y elevado concepto actual de amar.



Pues bien, a partir de estas premisas podemos hincarle el diente al tema que nos ocupa. Desde un punto de vista científico y laico, si no (he dicho si no, no sino, ¿eh?) pagano, la Cuaresma no tiene nada que ver con la señora de gesto agrio y estricta conducta definida por Pataletas Ruin-Gallardón para regocijo y algazara de los sinmente de turno, babeantes como tontos con una tiza, todo lo contrario. Para ilustraros con una metáfora el asunto os contaré que recuerdo que en mis tiempos mozos pregunté envidioso a un antiguo compañero al que llamábamos “pastelero” debido a su profesión, si se ponía o no morao de bollos con nata y chocolate. Me contó que sólo se comía una bamba de nata una o dos veces al día. ¿Sólo? Le pregunté incrédulo. Me explicó que durante la primera semana el dueño de la pastelería le dijo que se comiera todo lo que le apeteciese en el momento en que le diese la gana, que cometiese todos los excesos carnavalescos que quisiera... y como ya habréis supuesto acabó tan harto de zampar dulce que pasó de ver los pasteles como delicioso vicio a verlos como simple alimento.








Desde este punto de vista, la Cuaresma es el momento de prepararse para la resurrección, un momento que se nos brinda para recolocar nuestro umbral de sensibilidad, es decir, para recuperarla, para devolverla de la muerte a la que los hábitos sexuales viciosos la ha abocado. Porque si estamos tan hartos de pasteles que ya no nos estimulan suficientemente y terminamos por necesitar comernos los de otros, o comer pasteles en grupo, swingers, dominantes, sádicos, voyeurs, parafílicos, homófilos... para alcanzar la satisfacción en una espiral ascendente como la de cualquier adicción so pena de sufrir un espantoso mono, la Cuaresma aparece como un momento óptimo para frenar, retomar el asunto desde una perspectiva más sensual que sexual, más sentimiento que emoción. Es un momento para apagar las luces, cerrar los ojos y dejar que nuestras papilas gustativas se limpien de sabores explosivos, de ketchups y tabascos, para permitirles volver a percibir los sutiles matices naturales de una ensalada sin aliñar, de unas espinacas hervidas, de una manzana de cultivo biológico. Es un momento de sentir, de taaaaaaaammmmmmm, no de TAM-TA-TAM-TA-TAM carnavalesco. El ciclo de don Carnal ha terminado hasta después de Semana Santa, en que volverá por sus fueros veraniegos a calentarnos la sangre como cada año.

¿Cuarenta días? ¿Por qué cuarenta? Porque es el plazo mínimo que según algunos científicos y religiones necesita una red neuronal que genera un patrón erróneo de pensamiento, verbo y conducta para desactivarse por falta de uso en virtud de la plasticidad neural, mientras se activa una red neural dormida o desactivada que da lugar a otros patrones, esta vez correctos, de pensamiento, palabra y acción. Cuarenta días para recuperar la sensibilidad oculta bajo toneladas de su antítesis: la intensidad.

La Cuaresma es también un buen momento para recordar que eso que tenemos a nuestro lado, ¡oh, sorpresa, sorpresa!, es un ser humano, una persona; no objeto de consumo, algo que usamos y tiramos según nuestra conveniencia. Un ser humano que siente, que sufre, que anhela, que desea, que llora, que ríe, que se emociona, que se siente solo, que teme, que se equivoca, que perdona, que merece ser perdonado... igual que nosotros.

Está en tu mano pararte a reflexionar sobre tu vida, tu conducta y sus consecuencias. Ahora tienes una oportunidad. Es tiempo de Cuaresma. Aprovéchala.




El amor. El amar

Te amo


Este del amor es un interesante debate para los tiempos que corren, fundamentalmente porque la mainstream impulsa a incautos, crédulos y sinmente, partidarios del “Dónde va Vicente...” a idealizar un concepto que nada tiene de esa sublimidad extática que erróneamente se le presupone. Por eso conviene prestar atención al asunto si uno no quiere ir por la vida repartiendo y recibiendo el dolor que supone el choque contra la tozuda realidad.

Sin necesidad de añadidos, el propio término amor conlleva intrínsecamente la trampa para la mente, pues lo define como cosa, algo que existe, que está en el aire, —el amor, la suerte, la oportunidad— que a uno le llega o no le llega, que lo encuentra o no, y que puede irse como llegó. Sin embargo, el amor real es acto voluntario, de decisión y compromiso; acto de amar, conducta, que convierte al ser humano en sujeto agente de su vida y que repetida se convierte en hábito. Es decir: amar es un PROCESO. 

Por tanto no es correcto decir “Te amo” “Eres lo que más amo” o “Te amo tanto...”, queriendo expresar que aquello que se siente por el otro es lo más grande, porque amar no es un sentimiento, y el desconocimiento de la realidad que nombra garantiza precisamente lo que no se puede hacer, de lo que uno es incapaz, impotente, que es darse al otro para el otro y no para sí mismo. 

Decir “te amo” oculta consciente o inconscientemente el significado real de lo que se experimenta: “te comía hasta las pelusas del ombligo”, “te quiero sólo pa mí y pa siempre o hasta que me canse”, “me pones a mil” o “que me voooyyy”. El falso amor es el amor del vampiro, que seduce para conseguir alimentarse con la energía, la vida, la sangre del otro. ¿Te amo porque te necesito? ¿O te necesito porque te amo, y sin ti, impotente, no puedo desarrollar mi capacidad de amar? Y vivir una vida sin amar porque no se sabe qué es vivir una vida inútil, estéril, infeliz.


No, no es correcto hablar del amar como sentimiento, porque no lo es, y se confunde con deseo, pasión, lujuria, excitación, morbo... que me suceden involuntariamente, convirtiéndome así en sujeto paciente de algo, no en hacedor, sujeto agente de mi vida y mis actos. 

Decir amor paraliza el proceso del verbo transitivo amar (no es nada si no se complementa con algo, algo que amar) y lo convierte en intransitivo, lo vacía, lo inmoviliza, lo cristaliza y por tanto pervierte su significado real, verdadero, auténtico. 

Y que amar no sea un sentimiento no significa en absoluto que en el amar matrimonial auténtico no se den la atracción, el deseo o el morbo; tampoco que no sean ellos los que nos conducen a la decisión y compromiso de amar, sino que estos son ingredientes del amarse en el matrimonio, pero de ningún modo lo sustituyen. Uno debe saber lo que es amar antes de atreverse a pilotar esa nave, porque si no lo sabes lo más seguro es que estés pilotando tu vida hacia el fracaso.

Para poder entender mejor este asunto, es interesante comparar este fenómeno con otros ejemplos de fenómenos lingüísticos igualmente perversos: igualdad, progreso, democracia, libertad, felicidad... Con ellos el político farsante activa los centros cerebrales del placer del oyente como ocurre con los ratones del flautista de Hamelin, produciendo sensaciones agradables en los que lo escuchan, aunque luego no exista un proceso real de igualdad, de progreso o de democracia sino todo lo contrario. ¿Os acordáis de la socialista República Democrática Alemana? El mismo que el caso del poder popular en Cuba o Corea del Norte. Ese intento de manipulación de las mentes ajenas a través de las palabras es el mismo que subyace en el amor. El término democrática o popular se convierte en etéreo, intangible, “bello”... radicalmente alejado de la realidad real; pero aun siendo palabra vacía, no pocos se arrojan al precipicio hipnotizados por su música. Algo que continúa ocurriendo hoy en día, lamentablemente, en muchas partes del mundo.

Para algunos amor es lo que el DRAE declara. Pero olvidan que este diccionario de referencia recoge el uso habitual que la corriente dominante le da a la palabra, pero no el significado real que definía el término en su origen, la realidad que nombraba. Y si uno desconoce la diferencia entre una realidad y otra diferente, realmente no conoce la realidad. Como en el ejemplo anterior, confunde sus deseos de democracia con la realidad antidemocrática, se conforma —como el traidor Cifra (Cipher, de Lucipher, ojo, ¿no lo ves aún?) en Matrix— con la palabra sagrada aunque viva en una tiranía, le da igual que su amar no sea real mientras sienta que sí lo es. Y sufre las consecuencias, que no son otras que perderse realmente la capacidad de amar y de ser objeto de amor verdadero, que es la experiencia cumbre de la humanidad, ser un infeliz toda la vida. 

¿Dónde ha quedado, si no, la realidad a la que hacía referencia el término amor originalmente? ¿Se ha desvanecido? ¿Se ha extinguido? Y si existe aún, ¿qué nombre tiene?. ¿Lo vas viendo?

Si el amor fuera un sentimiento ¿qué valor tendría? (el que tiene hoy en día en la corriente dominante: “Te amo (mientras me intereses”)) ¿Por qué se tendría que considerar el amor un Valor esencial para el ser humano si no es otra cosa que búsqueda del interés propio? ¿Y si pudiera reproducirse ese sentimiento agradable por medio de una máquina, algo no desdeñable por utópico sino muy cercano en el tiempo? ¿dónde quedarían entonces el amor y el ser humano?. ¿Ya lo ves o aún no?

Sin embargo, el amar como proceso permite comprobar su aplicación real: me ocupo de ti, te ayudo con tus cosas, te apoyo cuando estás mal, me divierto contigo, te soporto cuando tienes tus crisis, espero con paciencia a que te repongas, te cuido, comparto mi vida contigo, creamos una familia... a pesar de que mis propias necesidades me demanden hacer otra cosa. No engañes ni te dejes engañaar; si alguien te dice que te ama, pregúntale inmediatamente ¿cómo haces concreta y específicamente el acto de amarme?

Como dice en Erich Fromm en El Arte de Amar (¡Quietas las vísceras!, el enlace es el único que tiene el contenido del libro gratis, para el que no lo tenga y no le llegue el presupuesto para comprarlo), amar es un arte, y como todo arte requiere compromiso, entrega, trabajo, disciplina, renuncia... Si no existen estos valores en el amor, lo que hay es un tipo de pseudoamor, vampirismo, pero no se ama realmente. Amarse es un verbo de acción que implica trabajar por el otro, juntos, por un gran objetivo compartido: perpetuarse, inmortalizarse, trascenderse a sí mismo, la eternidad.






No hay sentimiento que valga;
el amor es una ocupación
como otra cualquiera.

Jacinto Benavente