Un tipo de mujer difícil de manejar I



Mi ya larga experiencia como cienorgasmólogo se ha encontrado con un nuevo reto que para cualquier varón normal sería un muro de hormigón armado, como me ocurrió a mí en más de una ocasión cuando era más o menos normal en este asunto. En alguna ocasión me he encontrado con alguna mujer difícil de llevar al éxtasis, aunque los cienorgasmólogos, al estar hechos de otra pasta, transformamos las dificultades en desafíos.

Si la mujer me ha interesado lo suficiente nunca he rehuido el desafío, al contrario, las dificultades precisamente están ahí para que las superemos y alcancemos gracias a ello un nuevo nivel de excelencia. Pero si la mujer no me ha interesado, lo he dejado pasar.

En los últimos tiempos he conocido a una mujer difícil, pero de esas que enganchan a causa de sus varios encantos, tanto personales como físicos. Guapísima, con un cuerpo notable, divertida, culta, sensible... ¡Demasiado sensible!

¿Cómo "demasiado sensible"? ¿Cómo puede ser eso un problema? ¡Al contrario! ¿No?



La alegría del mediocre

Pues sí, una mujer muy sensible puede ser un regalo para un compañero sexual mediocre, porque ella conseguirá pronto un orgasmo, y normalmente de intensidad brutal... aunque no sea consciente de que lo logrará con él y con cualquiera. 

Y dado que el exceso de sensibilidad provoca orgasmos descomunales, espásticos (momentáneamente), que hacen que la mujer pierda la consciencia (como se decía de Isabel Preysler) mientras se retuerce literalmente como una anguila recién sacada del agua, grita hasta escandalizar a los vecinos y te golpea sin ser consciente de que lo hace, al mediocre le resulta un maravilloso regalo, refuerzo que el iluso atribuye a su potencia sexual, o incluso a la química. Vamos, que creerá que por fin, como dicen los desorientados, ha encontrado el amor (risas). 

Eso si ella no intenta rebajarle el orgullo, o directamente hundirle en la miseria confesándole que suelen ser tan intensos en relación directa con el tiempo de abstinencia previo. Una estrategia de dominación, de castración, en toda regla.

Peeero... en su orgasmazo inicial tras un periodo de sequía hay un gran pero del que ella misma da la pista. La descomunal intensidad del orgasmo, que yo solo me he encontrado un par de veces o poco más en la vida, hace que se vacíe completamente de deseo, por lo que, si el pobrecillo no es casi eyaculador precoz y aún no se ha aliviado de su ardor, quedará frustrado o condenará a la mujer a una desagradable experiencia de continuación del ahora ya aburrido metesaca, y a interrumpir su proporcional relajación para conseguir que el machote se desahogue.



¡Difíciles a mí! ¡psché!

En mi caso, cuando se sobrepuso al desmayo me advirtió de que ya no podría tener más orgasmos, hiciera yo lo que hiciera. Jejeje, pobrecilla, no sabía con quién se la estaba jugando, y eso a pesar de que mi nivel no es el mismo que cuando empecé a compartir con vosotros aquí experiencias coitales de alto rendimiento.

Instantáneamente, sin pretenderlo, todos mis recursos cerebrales cienorgasmológicos se activaron, y en menos de cinco minutos ya culebreaba otra vez, y así otra media docena de clímax. Os podéis imaginar mi satisfacción, claro, porque además de dar placer a mi mujer, que para eso estamos los tíos-tíos, evidenciaba que todavía estoy en buena forma.

Sin embargo, ella es una especialista en desinflar el bizcocho al más pintado, porque en el segundo me explicó con entre indiferencia y desdén que aquello no había sido un orgasmo como el primero, sino "una réplica".

Yo ya había percibido la diferencia de intensidad, obviamente, los cienorgasmólogos somos expertos en eso, pero como sabía que íbamos a repetir quería dejar más sorpresas para la siguiente ocasión días después, así que dejé astutamente que se confiara, mientras le iba pidiendo que evaluase la intensidad de cada uno. Así del 10 del primero pasamos a entre 7 y 8,5 los siguientes, dependiendo de si me empeñaba en hacerle un proceso concienzudo, o si lo dejaba al albur de mi temperatura, lo que es un claro síntoma de mi debilidad, de que no estoy bien concentrado en ella sino en mí y mi placer. Pero el balance general es positivo, porque salvo alguna caída en la mediocridad la cosa marchaba por donde había previsto.

En las siguientes cuatro o cinco sesiones no bajamos de 10 orgasmos por sesión -que no está mal para estar empezando a entrenarla- en sesiones largas, con siesta de por medio, sin forzar el ritmo. Lo más importante es que volví a triunfar sistemáticamente: ante su estupefacción le hice varias veces orgasmos mucho más intensos que el primero, alguno rozando el 10 de intensidad según su propia calificación. Yo ya estaba hinchado como un pichón en celo.


Dificultades (serias) adicionales

Al carácter espástico (temporal, claro), epiléptico y casi autónomo, de sus orgasmos, que todavía no he empezado a manipular, se le suma su constricción centrípeta, concéntrica. Me explico: recuerdo claramente que al menos una de las orgasmeadoras epilépticas con que me he topado era centrífuga, es decir, durante su orgasmo se contraía hacia atrás, alejándose de sus genitales, hacia su espalda, hacia la cama si estaba tumbada boca arriba en ella. O con idas y vueltas adelante y atrás golpeándose brutalmente (y cuando digo brutalmente quiero exactamente decir brutalmente) en la cama, como la niña de El Exorcista.

Sin embargo, esta rara avis se contrae centrípetamente, todo su cuerpo hacia su entrepierna, como si le dieran una patada ahí mismo (a los varones en los cataplines), y se mantiene así un rato (espasticidad) lo que implica una presión brutal (pero brutal, brutal, y yo no soy un moñas precisamente) de sus muslos contra mi cadera, impidiéndome literalmente moverme para administrar los toques y ritmos propios de la Cienorgasmología.

Por supuesto, mi táctica, dejándole el primero de cada sesión a su aire, empezó a ser sujetarle los muslos abiertos para que mi pelvis quede libre y de paso ella pueda orgasmear no solo centrípetamente, no solo constriñéndose. Como si fuese una novedad que yo no había percibido, me advirtió que los orgasmos así no le resultaban tan agradables. Yo ya estaba pensando en los siguientes pasos, organizándome mentalmente la especie de terapia sexual que le iba a administrar en lo sucesivo.

Os mantendré informados.








.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opina o haz tu consulta: