Primera Regla: El Refuerzo Positivo 1 (Escuela de Padres)



Antiguamente se decía que para moverse por el mundo bastaba con conocer Las Cuatro Reglas: suma, resta, multiplicación y división. En aquellos tiempos una persona podía desenvolverse con ellas en su entorno personal y profesional casi sin límites. 


Ha llovido mucho desde entonces, hemos tenido que aprender complejas habilidades como programar un vídeo y manejar el teléfono móvil y el ordenador. Sin embargo, a poco que pensemos honestamente hay algún área en la que los seres humanos en general no podemos afirmar que hemos avanzado sino todo lo contrario. No hay más que ver cómo una panda de subhumanos han engañado a millones de españoles −se supone que miembros del club de los países desarrollados− con cuatro sonrisas y cuatro mentiras: no con la postverdad, sino con la postmentira. Ya advertía de los riesgos de la diabólica Hinteligencia Hemocional la premio Nobel Rita Levi-Montalcini cuando afirmaba: “Vivimos dominados por las emociones, impulsos de bajo nivel, como hace 50.000 años”.



“La tecnología está empezando a superar a la humanidad” parece que decía el también nobelizado Albert Einstein, pero no porque ésta destruya nuestro intelecto, sino porque seguimos siendo como crías de chimpancé a las que se camela con una golosina, embaucados por ideologías diabólicas que se suponía superadas por la evolución, vestidas con sonrisas de cordero. Es lamentable, sí, porque si podemos enviar naves a Marte, personas a la Luna ¿cómo es posible que la gran mayoría de la sociedad no caiga en la cuenta de que usa a los demás como objetos para su satisfacción, y lo que es peor, que confunda esa conducta con el sacrosanto verbo amar? ¿Por qué tantos problemas con la educación de los hijos? ¿Por qué tanto fracaso escolar? ¿por qué los socialistas, musulmanes, budistas, etc. no se caen del guindo de una vez? ¿No habrá por ahí otras cuatro reglas para no vivir permanentemente frustrados sino satisfechos con nuestra vida?


¿Cómo vamos a ser buenos padres así? Si no sabemos más que trabajar lo que hemos entrenado y poco más −porque a construir un matrimonio y una familia no se nos ha entrenado, ergo lo hacemos fatal− meras baterías para el sistema, perfectamente prescindibles, simples peones. ¿Cómo no vamos a entrenar a nuestros hijos para ser iguales que nosotros o peores aún aunque creamos −esclavos del momento presente, ciegos al futuro− que lo estamos haciendo bien porque les decimos a todas horas lo maravillosos que son y lo mucho que les queremos?


Si no quieres que tus hijos desperdicien sus vidas como has sacrificado la mayor parte de la tuya como nos ha pasado a la mayoría hasta que caímos en la cuenta de que estábamos entrampados empieza a ser consciente de cómo funcionamos las personas y el mundo por extensión, empezando por las Reglas Básicas.





Primera Regla: El Refuerzo Positivo



No tiene ningún misterio, es tan simple que nos confunde demasiadas veces, de forma que lo desvirtuamos incluso hasta darle la vuelta y convertirlo en su opuesto. El Refuerzo Positivo es premiar (a alguien por) la conducta que se desea que se repita, tan simple como esto.

Ahora vienen los detalles clave a tener en cuenta al aplicar un Refuerzo Positivo:


¿Debemos dar un Refuerzo Positivo a la conducta deseada o a los hijos que la efectúan? 


Debemos dar el Refuerzo Positivo a los hijos por su conducta, señalándola, no a los hijos por ser autores de la conducta, por ejemplo, lo adecuado es un ¡Buen trabajo! o un ¡Lo has hecho muy bien!, en lugar de ¡Eres el mejor!¡Qué lista eres

¿Por qué conviene hacerlo así? Por dos razones importantísimas:

  1. Porque normalmente exageramos, y exagerar es mentir. Crear falsas expectativas en un hijo es cruel, es condenarle a sufrir innecesariamente. Y lo peor es que lo hacemos por nosotros, por vanagloriarnos (gloria vana, vacía) nosotros, no por ellos. 
  2. Porque seguramente no será tan lista en todos los ámbitos, y si en alguno falla, dudará de sus padres por mentir, y de sí misma en general, con lo que le condenamos a la inseguridad.


Por consiguiente usar el verbo ser para reforzar conductas no es muy recomendable, porque como es obvio se premia al hijo (ser) y no a su conducta (hacer). Tampoco pasa nada porque se nos escape alguna vez, o lo hagamos bien conscientes de que lo queremos hacer, pero no es recomendable repetirlo constantemente. Está bastante claro, ¿verdad?


Pues para verlo aún más claro vamos a sacarlo del ámbito humano: Cuando se da al perro una galleta o cualquier otro premio por encontrar droga, una trufa, una persona sepultada bajo escombros o nieve, etc., estamos vinculando el placer del perro con su éxito, por lo que tenderá lógicamente a repetir la conducta en el futuro y hacerse diestro en la habilidad, porque así se asegurará el placer. 


Sin embargo, si le damos el premio en cualquier momento ¿qué conducta va a tender a repetir? Cualquiera o ninguna. Estaremos vinculando al perro con el bienestar que se experimenta cuando se consigue un éxito, aunque no haya logrado ninguno. Así convertiremos al perro en diestro... pero en ser caprichoso, tonto, sin nada que le motive, sin objetivos, perezoso, torpe, triste porque no vive en ese estado de bienestar permanente en el que le gustaría vivir ni sabe cómo conseguirlo. Hará cualquier cosa imprevisible, incluso soltarte una dentellada si está de mal humor.


Ya, ya sé que te suena a muchas personas víctimas de ideologías siniestras. Pues si quieres hacer de tus hijos unos desdichados y unas rémoras para los demás, ya sabes lo que hacer: prémiales por existir, que seguro que son Niños Índigo 😂😂


Dar el Refuerzo Positivo a la conducta deseada hace a los hijos independientes de sus errores, es decir, que su valoración y aprecio por parte de los padres no depende de sus aciertos y errores, sino que se les valora por ser quienes son. Pero al experimentar también el placer de recibir recompensas por sus éxitos, incluso el premio de consolación por su trabajo tenaz si no se traduce en éxito (normalmente asociado al desplacer), también se siente bien en su ser, obviamente, ya que es su ser el que ejecuta la conducta. 


¿Y si no hacemos nada?


En el caso de que no premiemos las conductas adecuadas de los hijos conseguiremos que la vida sea una pesada carga para ellos, no querrán esforzarse en nada porque ¿para qué se van a esforzar si conseguir éxitos proporciona el mismo placer que cosechar fracasos o no hacer nada, sufrirán cada vez que tengan que hacerlo, y se hipersensibilizarán al sufrimiento de tanto padecerlo hasta que se les embote la sensibilidad y se conviertan en unos indolentes, en unos amargados.





Por favor, si estás en desacuerdo en algo, escribe un comentario, el tema es lo suficientemente serio como para considerar todas las objeciones.






















No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opina o haz tu consulta: