Para continuar con este asunto del Castigo Positivo que ya introdujimos en el capítulo anterior, vamos a intentar dar con algunas pautas de lo que puede usarse como civilizado estímulo aversivo con el fin de mejorar las relaciones conyugales, y lo que de ninguna manera puede usarse. No las voy a dar todas porque no las conozco y porque esto se alargaría en exceso, pero bastan un par para hacer reflexionar a alguien.
Hay que recodar antes de continuar que de las Cuatro Reglas, los dos tipos de Refuerzo son los más eficientes para hacer nuestra vida más fácil. Dejar de reforzar positiva y negativamente una conducta indeseada es a menudo (si no siempre) condenarla a su extinción, por lo que en la mayor parte de las ocasiones la estrategia ideal es no entrar al trapo, ni a la muleta de la manipulación emocional que pretende doblegarnos mediante el manido recurso al típico victimismo femenino −cuidadín: la mujer es el sexo débil, no el sexo tonto, ése lo somos nosotros, y ella tiene sus propias estrategias de combate−, ni al capote del chantaje sexual que nos agita cuando está enfadada. Ni caso.
Es muy importante destacar que hasta los expertos en neurociencia de la salud recomiendan no hacer excesivo caso −o ninguno si la cosa viene de lejos− a los dolores psicosomáticos, exagerados o fingidos, porque hacerles caso no es sino reforzar positivamente los problemas y contribuir así a convertirlos en enfermedades reales.
Sin embargo, una infidelidad puede ser la manifestación de un síntoma que aqueja a la pareja: el refuerzo positivo y negativo que proporciona la sexualidad a la relación es muy débil o no existe, bien porque la sexualidad no es suficientemente gratificante como para desear que se repita o porque es tan mala que lo que no se desea es tener cerca al otro.
Es evidente que una buena sexualidad puede hacer soportable una relación poco satisfactoria, ahora bien, si las dos cosas fallan, apaga y vámonos. En cualquier caso, repito, el refuerzo positivo y negativo de nuestra consorte son la clave de una relación fructífera y satisfactoria.
Este post puede generar −si nuestras queridas lectoras lo desean− un interesante debate, −qué digo interesante, ¡enormemente interesante!−, que dé lugar a otro post de respuesta en el que ellas cavilen sobre la aplicación del Castigo Positivo al varón con vistas −hay que advertirlo− a la misma mejora de las relaciones conyugales y con la misma premisa de únicamente utilizar métodos civilizados.
Quizá haya alguna acémila que me acuse de dar pistas al enemigo o tratar este asunto con frivolidad, pero en realidad hago lo contrario de lo que propugna la actual −y ahora puedes entender que necia− política sociata contra la “violencia de género” de los bobos Aído, de la Vega, Zp y compañía: en lugar de ineficaces Castigos Positivos a estos delincuentes, doy pautas a los potenciales maltratadores sobre las estrategias más adecuadas a utilizar, les doy opciones más eficientes que quizá no usen por mero desconocimiento.
En todo caso, estas estrategias son igual de eficaces independientemente de quien las use, sea varón o mujer, moros o cristianos y supongo que necesarias para ambos alguna vez, pero en este caso podemos considerarlas “El decálogo del feliz (ex)maltratador”.
Consecuencias de la aplicación del Castigo Positivo
- Puede provocar una respuesta agresiva. Lo normal es provocar una respuesta agresiva, porque la mujer siente amenazada su dignidad personal. Se puede definir a las mujeres que reaccionan así como "dominantes", pero el problema real no son ellas, eres tú: estás aplicando un procedimiento incorrecto, so animal.
- Deterioro de la relación. Si te relacionas en base a castigos, tu cónyuge te asociará con los castigos, estímulos aversivos. Entonces, la relación se deteriorará. Una relación conyugal (y casi todas las demás) debe asociarse con ayudas, con refuerzos, apoyos, alientos, ánimos... no con castigos. Obras son amores.
- No proporciona mucha información. Sirve para eliminar conductas, pero no sirve para generar nuevas porque no proporciona suficiente información. Es como el “mal” escrito en rojo en la corrección de exámenes: no te dice qué debes hacer para mejorar.
- No es específico. Aún cuando tengas un buen timming para aplicarlo contingentemente con la conducta que quieres suprimir, puede asociarse a diferentes conductas, a opiniones, e incluso a la identidad sustento de la autoestima. Por tanto, cuando castigas una conducta inapropiada, también estás castigando otros elementos que sí pueden ser apropiadas.
- Habituación. A base de castigos ligeros (insultos, descalificaciones), tu mujer se acostumbrará hasta el punto de que le dará igual, por lo que de persistir en tu conducta inadecuada cada vez necesitarías castigos más intensos para conseguir tus objetivos, hasta llegar a la agresión.
- SÍ evitar refuerzos. Para evitar enredarte en chácharas vanas o caer en las hábiles trampas lingüísticas o emocionales que acostumbran a tendernos las féminas, puedes pasar olímpica y educadamente de lo que te diga, o aplicar un poco de sentido del humor haciéndote el tonto como si hubieras entendido otra cosa −hacer una gracia con alguna palabra que surge en la discusión es mi favorita; además de cortar por lo sano, suele provocar alguna que otra risa− o el sordo; de esta manera evitas reforzarlo positivamente. Coherente con esta norma es el refrán: “no hay más desprecio que no hacer aprecio”; a nuestra “querida enemiga” ni agua.
- No aplicar CP. Mandar callar de malas maneras a tu mujer, sin consideración a su dignidad de persona que no es ni más ni menos la misma que la tuya. Si no sabes discutir sin que se te hinche la vena, vete a un psiquiatra y pídele algo fuerte para calmarte.
- Sí aplicar CP. “Forzar” hábilmente el contacto sexual aunque no le apetezca si se queja de que tiene dolores menstruales o si está algo enfadada y tú ya eres un experto en Cienorgasmología. Un buen montón de orgasmos son el mejor analgésico y relajante. Casi te aseguro de que te lo agradecerá.
- No aplicar CP. Forzar el contacto sexual cuando ella no se sienta bien de verdad, cuando está agotada, muy enfadada, o lo que busques sea un ejercicio de dominación animal en lugar de calmarle un dolor menstrual o alegrarle un día triste, etc.
- Sí aplicar CP. Dirigir la crítica o reprimenda al elemento concreto que crees que la merece, no a la totalidad de la persona.
- No aplicar CP. No es lo mismo decir “eres tonta” o “no dices más que tonterías” que “eso es una tontería”. Concreta o especifica bien y no dejes a la persona con mal rollo. Unas palabras de comprensión ayudan a que la persona no se sienta agredida en su orgullo. Si le dejas con el mal rollo, además de no tener garantías de que la conducta no se repita, debilitas su autoestima.
- Sí reforzar el autodominio. Razonar significa razonar, no levantar la voz; es mejor dejar la discusión para otro día que enzarzarse en una pelea dialéctica. Tomar un poco de aire si la discusión se encona, mañana las cosas se verán con más desapasionamiento y puede que cada uno haya comprendido por separado sus errores y concluya que el asunto realmente no es tan importante.
- No aplicar CP. Nunca discutir cuando los ánimos están exaltados o delante de los niños.
- Sí aplicar CP. Puedes hacerle rabiar sacando la cola del todo para recuperar el control de su mente.
- No aplicar CP. No debes golpear como un salvaje con tu pilila contra el fondo de su chirri con el mismo objetivo, o entrar sin que esté preparada, porque le harás daño.