Crónica de la sesión de hoy. Orgasmos terroríficos


Para complacer a nuestra buena amiga casi cienorgásmica que me pide en un comentario que describa una "experiencia universal", voy a relatar la sesión de Cienorgasmología de hoy. Ya sabéis que este blog no es pornográfico, pero voy a tratar de ser lo más explícito posible en la descripción, rozando lo cochino, pero sólo con el ánimo de servir de ejemplo, nada de marranadas. Ojalá otros cienorgásmicos nos contaran sus aventuras, como antaño, sería muy instructivo, pero deben estar muy ocupados. Advierto que he calificado la sesión de hoy con un 8,75 sobre 10, o sea, que todavía queda margen de mejora, pero como veréis a continuación es de 8,75 sobre 1 para el común de los mortales, dicho esto sin ánimo de petulancia.

La sesión comenzó de forma magistral: abrazos, besos y sobeteos varios, ambos de pie, sin ropa. Y como hacía una semana que Berta y yo no nos veíamos, la separé de mí dos o tres veces para admirar su exquisito cuerpo. Y no podía contener los elogios hacia su piel, sus senos, su... ¡Bueno, ya!, ¿eh?
O sea (¿por qué narices todo palurdo con denominación de origen que se precie escribe osea o incluso ósea cuando debería escribir o sea?) que empezamos con un calentón de competición, así que pasamos al lecho (2x2 metros, que a falta de sofá de esquina, que ya sabéis que es el mejor entorno para practicar, no está del todo mal) donde degustamos apasionadamente boca opuesta (para los que creen que la Cienorgasmología es algo así como chingar en el congelador o un coito de Terminator con una androide) durante un buen rato, unos minutos, tras los cuales pasamos del decúbito lateral al supino de ella y prono ―prono, he dicho prono― de un servidor.

¿Y qué ocurrió entonces? Seguro que estáis empezando a pensar en penetraciones y tal, ¿eh, cochinetes? Pues no. Lo que ocurrió fue que una parte de su hermoso cuerpo me llamó, o eso me pareció a mí, porque de repente mi atención se aferró a esa parte como politicastro al poder y actor a la mamandurria, y...

Hablando de mamar... Bufff! Hoy estaba glotón, o mejor, mamón. Su seno derecho capturó completamente mi atención; su piel de seda, quizá la más suave que mi paladar haya catado nunca, su armónica areola y su perfecto pezón atrajeron mi boca como uno de esos agujeros negros del hiperespacio. Imposible escapar.

De inmediato percibí su respuesta, ella está entrenada ya; no es una tabla como al principio de nuestro entrenamiento hace unos meses, y reacciona inmediatamente a mis toques, en parte porque yo ya casi no dudo de mi habilidad y transmito bien mi intención en cada momento, o casi.

El caso es que entre la temperatura que habíamos alcanzado al principio y mi voraz glotonería, su cuerpo se estremecía con cada movimiento de mi boca. A estas alturas yo estaba casi seguro de que hoy iba a ser un gran día. Como decía en el post anterior, prescindiendo de técnicas, sólo con mi mente disparada, el jugueteo casi incontrolado de la mano, los labios y los dientes, previa comprobación visual del feedback que me enviaba para certificar que mis sospechas estaban fundadas, y en menos de cinco minutos... ocurrió.

Un orgasmo tremebundo, brutal, de una intensidad descabellada, así, para empezar, mientras yo seguía disfrutando y recibiendo feedback de cómo iba la cosa, un poco más del lado del feedback que de mi voraz apetito, porque todo cienorgasmólogo que se precie sabe que cuando su mujer está orgasmeando, hay que centrarse en hacerle el trance lo más agradable posible. Y como veía que ella seguía atrapada, continué atiborrándome de su delicatessen durante dos o tres interminables minutos en los que ella se retorcía de placer. ¡Dos o tres minutos! Al terminar estaba exhausta, y soltó algo así como "éste ha sido de trescientos mil". Y yo, podéis imaginarlo, con mi seguridad aún más reforzada.

Ella hizo como que se relajaba, pero yo no estaba por la labor, así que ―sin preocuparme de una penetración milimetrada para lograr su orgasmo en menos de un minuto como me suele gustar hacer, sino más directo pero sin ¡zasca!, es decir, bien consciente― en poco más de un minuto desde el anterior le encadené otro orgasmo igual de bestial o más ―ella entre sorprendida, atónita y despendolada viva―, que duró otros dos o tres interminables minutos en los que los opiáceos endógenos borraban todo rastro de fatiga, ambos respirando al unísono, ella, yo, y nuestro baile frenético, como en trance.

Y esto sólo fue el comienzo.

Siguieron diez o doce orgasmos variados más hasta que yo empecé a notar síntomas de exceso de excitación, peligrosa proximidad al punto de no retorno, por lo que intentamos separarnos un rato a descansar. Pero como las mujeres sois más pesadas que una legaña de cien gramos en una pestaña, se empeñaba en arrimase a besuquearme. Craso error, todavía no habíamos recuperado ni de lejos el resuello cuando ya estaba otra vez sobre ―y dentro de― ella, hasta que pasado un buen rato, ella, que ya me conoce, notó que cortaba la inminente llegada de un par de sus orgasmos, clara evidencia de que estaba a punto de perder otra vez el control. Paramos. Esta vez sí.

Muertos, casi dormidos porque además era la hora de la siesta, conseguimos separarnos un momento. Yo, que soy muy exquisito para esas cosas, detuve a la primera un par de intentos de empezar a roncar como un gorila constipado, evidencia clara de que mi cerebro se había desconectado un instante. Un fugaz reseteo ―como suelo decir― suficiente para recuperar el ánimo.

Durante las ―aproximadamente― dos horas y media de entrenamiento de élite, de alto rendimiento sexual, todavía hubo lugar para brutales orgasmos orales, por la puerta de atrás y ―en una de esas en que pensé que se acercaba el peligro y opté por un papel más pasivo― con ella encima. Nunca la había visto así. Fijaos en la imagen de la culturista. ¿Veis cómo se le marcan los límites de los vientres musculares?

Berta estaba siendo presa de un brutal espasmo generalizado, allí, sobre mí. Surfeando sobre el formidable nivel de intensidad anterior, y del salvaje anterior, y del brutal anterior y del exorbitante anterior... Increíble. Debía llevar ya más de veinte orgasmos en el cuerpo y todavía podía seguir subiendo de intensidad. De asustar si no supiera que está bien entrenada y tiene un corazón joven. Pero todavía hubo lugar para un par de trofeos más en el hectathlon orgiástico de hoy.

Cuando la fémina ha experimentado un orgasmo cruento, el varón, o bien se ve arrastrado por ella ―y esto es to... esto es to... esto es todo amigos―, o bien se apiada de ella y la deja descansar. Craso no, crasísimo error; más aún, crasérrimo error. Recordad que una de las máximas de la Cienorgasmología es la ausencia de piedad del macho hacia las implorantes solicitudes de descanso de la hembra. Aunque os lo pida por Dios, o por vuestra santa madre, no os apiadéis.

Cuando se ha alcanzado un nivel de rendimiento notable, la mujer no experimenta prácticamente el período refractario post orgásmico, lo que permite encadenar un orgasmo sobre el nivel de intensidad del anterior. Que fue lo que ―esta vez sí, muy conscientemente― decidí hacer. Bufff! Creía morir de placer, la pobre. Un inacabable orgasmo de asustar, terrorífico, sobrehumano, universal. E iban ya unos treinta y pico.

Espero que os haya gustado el relato, a nosotros, la experiencia... ¿podéis imaginarlo? Mucho me temo que no. Si no sois cienorgasmólogos... ni en vuestros mejores sueños. Así que, si no tenéis aún el Manual de Cienorgasmología, compradlo en papel o en formato eBook en Amazon, y... 


¡a practicar!

 


10 comentarios:

  1. Anónimo0:38

    Intrigante!! Apasionante!! Brutal!!

    Magnífico,colosal....

    Debe ser una experiencia deleitable, poder llegar a sentir ese grado de placer con la persona a la que amas.

    Estoy en proceso, pero mi calificación es baja todavía. Debo estar en momento tabla...

    Dime que puedo hacer para entregarme como Berta?? Creo que eso es esencial y yo no lo consigo

    ResponderEliminar
  2. Me alegra que te guste, aunque no me guste mucho, se me borraron los recuerdos rápidamente. Tengo memoria de pez.

    ¿Cuánto tiempo lleváis practicando? Te lo digo porque si se practica a diario se puede alcanzar la cienorgasmia en un mes; pero si se practica un día por semana, la cosa se puede demorar varios meses. Me ha pasado a mí, o sea, que no te preocupes si es tu caso.

    De todos modos, espero que te conteste Berta, seguro que entre mujeres os entendéis mejor -si sigue sin haber ninguna cienorgásmica de las de antes que quiera participar en la conversación-, la jodía está vaga y encima ha olvidado la contraseña del correo para comentar, así que paciencia.

    No tienes que hacer nada, sólo seguir siendo "tabla", la predisposición favorable ya la tienes. Paciencia.

    ResponderEliminar
  3. Anónimo0:16

    Te encontré por casualidad hace un año y por curiosidad y risas,mi pareja y yo nos empapamos de tu blog.
    No practicamos lo que quisiéramos, él está fuera y nos vemos cuando se puede.Una vez a la semana, más o menos esa sería la media.

    La distancia hace que nuestros encuentros sean muy fogosos, pero no conseguimos alargar la velada, él ha logrado que consiga tener varios orgasmos y muy intensos, pero a la hora de dar la media vuelta, o sea por la puerta de atrás, como tú dirías, no consigo entregarme. Él no le da importancia, dice que con el tiempo lo conseguiremos, pero me hace sentir mal, no poder entregarme para hacerle disfrutar a él también, aunque tengo que decirte que él también disfruta de lo lindo... a veces demasiado y no está a tu altura.

    Tengo muy buena predisposición, pero mi cabeza a veces no me acompaña... y es una puñeta
    No tengo mucho tiempo, pero tienes que contarme con todo lujo de detalles, eso del orgasmo en el pezón, no me lo puedo creer, esa mujer que tú describes es real? que tiene el punto G en los pezones?

    Gracias

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como es una pregunta demasiado genérica o que no hace referencia concreta a este post, o que requiere una explicación más larga, te respondo aquí:

      http://cienorgasmologia.blogspot.com.es/p/pregunta-jack-hammer.html

      Eliminar
    2. Anónimo2:08

      Mmmmmmmmm...... Jack Hammer.....

      Eliminar
  4. Anónimo2:11

    Tiemblan mis piernas... tan solo imaginando lo que podriamos hacer juntos.

    ResponderEliminar
  5. Anónimo0:31

    Jajajajajajaja...¿de verdad?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hombre, posible es, a no ser que fueras así de fea: http://ow.ly/xGANN

      Jajajajaja

      Eliminar
    2. Anónimo0:40

      Jajajajajajajaja

      Diossssss, que bicho!!

      Eliminar

Opina o haz tu consulta: