¿Están locas las mujeres? El pequeño cerebro femenino.


Si lugar a dudas, la crítica o insulto más frecuente del varón hacia la mujer, y proferido normalmente a voz en grito es: «¡Estás loca!».

Y que sea la más habitual significa que existen problemas típicos de comunicación en el noviazgo y el matrimonio, y que no somos capaces de resolverlos actualmente ni se pudo desde tiempo inmemorial, seguramente porque más que un diagnóstico se profiere e interpreta  como un insulto (ofensivo o defensivo), por lo que parece obvio que necesitamos saber qué queremos decir los varones cuando le decimos a nuestra mujer que está loca, porque el problema real, lo que nos enerva, lo que nos desespera, lo que nos hace perder el control, es que no lo sabemos; no sabemos qué está ocurriendo, no sabemos qué queremos decir, sólo sabemos que estamos desesperados y disparamos a bocajarro el improperio a ver si hay suerte y paramos la andanada de proyectiles verbales y no verbales. Pero no suele haber suerte.

Sí que intuimos que en el funcionamiento del cerebro femenino se está produciendo una distorsión típicamente femenina (y de varones anormosexuales), una especie de brote de esquizofrenia, durante el cual la persona pierde el contacto con la realidad, repentinamente su —en teoría— amado se convierte en su peor enemigo, un demonio, y como eso llega a creerse cualquier producto de su fantasía: cree que lo que piensa es real. 

Pero no podemos conocer las causas y características comunes o particulares del brote, lo que significa que no podemos ayudarlas a aclarar y organizar mejor su pensamiento y sus afectos coherentes para beneficio de ellas, de la relación, y de las hijas que —si no son advertidas y entrenadas adecuadamente— pueden heredar la negativa tendencia.



Así que si eres uno más de la legión de sufridores de estos arrebatos esquizoides femeninos, muchas veces forzados por el sesgo negativo de sus mentes a causa de los dolores menstruales o vaya usted a saber qué —¡pobrecitas nuestras!, no es cuestión de ponerse en su piel porque sería una mariconada, pero hay que tener en consideración sus dolores— o eres una mujer que alguna vez ha notado la pérdida de las riendas de tu mente pero no has podido retomarlas y quieres saber exactamente qué te pasa porque aspiras realmente a amar a tus próximos como consecuencia de amarte a ti misma, a perfeccionarte puliendo tu comportamiento de diamante en bruto, a superar tus errores, como el de intentar conseguir tus propósitos subconscientes de dominio a base de eso que tienes por delante y que tira más que dos carretas.

 

Este artículo no debe entenderse como un ataque a la mujer. Si lo interpretas así no conseguirás superar los problemas; la mujer que sufre esta condición es una víctima, sufre una enfermedad (debilidad), necesita ayuda. Por lo tanto ayúdala; que la ayudes o no indicará si la amas o sólo la utilizas.


 

 

Anatomía: El tamaño del cerebro femenino

El peso del cerebro femenino es aproximadamente 100 gramos menor que el masculino. Y si tenemos en cuenta que el cerebro masculino tiene aproximadamente cien mil millones (100.000.000.000) de neuronas y pesa 1.375 gramos de media, tenemos que tiene setenta y dos millones de neuronas (72.000.000) por gramo, lo que multiplicado por los 1.275 gramos de media del cerebro femenino, arroja una cifra aproximada de noventa y dos mil millones (92.000.000.000) de neuronas. 

Ocho mil millones (8.000.000.000) de desventaja para la mujer que, en caso de no optimizar lo que tiene, tenderá con más facilidad a caer dominada a reacciones reptilianas de poder, de dominio, porque dispone de menor capacidad para pararse y atender a detalles. Y en los tiempos que corren las mujeres lo tienen fácil para caer en la trampa animalizante, porque el mainstream las apoya, y eso las envalentona, pueden abandonarse tranquilamente al desequilibrio mental porque no sufren las consecuencias: siempre hay algún otro bala perdida por ahí para ser el siguiente vampiro vampirizado en su lista de concubinos.

Porque a menor cantidad de estructuras pensantes —neuroglía— más difícil es frenar la tiranía de los sistemas reptiliano y límbico para descender al análisis del detalle, porque para hacer observaciones y constataciones minuciosas que requieren paciencia (prudencia y templanza) y tiempo (fortaleza) se necesita toda la potencia cerebral disponible, por lo que, carente de esas virtudes en el ámbito concreto del que trate la discusión o en la discusión en general, el pensamiento se torna más burdo, más básico, más dicotómico, más polar, más homo neanderthalensis y menos homo divinus.

Por eso hasta estos días del tercer milenio en las relaciones interpersonales las mujeres tienden a ser más emocionales, primarias, animales, porque debido a esa limitación anatómica encefálica pero desde luego sobre todo a factores adquiridos —genética y epigenética femenina, temperamento y carácter de la madre concreta, y otros elementos del contexto como la educación, el adoctrinamiento, fracasos previos en relaciones, atractivo sexual, edad...— les cuesta más discriminar causas profundas (y tampoco lo necesita porque tiene la llave del cofre del tesoro y con ello el control del varón presente o sucesivo). 

Pero si han tenido la rara fortuna de que sus padres las han sometido a un entrenamiento exhaustivo y específico de autocontrol, la condición esquizoide no se da o se da excepcionalmente, como le puede pasar a cualquiera. También puede reducirse la ocurrencia de brotes si el novio o marido ha tenido la (suerte) habilidad de entrenarla para ser consciente y eliminar los errores que propician sus atolondramientos psicológicos.

Como es obvio esta limitación no se da en lo profesional, por supuesto, porque —a diferencia de las relaciones intra e interpersonales, donde el entrenamiento formal para optimizarlas está ausente— en el ámbito laboral las mujeres sí disponen de un entrenamiento exhaustivo específico que habilita sus recursos encefálicos para desempeñar eficientemente su tarea incluso frente a problemas serios, dando como resultado un rendimiento que puede perfectamente superar al varón. ¿Por qué no iba a poder? Al fin y al cabo los perros tienen una pequeña fracción del volumen cerebral de un ser humano y nos superan holgadamente en algunas tareas.


Funcionalidad del cerebro. El comportamiento de la mujer enloquecida.

El problema funcional, el cómo se manifiestan concretamente los problemas femeninos es que, cuando está a la defensiva —o a la ofensiva— (chiste: y cuanto más rubia es), cuando se percibe a sí misma amenazada (amenaza que normalmente está sólo en su cabeza), su miedo consume muchos recursos que sustrae del resto de funciones más evolucionadas, por lo que su mente se vuelve torpe, impidiéndole ser consciente —la consciencia también consume recursos, y ella sólo necesita disparar sin mirar— de que embrolla las discusiones. 

¿Cómo las embrolla? Muy sencillo: generando ruido, distorsión, desorden... para —también sin ser consciente— pescar en el río que ella misma revuelve, retirando la atención del cerebro del análisis del detalle de cada asunto y para ponerla sucesivamente, según su conveniencia, aquí o allá, de asunto en asunto y tiro porque me toca, del pasado al futuro, de lo general a lo particular, de la anécdota a lo habitual, de la norma a la excepción, de lo real a la hipótesis, de lo ocurrido a lo sólo sospechado... y viceversa. 

Pero lo realmente abracadabrante es que ese viceversa no se da secuencialmente, sino en red, conectando temas y subtemas entre sí aunque sean diferentes, dándolos por ciertos sin ninguna estructura lógica causal. Y para agravarlo más todo esto normalmente a arrabalero grito pelao, lo que fuerza también la desconcentración del varón que no sabe ni por dónde le vienen los tiros y cuando se dispone a dar respuesta a uno ya está recibiendo el siguiente, y el siguiente, y el siguiente, por la derecha y la izquierda, por arriba y por abajo, por delante y por detrás, de fogueo o de fuego real...

La desdichada fémina no es consciente de que con este tipo de conductas está cavando su propia tumba, porque entrenando asiduamente el enmierdamiento de la comunicación no sólo enmierda su relación con los demás, especialmente los más próximos —por aquello de que donde hay confianza da asco— sino que hipertrofia esa inhabilidad, esos bíceps recesivos, que sólo aumentarán su desdicha —salvo puntuales y apasionadas reconciliaciones— porque se convertirán en reacciones automáticas que se activarán a la mínima diferencia de opiniones con su novio o marido y le harán ejemplo vivo para sus hijos, cuya desdicha tendrá ella que presenciar y sufrir hasta el final de su vida. El karma: lo que se siembra, se recoge. 

Esquemáticamente, la estructura básica del brote esquizoide puede verse así, como la interrelación caprichosa de subtemas entre sí:



 

 

Pero suelen mezclar al menos media docena de temas, lo que impide su manejo porque enturbia el pensamiento lógico, como puede verse aquí:





 

Así, en el río enmierdado, el varón se encuentra que no puede centrarse en tratar ninguna de las cuestiones y resolverlas —que es lo que le interesa al varón: resolver problemas—, porque ella impide su acotación, su aislamiento, su separación del resto; como la nube de tinta del calamar que lo enturbia todo, y cada vez que él intenta acotar algún tema para ceñirse a él y resolverlo, ella se ve contra las cuerdas, percibe que su ataque no ha tenido éxito, por lo que se revuelve como gato panza arriba disparando toda la munición verbal y no verbal de la que dispone sin esperar respuesta ni solución

Porque su único interés cuando pierde su condición humana descendiendo a la animal es prevalecer, dominar. 

Machote, ya sé que es difícil, pero hay que redoblar el esfuerzo de autocontrol y ayudarlas a salir de esa condición, no incrementar el problema con el insulto, aunque sea correcto diagnóstico. Así que suerte y... ¡al toro!










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