Adulterio: el mal, pero menor


Los seres humanos —sí, también tú— sufrimos una vulnerabilidad intrínseca de la que muy pocos se salvan —los asexuales y la mayoría de los religiosos— que es la causa de una gran parte de los problemas de la humanidad, y que como tal mal lo recoge metafóricamente el Antiguo Testamento de La Biblia:

9. ¿Por qué has menospreciado a Yahveh haciendo lo malo a sus ojos, matando a espada a Urías el hitita, tomando a su mujer por mujer tuya y matándole por la espada de los ammonitas?
II Samuel, 12 - Bíblia Católica Online

Esta debilidad intrínseca está causada por la existencia en el encéfalo humano de estructuras primitivas, que nos emparentan a todos los mamíferos con los reptiles y aves y que, siendo imprescindibles para la vida, también son la fábrica de las pasiones, que nos hacen padecer —eso significa pasión— impulsos incontrolables o difícilmente controlables.  

La Biblia cuenta que el Rey David se encaprichó de la hermosa Betsabé, que era la esposa de Urías, y para poder tomarla como esposa, mandó a su esposo a morir a una guerra perdida. Por ello Dios —que le había elegido como primer rey de Israel— le soltó una buena reprimenda a la vez que le advirtió que sus actos tendrían parejas consecuencias en él y en su pueblo.




 

El contexto de hoy

¿Podría el rey David haber cosechado unas consecuencias menos dramáticas? No me cabe duda, porque asesinar a una persona —mandarla a una muerte segura es un asesinato— es un error más grave a los ojos de Dios (y de cualquiera) que robarle la mujer a un hombre.

En nuestro mundo, hoy en día, es muy extraño que ocurran ese tipo de crímenes, pero por debajo sigue existiendo una jerarquía en la gravedad de los errores, desde los más terribles como el habitual secuestro de los hijos por parte de las madres para arrancarlos de los padres cuando la pareja —como los animales— o el matrimonio civil —como el de los animales— o ante Dios se rompe, pasando por los queridos permanentes, la canita al aire o desliz en el que es casi imposible no caer en un matrimonio longevo, y hasta el simple pensamiento de deseo de la mujer de otro para nosotros o del marido de otra para ellas. Porque todos los errores tienen consecuencias negativas.

Confieso que aunque me gusta la idea y considero que es el ideal, a un Soltero Gran Reserva —no por gusto— como yo se le hace difícil imaginarse 40 ó 50 años con la misma esposa, máxime con la fauna que me ha tocado y de la que Dios ha tenido la deferencia de librarme. Si los esposos no saben amar porque no saben lo que es, por lo que cuenta la mayoría sobre su experiencia, una vez pasados los primeros fogosos años la vida conyugal parece vivirse como una tortura.

¿Y si sale mal? ¿Y si el matrimonio se formó cuando los novios eran ignorantes de lo que implicaba lo que iban a hacer o inmaduros, como ocurre en la mayoría de los casos? La Iglesia tiene prevista la nulidad matrimonial si alguno de los cónyuges decide romper su compromiso, pero en la mayoría de los casos no es tan fácil como irse cada uno por un lado, porque un matrimonio implica una familia con hijos, y por consiguiente, como vimos aquí, es indisoluble.
 
Aunque hoy en día, en un mundo de inteligentes emocionales, ojos que no ven, ¿a quién le importan los hijos? Sólo se piensa en el propio ombligo y listo. ¿Alguien sabe dónde están los que se pasan el día presumiendo de guays con la maldita empatía sin tener ni la más remota idea de cuáles son los Pecados Capitales que adornan su carácter? Los encontrarán por ahí, buscando la siguiente víctima a la que parasitar.

El mal menor

Más de un amigo y amiga de los que llevan décadas casados, casi toda la vida, me ha pedido consejo o al menos se ha lamentado de la vida que lleva. En algunos casos he tenido éxito en el intento de que no rompan su familia o al menos éxito durante unos años, aunque no en todos. ¿Quiéres saber qué les digo?
 
En primer lugar acostumbro a explicarles la fórmula mágica: qué es amar (busca la sección El arte de amar en la columna de la derecha en la versión web). Porque si no se sabe es casi imposible tener un matrimonio exitoso, al contrario, obliga a vivir una relación de víctima y verdugo o ambos de sanguijuela uno del otro alternativamente.
 
También les advierto de que cuando la mala relación conyugal está enquistada, si la otra parte no tiene el más mínimo interés en modificar ninguna de sus ideas, fantasías y comportamientos, la cosa se pone difícil, cuando no casi imposible.
 
En esos casos difícilmente recuperables por añosos, y cuando los hijos son mayores, les sugiero que no rompan su familia, que sigan viviendo sus vidas independientemente pero en la misma casa, respetando lo que fue su noviazgo y su matrimonio y a lo que queda, especialmente la paternidad. Es decir, sin provocar escándalos ni sometr al otro a humillaciones, de forma que se conviertan en una especie de compañeros de piso y se beneficien de esa económica condición, haciéndoles conscientes de los trastornos, conflictos y gastos que implica empezar una nueva vida por separado.  

Además, como quien se me lamenta normalmente ha sobrepasado hace años la cuarentena, les recuerdo que no tardando mucho se necesitarán mutuamente, o quizá el más díscolo y protestón necesite especialmente, por alguna enfermedad derivada de la vejez, el apoyo del otro, y no es fácil que un recién llegado no coja las de Villadiego en busca de una nueva víctima más joven en cuanto las cosas se ponen feas.
 
Y como lo normal es que lleven años con su vida sexual más seca que la momia de Tutankamón y tienen algún lío extramatrimonial o ganas de tenerlo —y advirtiendo que no está bien— acostumbro a restarle importancia. Al fin y al cabo es una de las principales vulnerabilidades humanas, Dios nos ha hecho así y por supuesto es consciente de la dificultad de vencerla para un ser humano de carne y hueso. Además, como dice el Papa Francisco: Santo no es el que no peca, sino el que habiendo pecado es consciente de su error y pide perdón. En absoluto estoy defendiendo el adulterio, y mucho menos la satánica recomendación de Lutero: Peca fuerte y cree más fuerte y te salvarás, sólo considero el adulterio un mal menor si lo comparamos con romper una familia. Poruque romper una familia es también adulterarla, es también adulterio.
 
Finalmente les advierto que todo se paga, aquí o en el Purgatorio, que un alma con manchas no puede formar parte de La Luz y según la lógica tendrán que sufrir hasta el Fin de los Tiempos la visión constante de aquellos errores en los que se han especializado aquí mientras intentan ayudar sin interferir en el libre albedrío. Porque mi objetivo no es que cometan adulterio, sino que al menos tengan una opinión diferente a la habitual en los degenerados tiempos que corren, que no estén presos de una dicotomía, sino que puedan adherirse a la mejor opción de entre las varias posibles.  

Así pues, sin dejar de considerarlo un error (en términos de evolución) y recordando frecuentemente que lo es para conjurar el peligro de que acabemos creyendo que es un bien, afirmo que el adulterio es un mal menor con respecto a la ruptura de la familia.
 
 
¿Qué opinas tú?


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