El Síndrome de las Piernas Inquietas


Una de las cosas aparentemente más intrascendentes —que te den espasmos en las piernas— y que a todos nos ha ocurrido alguna vez en la vida, se convierte en una tortura cuando en lugar de ser una vez de Pascuas a Ramos, ocurre varias veces por minuto.

La experiencia es más o menos así: estás tumbado tan a gusto cuando de repente una sacudida involuntaria y completamente imprevista mueve tu pierna y tu pie, a veces hasta el muslo. 

La primera vez de la serie no pasa nada, te quedas pensando —Bueno, a ver si no me pasa más. Pero pocos segundos después vuelve otra sacudida. Y ya te empiezas a agobiar porque sabes que habrá una tercera, y una cuarta, y una quinta... Y el nerviosismo va en aumento entre cada sacudida, porque no sabes cuándo ni por qué vendrá el siguiente, como la maldita gotera nocturna que te enerva a la espera de la próxima gota, plic, ploc,... plic, plic,.... ploc... Esperando que no caiga... pero al final la maldita cae. Desesperante.

Y entonces te pones a buscar en Internet soluciones, pero nada de lo que lees te convence, porque da la impresión de que ya eres un enfermo crónico que tendrá que medicarse de por vida para evitar el maldito síndrome, y apoyándote en tus conocimientos te pones a hacer pruebas para eliminarlo. 

Si te ha ocurrido y has buscado tratamiento para el Síndrome de Piernas Inquietas, seguro que te ha servido de poco, salvo para asustarte, porque además de lo molesto que es, tiene el sobrenombre de enfermedad de Willis-Ekbom, que suena como alzheimer o creutzfeldt-jakobs y en todo caso suena al sonido de lo inevitable: la vejez, el deterioro, la decrepitud, la muerte.

A final no te ha convencido nada, pero quizá te ha dado tranquilidad, porque has visto que es relativamente común, no es grave ni síntoma de nada grave... hasta que te vuelve a pasar. Y sigues sin querer ir al médico, así que vuelves al buscador y encuentras «remedios naturales para el Síndrome de Piernas Inquietas» y entonces ya te quieres cortar las piernas o las venas, porque la retahíla de cosas que tienes que hacer (probar, para ser más exactos, porque no se tiene ni idea de si funciona o no, ni qué sí ni qué no) es abrumadora. Por ejemplo:

Si las piernas inquietas no te dejan dormir tranquilamente puedes hacer lo siguiente:

  • Intenta no hacer más esfuerzos físicos ni mentales de los necesarios por la tarde y a primeras horas de la noche, porque el estrés favorece la aparición de los síntomas.
  • Mantén horarios regulares tanto para irte a dormir como para despertarte. Es muy útil establecer un ritual que te ayude a conciliar el sueño.
  • Evita el alcohol, la cafeína y la nicotina unas horas antes de irte a dormir.
  • Realiza el suficiente ejercicio durante el día y por la noche elimina tensión de las piernas con estiramientos o ejercicios de yoga. Practica también alguna técnica de relajación, como la relajación progresiva, el entrenamiento autógeno, la visualización guiada o el mindfulness.
  • Mejora la circulación sanguínea gracias a duchas alternas de agua fría y caliente, baños, masajes y envolturas calientes o frías.
  • Asegúrate de que la dieta te está proporcionando la suficiente cantidad de hierro. La dificiencia de este mineral explica en torno al 30% de los casos. Recuerda que son alimentos ricos en hierro las legumbres, las semillas de sésamo, los frutos secos y las verduras, especialmente las coles. Acompáñalos con fruta rica en vitamina C para mejorar su absorción.

¿Abrumados? No me extraña, yo ni he sido capaz de leerlo completo, no quiero ni imaginarme lo que supone seguir todas las recomendaciones, y todo para no darte la seguridad de que se te quite.


Y ahora mis experimentos

En primer lugar, para evitar líos legales, tengo que decirte: consulta a tu médico. Si te da la gana o lo consideras necesario, claro, que ya eres mayor. Pero yo ya te lo he dicho.



Experimento 1

Ya hace tiempo que probé a levantarme de la cama y ponerme a hacer sentadillas. Funciona bastante bien porque la sucesión de contracción-relajación lava la sangre y las substancias que pudieran estar ocasionando las sacudidas, y aporta sangre nueva con quizá más oxígeno o algún mineral (¿potasio?) o vaya usted a saber.

Teóricamente es una solución lógica, es la misma que se usa si tienes una contractura en un músculo:  hacer varias series largas de ejercicios para el mismo músculo sin apenas carga, muchas repeticiones. Cuando lo hace, la sucesión de contracción-relajación termina por borrar la contractura de alarma (ante una potencial lesión) y desaparece (aunque quedará sensible seguramente, muy susceptible de una nueva)

Dos o tres series de 10 a 20 repeticiones es suficiente según mi experiencia.

Sin embargo, levantarte de la cama a las dos de la madrugada en una noche fría no es lo más agradable, y si duermes acompañado lo mismo despiertas a tu contraparte.



Experimento 2

Coherente con alguna de las recomendaciones, intentar relajar el pie, la pierna y el muslo, con un método mente —> cuerpo, es decir, dar instrucciones de soltura, relajación, peso, flotación, o la sensación que más te agrade, a esa parte del cuerpo.

Es complicado conseguirlo, porque la tendencia a la sacudida es muy fuerte, y retenerla a base de relajar la pierna es un poco exasperante, porque proporciona una especie de picor muy desagradable mientras se acerca el punto en el que se desencadena, y aunque a veces se consigue, no ocurre siempre, por lo que el nerviosismo de la incertidumbre dificulta la relajación, creándose un círculo vicioso.

Me ha funcionado el par de veces que lo he hecho, pero es tan desagradable que me decidí a probar otras cosas.



Experimento 3 (mano de santo)

¿Qué es lo que queremos cuando nos dan las dichosas sacudidas?

  1. Que no vuelvan
  2. No desvelarnos
Pues he encontrado la fórmula perfecta:

Se trata de, estando tumbados boca arriba (decúbito supino) con los brazos en cruz (más o menos, según sea de grande tu cama), llevar una rodilla o ambas hacia el lado contrario, rotando el tronco, más o menos al lado de la mano contraria, mientras te relajas un rato, unos cinco minutos que puedes aprovechar para hacer ejercicios de respiración con apnea que te vendrán muy bien para la salud (otro día hablaremos de ello), y luego cambiar de lado.


imagen tomada de aquí


De esta forma ni tienes que hacer el ritual interminable, ni tienes que esforzarte en relajar la pierna contra su tendencia a contraerse y con el miedo a que lo haga, ni tienes que levantarte de la cama, ergo no te desvelas.

Cuando hayas terminado sólo tienes que dejar que la espalda se despegue del colchón y a dormir como un bebé.

Yo soy bastante flexible, por lo que puedo hacerlo sin problema y estar relajado disfrutando del estiramiento de la columna vertebral mientras lo hago, pero si tú no lo eres tanto puedes ponerte, hasta que lo seas, un almohadón o similar para que la rodilla no tenga que llegar hasta apoyarse en la cama.

La explicación que me ha sugerido el que esta técnica funcione es que al rotar las vértebras éstas se separan, liberando las raíces nerviosas que pudieran estar algo comprimidas a causa de tener que soportar el peso del cuerpo durante todo el día y por tanto estar enviando impulsos de contracción anormalmente.

Pruébalo, y si te ha funcionado, cuéntanoslo. También puedes compartir esta entrada con tus conocidos o familiares que tengan el mismo problema y quieran superarlo.




Imagen de robertofoto en Pixabay 




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