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Feliz día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María




Ave Maria
Gratia plena
Maria, gratia plena
Maria, gratia plena
Ave, ave Dominus
Dominus tecum
Benedicta tu in mulieribus
Et benedictus
Et benedictus fructus ventris
Ventris tui, Iesus.
Ave Maria

Ave Maria
Mater Dei
Ora pro nobis peccatoribus
Ora pro nobis
Ora, ora pro nobis peccatoribus
Nunc et in hora mortis
Et in hora mortis nostrae
Et in hora mortis nostrae
Et in hora mortis nostrae
Ave maria



Las Señoras de los Anillos. (El anillo de la castidad)



T
odo lo que sube, baja. Y viceversa. Quien haya creído que el mundo acabaría pareciéndose a un nirvana islámico se equivoca. Especialmente errados andan los que no han llegado a la cuarentena, para los que la vida es una escalada inacabable en pos de las altas cimas que la imaginación promete, la vida alegre, la utopía del todo es posible, sin fin, para siempre. Demasiados adolescentes eternos han pensado que el mundo se dirigía inexorablemente hacia un paraíso de sexo indiscriminado, buena vida, poco trabajo y menos esfuerzo, auspiciado por papá Estado con los impuestos de los pobres necios currantes, los que piensan a la voz de su amo.

Pero cuando uno ya lleva suficientemente −cronológica y psicológicamente− fuera del útero materno y ha llegado a divisar todo el panorama que queda por detrás y por delante desde la cumbre, se da cuenta de cómo han cambiado las cosas, y más aún, del cambio que viene inevitablemente. No, no estoy hablando de Obama. Hace justo treintaaños éste que les escribe corría en una de las zonas más calientes de España −no, no; tampoco es lo que estáis pensando− perseguido por aquellos grises que, a lomos de sus Sanglas (¿os acordáis del chiste?), transportaban a otro que sentado hacia atrás, disparaba sus pelotas de goma contra todo aquel que asomase la nariz. Yo era muy machote, muy ágil y corría muy rápido, por eso me salvé de lucir una de esas heridas de guerra, pero no era muy consciente de lo que hacía allí; es más, visto desde hoy era un crío necio e idealista con el seso sorbido por fantasías cheguevarianas. Pero había que luchar por La Libertad, así con mayúsculas, de modo que no había demasiado que dudar, estabas con Franco o contra Franco. Ni tus padres te lo impedían.



Supe después que en esas llegó a España lo que llamaban amor libre pero no lo caté −porque en mi pueblo decían que decía el obispo que allí chingar no era un pecado, sino un milagro− y con él aquello de “La virginidad produce cáncer, vacúnate”. Se suponía que la libertad implicaba que una debía abrirse de patas tranquilamente ante el primer salido que pasase a su lado, so pena de excomunión. Por la misma regla de tres a uno le debía dar igual cagar en público cuando le viniese el apretón porque ¡qué era aquella mojigatería de las inhibiciones y el pudor!. ¡Ah, cuanta inteligencia oprimida liberó la democracia!

Hemos pasado de alejarnos como de la peste de cualquier chica que no fuese virgen a ir a Bayona a ver a Marlon Brando El último tango en París (yo no, que era quitito), y de ahí a poner a nuestros hijos delante de un aparato que vomita sexo más o menos explícito y más o menos normal, hasta en los anuncios de gaseosa; y eso por no hablar del antiguo payaso (¿o es ahora cuando realmente lo es?) Emilio Aragón & friends y su repulsiva La Secta, ésa que vamos a salvar todos de la bancarrota con nuestros impuestos. Hoy en día está de moda ser adictos al sexo, anormosexuales, exhibicionistas... y ¡hay de quien no comulgue con el credo que imparten sus obispos!.

¡Cómo se le va a ocurrir a uno ir en contra de la corriente de fondo dominante! Te tacharán de conservador, teocon, meapilas y retrógado si les pillas en un día bueno, de machista, homófobo, ultraderechista o facha si en uno regular, o te silenciarán si les tocas las pelotas. Su poder es tan hegemónico, tan abrumador que llega a asfixiar; imponen su siniestra moral, sus catecismos, biblias y profetas en todos los aspectos de la vida. Estos, los de alma perversa que dijeron luchar por la libertad entonces y ahora no quieren dejar de darse la buena vida, o se sienten tan mal en su pellejo que necesitan dominar a los demás como si fuesen sus perros, se aferran a muerte a su poder. Mientras tanto, los que entonces nos la jugamos (yo poco, todo lo más un par de mamporros) por la libertad, volvemos ahora, con poco pelo, algo de barriga y muchas canas, a volver a provocar a los grises −éstos no de uniforme, pero sí de alma− y desafiar el riesgo de llevarnos un pelotazo en la boca.

Para seguir avanzando todo vuelve, los tiranos de entonces son los oprimidos de ahora, y los oprimidos de antes, los nuevos dictadores. ¿Lo malo? que ahora también nosotros, los que nunca hemos mandado y a pesar de ello hemos defendido la libertad, vivimos bajo su bota, o mejor, bajo su ZaPato. Y si algún día la nueva corriente resulta asfixiante, los que no estemos criando malvas y otros nuevos seguiremos defendiendo la libertad individual, una vez más algunos volverán a aferrarse a su poder... y así hasta la eternidad. Es agotador, pero ¿y si no lo hiciéramos?.

Mientras tanto, disfrutemos con el espectáculo y del artículo: Vuelve la castidad.


Gracias a Lady Godiva por darme la pista del artículo en su blog.





¿Qué es el himen?

¿Estáis seguros de que lo sabéis?

El himen es una membrana incompleta, muy frágil y delgada, de color rosado, en algunos casos muy elástica, que tabica la entrada de la vagina, sin llegar a cerrarla, situada por detrás y por debajo del orificio uretral. No se encuentra más que en los seres humanos, mujeres vírgenes, desapareciendo parcialmente con la desfloración, y totalmente después del primer parto. Esto es según el “Tratado de Ginecología: Fisiología Femenina” de 1974, aunque hoy día los diferentes autores no se acaban de poner de acuerdo sobre algunos aspectos. Al parecer, la hiena y el topo también tienen algún tipo de tejido conjuntival equivalente.

En las mujeres que han coitado, pero no parido, se encuentra todavía el himen, pero rasgado en múltiples puntos formándose sí las llamadas “carúnculas mirtiformes” (un concepto antiguo, de principios de siglo, pero aún vigente).

Pero al llegar el primer parto, según este Tratado, la gran dilatación que ha de sufrir la vulva hace que desaparezcan por completo todos los vestigios del himen y que las carúnculas mirtiformes queden reducidas a unas eminencias insignificantes. Aquí los autores están de acuerdo, pero siempre teniendo en cuenta que la elasticidad del himen puede ser tal que permanezca intacto en algunas mujeres embarazadas. Por tanto, hay que tener en cuenta que una mujer sexualmente activa puede tener el himen intacto, mientras que otra que es virgen no lo conserve. También está demostrado que los tampones lo distienden progresivamente y acaban ensanchando el orificio.

Tiene una gran importancia socio-cultural pero no desempeña ningún papel fisiológico conocido. Su nombre deriva del nombre del Dios griego del matrimonio, su nombre está unido a las más arcaicas tradiciones como supuesto testimonio de la virginidad femenina. Se puede ver retirando los pequeños labios y tanto su forma como su dimensión son muy variable. Muchas veces, es de forma anular y rodea el orificio vaginal; es muy fino con muchísimos agujeritos. Muy pocas veces, puede ser espeso y formar un tabique cerrando completamente el orificio vaginal, o al contrario, puede ser casi inexistente. En la mayoría de los casos, es decir en su forma anular, el himen incluso intacto, permite la introducción del pequeño dedo o de un tampón higiénico pero no permite la introducción de la verga en erección. El himen es vascularizado y debe desgarrarse durante una penetración, lo que ocasiona una hemorragia sin gravedad y de muy poco tiempo. Es necesario saber que una mujer virgen puede tener un himen bastante abierto y poco vascularizado, lo que no ocasiona desangramiento durante el desfloramiento.

En los muy pocos casos de un himen espeso, carnoso y tabicado, la penetración puede ser imposible y una pequeña intervención quirúrgica será necesaria.



Una pregunta frecuente: ¿La masturbación desvirga?


Depende de qué se entienda por ser virgen: perder el himen o tener una penetración. Respecto a lo primero, la rotura del himen se puede efectuar aún sin penetración. De hecho a la mayoría de las mujeres les ocurre antes de mantener cualquier relación, debido al ejercicio, montar en bicicleta… Por eso, la falta de himen nunca indica que una persona ya no sea virgen, pues el índice de error es elevadísimo. Más aún, si se añade que, en caso de existir himen, no siempre que este se rasga la mujer sangra.

Pero la presencia de himen no tiene por qué indicar que una mujer sea virgen, pues muchas veces, la mujer puede tener un himen muy flexible que ha cedido cuando ha mantenido el coito, pero no se ha llegado a romper, o un himen con una fisura por la que el pene puede entrar sin romperlo. Por lo que puedes observar, tanto la presencia de himen como su falta, no son indicadores seguros de nada respecto al haber mantenido relaciones sexuales.

Para acabar, una pinceladas evolutivas: el himen, durante las primeras fases del desarrollo fetal no existe como tal. La delgada capa de tejido que cubre la vagina en esta etapa por lo general se abre parcialmente antes del nacimiento. El tamaño y forma de esta apertura o aperturas varía mucho de una chica a otra. Hay niñas que al nacer no tienen himen, porque el tejido se divide por completo mientras están aún en la matriz. A veces esta apertura no ocurre, resultando en un himen no perforado. El pediatra debe examinar la vulva de la niña recién nacida para asegurar que su himen se halle perforado.

Los tejidos de la vulva antes de la pubertad son generalmente muy delgados y delicados. De ahí que cualquier actividad que someta a tensión a los tejidos de la vulva puede estirar o lastimar el himen. Como resultado, muchas niñas y adolescentes lastiman o dilatan su himen al involucrarse en actividades físicas como deportes, montar a caballo, insertar y remover tampones, y mientras se masturban. Una niña puede no saber que esto ha ocurrido, porque puede haber poca o nada de sangre perdida o dolor durante este evento. También puede ocurrir cuando es demasiado pequeña para recordar o comprender lo que ha ocurrido.

Post cortesía de nuestros amigos El Doctore y Traserete a propósito de este post anterior.



¿Cuál es el origen del cáncer, la virginidad o la estupidez?




Pues sí, como puede colegirse de la imagen y website ut supra, actualmente vivimos en un mundo estúpido poblado mayoritariamente por gente estúpida y quizá tú formes parte de ese grupo. No pasa nada, yo también fui un estúpido, tranquilo. Dicen que rectificar es de sabios, y perdonarás que yo no me cuelgue la condecoración para darte razones con las que descalificarme si te duele la realidad. Si no perteneces a ese grupo, mi enhorabuena.



 
Vivimos en un mundo en el que se ensalza la fealdad frente a la belleza, la maldad frente a la bondad, la mala educación frente a la buena, los vicios frente a las virtudes, la anormosexualidad frente a la normosexualidad, las emociones animales frente a la razón humana, los valores recesivos frente a los adaptativos...

Un estúpido mundo en el que como ocurrió en la Unión de Repúblicas Sociatas Soviéticas (URSS) extinta de iure aunque lamentablemente no derrotada su irreductible fe ideológica, donde las hábiles y carniceras minorías logran imponerse por la vía de la conspiración permanente y obsesiva del mequetrefe de turno metido a mesías ávido de poder sin límites para ejercitar su venganza sometiendo a sus iras a un injusto mundo que le clasifica entre los débiles mentales. Un estúpido mundo triunfante frente a las derrotadas mayorías que ha logrado convertir en hegemónico su satánico catecismo para estúpidos.