¿Sorprendidos? Seguro que sí. Más de dos estarán pensando en leer el artículo con la segura y tranquila satisfacción de encontrar en él un motivo para sentirse inteligentes (sentirse no es ser) tras constatar la cantidad de tonterías que se va a encontrar, y así irse hoy a dormir con el ego masajeadito y lustroso para compensar tanta frustración diaria. ¿Tú también lo crees? Pues deja un momento de pensar en lo que estás pensando (—¡Sabré yo si soy ateo!, jajaja. —¿Verdad?), y lee, lee.
Para empezar a sorprenderte, te voy a hacer el favor de hacerte saber que no sabes qué es creer, y esa es una de las causas por las que te crees no creyente. Creer es, literalmente, tener una corazonada o tener un pálpito. Compuesta por el indoeuropeo *Kerd- igual que cardio, significa poner el corazón (no la cabeza) en algo. Eso es lo que significa creer, no un tipo de saber, sino algo más somero (sumario), superficial e impreciso como un conocer o un percibir.
A diferencia de las realidades constatadas mediante la observación o de los muy falibles instrumentos de la lógica científica (por ejemplo, la fuerza de la gravedad es una Ley, pero la relatividad es una Teoría y la Holográfica una Hipótesis, algo que se cree porque existen indicios que apuntan a que es cierto), creer se utiliza sobre lo (aún o pa siempre) indemostrable o mejor, lo verdadera o aparentemente irreproducible. Por ejemplo, aunque alguien crea en haber presenciado un milagro, es difícil que si le pedimos una prueba de ello pueda hacer que el milagro se reproduzca de nuevo.
También suele utilizarse en el contexto de sucesos aún no ocurridos, cuando decimos —Creo que la mejor opción es... porque hemos ponderado las suficientes opciones como para poder esbozar sin excesivo riesgo de error (aunque siempre presente) una certeza de que es la mejor.
En el caso de los creyentes de a pie, también creemos por la ponderación de elementos, por la suma de factores, no por observación directa de Dios, obviamente, porque Dios tiene la costumbre de no manifestarse claramente salvo raras excepciones y muy discretamente, incluso de forma que quepa lugar a dudas. No tendría mérito que se nos manifestase, porque entonces, en lugar de creer, sabríamos, y entonces no seríamos libres. Aquí hay que currárselo, hay que arriesgar a ganar o a perder, y sin la suficiente información más o menos tienes el 50% de probabilidad de estar equivocado, te la juegas a cara o cruz.
En el caso de los que van de no creyentes, como no tienen constancia directa de Dios, ni tampoco consideran que sus manifestaciones sean más que casualidades fruto de la naturaleza o del azar (no se preocupan de encontrar regularidades), no pueden tener ninguna certeza, ni pueden constatar de forma alguna la irrealidad de Dios, ni por supuesto tampoco pueden demostrar que Dios no sea (que no exista, dicho coloquialmente).
Salvo contadas excepciones los ateos en realidad son gente vaga, cigarra en lugar de hormiga, que prefiere vivir despreocupadamente, no currarse la creencia en Dios, arriesgando en cierta medida (a algunos les da igual hasta que deja de darles igual, que en los aviones cayendo en picado no suele haber ateos, igual que cuando se acerca la de la guadaña) las posibles consecuencias de su no creencia.
Pero si hay una diferencia innegable entre el creyente y el que se dice ateo es clara, fíjate: ante la incertidumbre de todo ser humano en estas cuestiones, el creyente cree que SÍ hay Dios, y el ateo que NO hay Dios. Sí, esos pobres ignorantes son... ignorantes primero de sí mismos. Porque ambas opciones son pálpitos, corazonadas... creencias.
La diferencia práctica entre unos y otros es que los creyentes tendemos a respetar la Ley de Dios, y los ateos la de cada uno en particular o la que le gusta aunque no sea suya, normalmente diametralmente opuesta a la Ley Divina. Si ésta es la que nos asemeja a Dios, dado que hijos suyos somos y quien a sus pares parece honra merece, y la ley de los ateos es la que nos asemeja a los animales, al puro hedonismo, esto es así porque me gusta a mí que sea así, y todos a respetar mi ley.
Imagen de portada de MichaelGaida en Pixabay
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