Crónica del día del ¿orgullo? gay (exaltación de la anormosexualidad)

No, queridos lectores, ni he bebido ni me he fumado nada que no vendan en el estanco de la esquina. Casualidades de la vida me llevaron el pasado sábado a toparme con la Gran Vía madrileña durante tres largas horas, ruidoso escenario de ese zoo ambulante de algunas de las más raras especies que, bordeando el límite de lo humano, muestran sus culos con orgullo gorilesco incitando a la gran masa de gente medio-normal a compartir su vaciado de principios, que diría Jesús Lillo, para llenarse de estímulos químicos y musicales. Aunque el lunes tengan que guardar sus estrafalarios abalorios para el año que viene y enfundarse en un vestuario asquerosamente convencional, desayunar a toda prisa y meterse en el hediondo metro o el atasco para llegar al curro a las 08:30, que les quiten lo bailao.

Durante el tiempo que fui testigo del circo itinerante, cómodamente sentado en la terraza de una cafetería de moda, disfrutando de un gran café espresso bien azucarado y un aromático robusto Davidoff con mi impecable camisa de rayas azules −por supuesto sin bolsillo ni botones en el cuello como mandan los cánones de la moda del Barrio de Salamanca−, exclusivo pantalón rojo marbellí de la británica Barbour, y náuticos azules destruyepiés de la nada elitista Tex de Carrefour −quién me mandaría a mí− pasé por varios estados de ánimo, desde la preparación para la lucha de defensa de un posible linchamiento a causa de mi facha de pijo de derechas infiltrado en semejante ambiente, pasando por el puro asco ante la imagen de dos tíos besándose, hasta la más franca simpatía con todo un arcoiris de sentimientos intermedios.

Destacaré que me resultaron muy simpáticos los cubanos, los más encantadores sin duda −dos o tres grupos de divertidos habaneros me tiraron graciosamente los tejos mientras me reprochaban fumarme un puro dominicano− disfrutando de la sensación de libertad fuera del yugo del Monstruo de Birán, “El Tipo”, que dirían ellos. Admirables sin rodeos los cuerpos perfectos de algunos culturistas, fundamentalmente extranjeros; dignos de compasión los viejos decrépitos y los pobres solitarios mendicantes de una brizna de la soñada orgía de amor libre; y de desprecio las nekanes-bolleras que apartaban descaradamente a sus víctimas cuasiadolescentes por miedo a que se despertase en ellas una atracción sexual natural hacia el enemigo dominador, cuando pasaban junto a mi mesa, que les aguase la fiesta.



Si entre los especimenes con tienen pito y cataplines se observaba una distribución muy heterogénea de todas las tendencias y morfotipos, entre las machorras la polarización hacia el lado de las feas feísimas horripilantes, mal pero que muy mal hechas, gordas halitósicas con pelos como escarpias, y orgullosas arrabaleras, era realmente abrumadora. Creo que sólo vi dos docenas de seres humanos con chirri y tetas de verdad a las que atreverme a introducir en la Cienorgasmología. Pero como suele decirse que de todo hay en la Viña del Señor, no puedo negarles mi consideración, que bastante tienen con ser tan difíciles de mirar como son. Ninguna desde luego a su promoción de la anormosexualidad entre las débiles de mente.

Más chirriaron mis principios cuando vi niños entre los festejantes; en ese momento me acordé del padre denunciado por llevar a su hijo a correr delante de los mansos cabestros en los sanfermines del año pasado y pensé ¿nadie va a denunciar a esos padres por llevar a sus hijos a correr entre estos locos peligrosos? ¿No debería ser una fiesta exclusiva para mayores de edad? ¿Por qué no se programa a las dos de la mañana cuando el público infantil no corre peligro de ser escandalizado y pervertido?

Muriendo ya la fiesta, me vinieron a la memoria las subvenciones de Gallardón a este tipo de actos culturales con el sibilino propósito de limpiar de putas, chulos y camellos los alrededores de la célebre calle Ballesta, como ya hicieron estos simpáticos progres tontos útiles con el otrora sucio y abandonado barrio de Chueca, convertido hoy en refugio y símbolo de movimiento ideológico Gay, pero también del buen gusto estético y culinario, con el objetivo de adecentar el centro de Madrid hasta dejarlo impecable de cara a su candidatura olímpica.


Al final, otro espectáculo no menos deslumbrante, para mí incluso fascinante: un ejército de barredoras del Servicio de Limpieza 

Urgente con sus centelleantes luces naranjas comenzaron otra frenética danza, girando alocadamente entre las aceras, aparentemente sin orden como hormigas comunicándose el hallazgo de comida que otro batallón de sopladoras andantes les iba acumulando en la calle, enormes camiones-reina que engullían las toneladas de desperdicios que regurgitaban de sus amarillos estómagos las obreras, todos supervisados por una élite de impresionantes todoterrenos de alta gama con sus warning y sirenas activados.

Sólo un par de hermosas chicas, quizá lesbianas, se atrevieron a desafiar como el valeroso manifestante antisocialista de Tiananmen, a esta armada invencible cuando, casi impoluta la calle, aparecieron cuatro camiones imponentes cisterna en formación paralela ocupando todo el asfalto con sus chorros robotizados de agua reciclada, dándose entre bailes y risas el penúltimo baño antes de sumergirse en los cuartos oscuros de algún local de Chueca.

En treinta minutos no quedó rastro de la rebelión arcoiris ni de sus inmundicias. Todo volvió a la normalidad de la vida cotidiana. Esperemos que, como decía el papa Juan Pablo II, el torpe mal termine produciendo el bien y consigamos gracias al influjo de esta pobre gente ser la sede de las olimpiadas de 2016.




2 comentarios:

  1. siento volver después de un tiempo ocupada y encontrarme con esto...

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  2. ¿No te ha gustado? Vaya, últimamente no acierto ni una contigo, hija. Ya me dirás qué quieres que cuente del zoo ambulante ése. Si le ves algo positivo, aparte de la limpieza del centro de Madrid, cuéntanoslo y lo comentamos.

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