Mostrando entradas con la etiqueta sexo anal. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta sexo anal. Mostrar todas las entradas

El ejercicio del gato: los dos niveles del placer en el sexo anal

el gato 1 - Cienorgasmología




Inesperadamente he descubierto dos niveles de placer en las relaciones sexuales por la puerta de atrás, algo que puede ser de utilidad si la mujer es poco expresiva naturalmente o tiene miedo a que sus gemidos o gritos sean oídos por los vecinos o los niños. Os cuento de qué va.

En los primeros tiempos de la práctica del sexo anal, Berta solía colocarse a cuatro patas como en la foto de la gata o descansaba su pecho sobre el colchón, dejándose hacer, facilitándome la tarea con esa actitud receptiva y pasiva. La compatibilidad de nuestras medidas para practicar sexo estando los dos en pie no lo es, sin embargo, estando ella de rodillas, por lo que suele acercar los glúteos a los talones para facilitarme el trabajo, en lugar de separar las rodillas y colocarme yo entre ellas.

Y claro, esta posición cansa más que la de la foto, porque obliga a mantenerse a costa de tensión muscular. Hace ya unos meses observé que cambiaba su posición durante sus largos orgasmos repetidos, y teniendo en cuenta esa fatiga a la que aludía, imaginé que ese cambio obedecía simplemente a la búsqueda de una mayor comodidad, una menor fatiga. Sin embargo, no es una postura tan excitante para el varón, pues la retroversión de la pelvis nos priva del espectáculo de ver en todo su esplendor su agujerito lleno de nuestra cola. Reconozco que en algún momento me frustró el asunto, hasta que me di cuenta de lo que realmente estaba ocurriendo.

Orgasmos de todos los gustos y colores. Sesión de muestra de lo que puedes conseguir con la Cienorgasmología

Después de menos de un año de entrenamiento, mi partner favorita, Berta, y yo mismo, hemos logrado alcanzar aproximadamente un 85% del nivel máximo que alcancé hace unos años. Me ha costado, pero como os conté en una entrada anterior, mi particular descenso a los infiernos no ya de la mediocridad, sino de la insuficiencia, de la nulidad, me ha obligado a entrenarme muy duro, porque no ha sido partir de cero, sino de menos 50%. Aunque los más viejos asiduos del blog no lo creáis, es rigurosamente cierto. La misma mujer a la que conseguí llevar a la cima de la excelencia sexual en un par de meses me llevó a mí al fondo del abismo en un par de años.
Pero esta particular ciencia de la sexualidad de élite ha vuelto a demostrar su rotunda eficiencia, permitiéndome recuperarme en un tiempo razonable. Ahora empieza lo bueno, y para muestra un botón, el resumen de la última Cienorgasmology Session. Como diría Jacinto Benavente:

Comienza tu obra; comenzar es haber hecho la mitad.
Comienza de nuevo, y la obra quedará terminada.

Cuélate por la puerta de atrás. Introducción al sexo anal (y 2)

FASE III

Ya estamos en el punto en que dejamos el capítulo anterior. ¿Listos? Pues vamos allá:

· En la cama, después de unos cuantos orgasmos −pero no suficientes para que esté satisfecha− pide a tu churri que se tumbe en la cama de costado, y tú túmbate detrás de forma que tu mano dominante quede libre (si eres diestro os acostáis sobre el lado izquierdo); es la postura idónea porque ella está totalmente relajada. Aplícate aceite de almendras de Mercadona (mira el análisis de los lubricantes sexuales aquí) por todo el invento y ponle a ella un poquito.

· Hazle unas cosquillitas con el dedo e introdúcelo con cuidado, haciendo pequeños círculos con el fin de relajárselo un poco. (Este paso puede omitirse y pasar al siguiente directamente)

· Cógete el aparato con una mano, coloca la punta −la punta es la punta, ansioso, un centímetro máximo− en el agujerito y hazle caricias suaves; como el glande es blandito, esto no le puede doler. Haz como que entras pero sin entrar, sólo asoma la puntita de la puntita. ¿No le molesta? Seguro que no. Refuerza con algún toque verbal como: “bien”, “mmm”, o cualquier otro toque para atrapar su mente. Aquí mentirle un poco suele funcionar, así que puedes susurrarle “te quiero”, jejeje; si lo haces de forma que sienta tu aliento en su nuca o su espalda, mejor. Puedes soltar alguna vez la mano y tocarle el clítoris o el chirri entero para mantener en lo posible algo de excitación.

· Si no le molesta y a ti no se te ha puesto floja como una lechuga pasada, aprovecha para seguir avanzando antes de que se te escape su mente. Mete despacito el glande −¡sólo he dicho el glande!− mientras con la mano (o los dedos si no eres un XL o XXL) sigues haciendo pequeños círculos con el glande que vayan relajando y estirando suavemente los músculos de sus esfínteres anales. Pon, como siempre, intención. ¿Bien? Siguiente paso.



· Sácala del todo, dedícate unos minutos (entre 2 y 5 normalmente) a comprobar que todo va bien, anímala y refuerza positivamente su actitud y paciencia con alguna que otra caricia y abrazo. Durante este periodo se relajará, se olvidará de cualquier molestia, pero sus esfínteres se habrán quedado más relajados que al principio.

· Cuando sientas −o si se lo preguntas te lo confirma− que ya está relajada, toca el segundo tramo. Si tus dimensiones son medias altas (16-17 cm) introduce gradual y lentamente el segundo cuarto de la cola (16/4 = 4cm.) Es una zona más dura, por lo que tendrás que tener mucho cuidado y continuar haciendo círculos con la mano a medida que vas penetrando.



· Ahora probablemente le duela, así que sal y vuelve a dejar unos minutos que se relaje mientras le haces carantoñas. Si no le duele, te recomiendo también que salgas, es mejor pecar por exceso de cuidado. Si notas que la lubricación flojea, aplica más aceite.

· Vuelve a entrar lentamente hasta el tercer tercio; ahora seguramente necesitarás poner la mano aproximadamente como se hace para señalar un Ok en buceo, para poder hacer los círculos relajantes con el cachirulo.

· Vuelve a salir. En la mayor parte de las ocasiones ya no es necesario salir, porque ya le apetece sentir su culete lleno de ti, pero si notas que necesita un descanso, salte otra vez despacito.

· Bueno, el resto ya lo sabes, podrás meterla hasta la empuñadura si lo has hecho bien... pero no te entusiasmes, lo más probable es que aún esté algo dolorida, así que olvídate de darle al asunto. Aprovecha que estás muy pegado a ella para abrazarla, charlar un poco, moverte muyyyy suavecito un centímetro arriba y abajo. ¡Y nada más por hoy! Mañana todo irá un poco mejor y pasado mucho mejor, así que tómatelo con calma, que el asunto lo merece. Imagina que es un entrenamiento de flexibilidad de su culo, de modo que sólo cuando esté preparado podrás usarlo para disfrutar y hacerla disfrutar.


Pues ya está. Si tienes suerte y lo haces suficientemente bien puedes acortar significativamente el proceso, incluso hacerle unos orgasmos anales el primer día; si no, tranquilo, que hay más días que longanizas.


Advertencia: Si le haces daño, en cualquier punto del proceso puedes aplicarle un masaje enérgico con la palma de la mano en el área perianal. Enérgico pero no rápido (estimulante), sino amplio, profundo y lento (relajante), porque se trata de relajar cualquier espasmo de alarma que se haya producido como reacción a la penetración.

Otra advertencia: No dejéis de leer este capítulo introductorio antes de meteros en puertas extrañas.



Cuélate por la "puerta de atrás" Introducción al sexo anal (1)

Si alguien pretende correr una maratón sin haberse preparado, podemos pensar sin riesgo de equivocarnos que es un inconsciente, y que desconoce el principio de incremento progresivo de la carga que dicen inventó el buen Milón de Crotona 500 años antes de Cristo; también pensaremos que no va a terminar la carrera, y que se va a lesionar hasta el punto de no poder volver a correr en una buena temporada... si es que le quedan ganas de volver.

Del mismo modo, franquear la puerta de atrás por las bravas puede impedir terminar la carrera, lesionar a nuestra partenaire y dejarnos sin poder volver a intentarlo durante un tiempo exasperantemente largo. A más de uno le habrá pasado ¿verdad?

Hay que tener en cuenta que algunas mujeres tienen una puerta trasera muy fácilmente franqueable, de modo que uno puede colarse hasta el salón sin ningún tipo de preparación. Pero esta variabilidad personal da lugar a confusiones, porque podemos llegar a creer que si una nos permite el paso con facilidad, las demás deberían hacer lo mismo. Y no, claro.

Sólo hay que pensar en uno mismo para percatarse del asunto, y no me refiero sólo a los normosexuales, porque conozco a algún anormosexual cincuentón que en su vida ha permitido que le borrasen el zero debido a las desagradables sensaciones que experimentaba cuando lo intentaban. En mi caso particular, sólo con recordar un supositorio, ya se me revuelven las tripas. Y no niego que la predisposición influya en el gusto como ocurre con la comida, pero tampoco tengo ningún interés en comer gusanos y huevos podridos como hacen por allende nuestras fronteras por mucho que me juren que están deliciosos. No es una cuestión de prejuicios sino de principios, sencillamente no me da la gana, soy un tío-tío y a mucha honra. Prefiero la tortilla española con cebolla (si queréis probar una magnífica, os recomiendo el bocadillo del Juantxo, en la Parte Vieja de San Sebastián. Por cierto, mejor que lo pidáis de “tortilla de patatas”, porque a los provincianos de por allí la palabra España les produce urticaria, salvo si se trata de poner el cazo, claro.)

¿Cuál es entonces el método ideal para franquear la puerta de atrás con éxito? Hechas ya las pertinentes advertencias, podemos pasar a describirlo.


FASE I

  • En primer lugar debemos suscitar una predisposición adecuada con tiempo; quiero decir días, semanas o meses, según vayas viendo progresos. Piensa que si la ciscas por culpa de las prisas generarás una predisposición negativa que te lo pondrá mucho más difícil, así que ten paciencia... quizá incluso llegue ella a pedírtelo antes de que llegues al final del método.
  • Empieza por probar a hacerle caricias por la zona perianal. No te empeñes mucho, sólo para comprobar que le da gustito. Si ves que sí, guárdate el descubrimiento como un secreto para más adelante.
  • Prueba otro día a hacerle cosquillas con la lengua, aprovecha que le haces un concierto oral cienorgasmológico para, dándole la vuelta, pasarle la lengua por la fragante trufita. Y si notas que le gusta, métele la lengua poco a poco. ¿Le gusta? Si ya es cienorgásmica, podrás hacerle un orgasmo en un momento, si no, confórmate con saber que le gusta.
  • Si ya has comprobado que le da gustito que le toques el ojete, aprovecha algún día para tocárselo mientras le haces un orgasmo, enreda con un dedo, pero controla, con suavidad, no vaya a ser que te ciegues y le metas tres dedos, le hagas daño y la jorobes también. Poco a poco.

Cuando ya hayas comprobado que no le molesta, podemos pasar a la siguiente fase.


FASE II

Ahora toca poner a funcionar la diplomacia, llegar a un acuerdo mediante el cual si te comprometes formalmente a no hacerle daño, ella permite que lo intentes. Como seas tan zarpas como “Desatinos” o su amiguete el gorila rojo no te auguro mucho éxito; lo mismo tu mujer te espeta el célebre “¿Por qué no te callas?” en versión sexual: “¿Por que no enculas a tu madre?”


Así que hazlo bien, prométele que te saldrás de su culete si te lo pide, pero consigue a cambio una buena dosis de predisposición positiva y una pequeña dosis de aguante. En el próximo post, el capítulo final.



Cuestiones morales relativas al sexo anal

Contrariamente a lo que algunos creen, La Iglesia Católica −incluso como algunas baterías del sistema dicen despectivamente: "la jerarquía eclesiástica"... como si alguna organización humana o no humana existiese sin estructura jerárquica, desde los elementos subatómicos, pasando por los sindicatos anarquistas y comunistas, Al Qaeda, y llegando incluso la de la fe que ellos profesan− no prohíbe ni considera pecaminosa la sexualidad conyugal en términos globales. Por razones obvias que aún siéndolo es necesario citar por si acaso: adicción al sexo, promiscuidad, infidelidad, perversión, etc., La Iglesia considera la contención, es decir, la castidad, como un elemento claramente diferenciador con respecto a los animales y por tanto caracterizador del ser humano como semejante a Dios, no al dios mono con quien parece identificarse un nutrido grupo ideológico −o eso, o lo hacen por animalizar más aún al pueblo para mejor manipularlo, como en Matrix− que aunque en claras vías de extinción, da la lata todo lo que puede para subvertir la Ley Natural que nos ha traído hasta aquí, por un extraño orden que, si fuese el adecuado, la naturaleza se hubiese encargado de hacer prevalecer.


Esta actitud abierta de La Iglesia −salvo excepciones puntuales que no son las que estás pensando, amigo lector, como más adelante verás− se manifiesta claramente, para el que tenga ojos para ver y neuronas para entender, en estos párrafos del catecismo cristiano:


2361 ‘La sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan el uno al otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte’ (FC 11).

2362 ‘Los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, realizados de modo verdaderamente humano, significan y fomentan la recíproca donación, con la que se enriquecen mutuamente con alegría y gratitud’ (GS 49, 2). La sexualidad es fuente de alegría y de agrado:

El Creador... estableció que en esta función (de generación) los esposos experimentasen un placer y una satisfacción del cuerpo y del espíritu. Por tanto, los esposos no hacen nada malo procurando este placer y gozando de él. Aceptan lo que el Creador les ha destinado. Sin embargo, los esposos deben saber mantenerse en los límites de una justa moderación (Pío XII, discruso 29 octubre 1951).


Y también se manifiesta en la práctica: en la sexualidad entre esposos no está prohibido el sexo anal ni entre los estrictos miembros del Opus Dei ni entre los Neocatecumenales (Kikos), que yo sepa y cito fuentes fiables− y mucho menos lo censuran los a veces excesivamente permisivos jesuítas. Una prohibición semejante sería tan absurda como prohibir disfrutar con un pezón, un culo o un cunnilingus, o las mujeres con una mamadita, porque no están destinados estrictamente a la procreación. Habría que regresar a los camisones con agujero del medioevo para poder encajar impecablemente en una sexualidad con la reproducción como único fin. Y más aún, en sentido estricto sólo sería correcto practicar sexo cuando la mujer estuviera en periodo fértil y en ausencia de pulsiones animales.


Dicho esto, creo que queda claro que no voy a incluir el sexo anal en la sección “Aberración progre de la semana”, sin que ello signifique asumir responsabilidades que no me corresponden ni enmendar la plana a nadie, porque hablo únicamente en nombre propio. Todo lo contrario, voy a exponer en el próximo post mi infalible y placentero método para franquear la puerta de atrás.


De todos modos, si alguien tiene una opinión discrepante, espero que la manifieste y propicie un buen debate.




Introducción al sexo anal. Para no ir de culo


Esto de utilizar el cucú para buscar y proporcionar placer es tan viejo como el mundo, aunque sigue siendo un evidente tabú, algo de lo que se habla muy poco y casi siempre mediante eufemismos dulcificadores, evidenciando precisamente que a una sociedad sana no le gusta hablar de ciertos temas fuera de los ambientes más íntimos, no vaya a ser que de tan normal acaben por oírlo hasta los niños, como ocurre ahora con la anormosexualidad.

Los necios −para variar− acusarán de hipocresía a los que practican el sexo anal pero no sólo no lo divulgan sino todo lo contrario −sobre todo si son americanos o de derechas− como si el hecho de que alguna actividad absolutamente normal como limpiarse el ojete después de jiñar fuera razón suficiente para introducirlo en las conversaciones cotidianas. Como si fuese normal introducir en una charla o una entrevista televisada el relato del último moco kilométrico que nos sacamos, o cómo miramos si el papel higiénico sale limpio después del tercer o cuarto frotamiento antes de pasarnos el moderno papel húmedo. Seguramente muchos de ellos serán de los que a chingar le llaman hacer el amor como si les diese vergüenza reconocer que la parienta se abre de patas chirri al aire y ellos culean como animales hasta que se alivian mientras ella grita como una posesa.

Así que como nosotros pasamos olímpicamente de alinearnos con los necios, hablaremos de lo normal con la madurez que se le supone a la gente madura, sin hipocresía, pero con la discreción y el tacto que una actividad de adultos no apta para menores merece. Y para empezar esta introducción al sexo anal qué mejor que advertir de los riesgos ciertos o potenciales, por ejemplo: ¿tendrá alguna relación el sexo anal con la meteórica divulgación de los diferentes tipos del terrible Virus del Papiloma Humano (VPH)? Si hay por ahí algún ginecólogo que hable ahora y nos lo aclare o que calle para siempre.


Parece evidente que el culo, que pertenece al aparato excretor, no ha sido diseñado por la naturaleza para la reproducción, por lo que las bacterias que viven en el recto no tienen por qué ser las más aecuadas para vivir en el aparato genital o en la boca; de modo que una higiene no escrupulosa quizá pueda regalarnos la agradable sorpresa de vivir toda la vida contagiando a los demás y probablemente morir, o matar a decenas de personas, sobre todo en el mundo menos civilizado: el más influido por el devastador socialismo como es lamentablemente el caso de la cheguevariana hispanoamérica ahora en riesgo de islamización o los países en los que las religiones recesivas son mayoritarias. Porque el VPH no se detecta con las rutinarias citologías y colposcopias de la habitual visita al ginecólogo −eso si existe ese hábito−, el VPH sólo se detecta si se realiza una biopsia del útero cuando el médico detecta o sospecha algo anormal. De modo que podemos, sin saberlo, contagiarlo a decenas o cientos de personas a lo largo de muchos años.

Los que hacen el amor pueden morir tranquilos porque al fin y al cabo habrán muerto por amor, pero para los que tenemos el cerebro en el sitio adecuado y en condiciones al menos un punto más que aceptables para vivir en sociedad, la cosa no puede tener otro significado que morir de vicio o de falta de higiene, o de ambos. En todo caso de irresponsabilidad: la incapacidad de dar respuesta a nuestras obligaciones. Y hablando de obligaciones, la mía es obviamente advertir de los peligro que el sexo anal genera antes de ponernos a hablar de practicarlo.

Y si el VPH ya es peligroso cuando se instala en el aparato genital que es periódicamente revisado en el caso de las mujeres ¿qué no será en el aparato excretor que no es revisado por un médico nunca o casi nunca? El VPH puede infectar el recto y desencadenar un cáncer de cólon sin que haya la más mínima posibilidad de detectarlo lo suficientemente a tiempo −ya se puede ver a simple vista− para ponerle remedio −si es que lo tiene− antes de que nos lleve al cementerio.

Lesión anal por VPH


Ah, para terminar de joder con esta introducción, hay que advertir que el preservativo no protege absolutamente el contagio del VPH, así que como en el caso del SIDA −como repite hasta la saciedad la incomprendida iglesia− un poquito de contención y fidelidad, que no somos meros animales y nuestros actos pueden tener consecuencias desastrosas para nosotros y los demás.