Mostrando entradas con la etiqueta amar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta amar. Mostrar todas las entradas

¿Están locas las mujeres? El pequeño cerebro femenino.


Si lugar a dudas, la crítica o insulto más frecuente del varón hacia la mujer, y proferido normalmente a voz en grito es: «¡Estás loca!».

Y que sea la más habitual significa que existen problemas típicos de comunicación en el noviazgo y el matrimonio, y que no somos capaces de resolverlos actualmente ni se pudo desde tiempo inmemorial, seguramente porque más que un diagnóstico se profiere e interpreta  como un insulto (ofensivo o defensivo), por lo que parece obvio que necesitamos saber qué queremos decir los varones cuando le decimos a nuestra mujer que está loca, porque el problema real, lo que nos enerva, lo que nos desespera, lo que nos hace perder el control, es que no lo sabemos; no sabemos qué está ocurriendo, no sabemos qué queremos decir, sólo sabemos que estamos desesperados y disparamos a bocajarro el improperio a ver si hay suerte y paramos la andanada de proyectiles verbales y no verbales. Pero no suele haber suerte.

Sí que intuimos que en el funcionamiento del cerebro femenino se está produciendo una distorsión típicamente femenina (y de varones anormosexuales), una especie de brote de esquizofrenia, durante el cual la persona pierde el contacto con la realidad, repentinamente su —en teoría— amado se convierte en su peor enemigo, un demonio, y como eso llega a creerse cualquier producto de su fantasía: cree que lo que piensa es real. 

Pero no podemos conocer las causas y características comunes o particulares del brote, lo que significa que no podemos ayudarlas a aclarar y organizar mejor su pensamiento y sus afectos coherentes para beneficio de ellas, de la relación, y de las hijas que —si no son advertidas y entrenadas adecuadamente— pueden heredar la negativa tendencia.

Primera Regla: El Refuerzo Positivo 2.0 - Aplicación práctica


Escuela de Padres. Primera Regla: El Refuerzo Positivo 2.0 (Aplicación práctica)


Salvo circunstancias como la incomodidad, molestias y dolores, hambre, sueño, soledad o miedo a algo real o a alguna pesadilla, los niños no lloran. ¿Por que iban a llorar sin un motivo para hacerlo? Mientras comen no lloran, mientras ríen tampoco. ¿Tú te quejas cuando lo estás pasando bien? Pues eso. Empecemos sintonizando el cerebro con la lógica simple.

Primera Regla: El Refuerzo Positivo 1 (Escuela de Padres)



Antiguamente se decía que para moverse por el mundo bastaba con conocer Las Cuatro Reglas: suma, resta, multiplicación y división. En aquellos tiempos una persona podía desenvolverse con ellas en su entorno personal y profesional casi sin límites. 


Ha llovido mucho desde entonces, hemos tenido que aprender complejas habilidades como programar un vídeo y manejar el teléfono móvil y el ordenador. Sin embargo, a poco que pensemos honestamente hay algún área en la que los seres humanos en general no podemos afirmar que hemos avanzado sino todo lo contrario. No hay más que ver cómo una panda de subhumanos han engañado a millones de españoles −se supone que miembros del club de los países desarrollados− con cuatro sonrisas y cuatro mentiras: no con la postverdad, sino con la postmentira. Ya advertía de los riesgos de la diabólica Hinteligencia Hemocional la premio Nobel Rita Levi-Montalcini cuando afirmaba: “Vivimos dominados por las emociones, impulsos de bajo nivel, como hace 50.000 años”.


Historia de San Valentín, el día de los enamorados.

Se acerca el día de San Valentín, el día de los enamorados, del amor, de la amistad, según sea el país del que se trate. Aunque imagino que supondréis, si conocéis cómo se llama en China a ese día: Qi Qiao Jie y más importante aún, lo que significa: el día para mostrar las habilidades, que actualmente me inclino más por esa celebración que por la nuestra, tan trivializada. Al fin y al cabo, además de una cena romántica, es una buena ocasión para celebrar la unión disfrutando de una sesión de habilidades cienorgasmológicas. O para regalar(se) el Manual Práctico de la Cienorgasmología, el regalo más inteligente para esta celebración.

Pero hay más razones para preferir la versión china. Por una parte, la repugnante perversión del concepto amar, que no sólo se ha convertido en sexo, sino en sexo vicioso, desvirtúa completamente la efeméride. Y no es que yo tenga nada en contra del sexo vicioso, porque yo lo soy bastante, pero sí en contra que se ensucie el verbo amar, de que cualquier inmoral salga en televisión hablando de sus intimidades, pero eso sí, dulcificando su impacto en los espectadores mediante el repugnante eufemismo hacer el amor, que convierte la actividad más elevada que el ser humano pueda producir, en pasión, placer, o vicio. A ver, señores, si realmente no tienen ustedes remilgos para hablar de sus intimidades en público, háganlo a cara descubierta de verdad, no lo disimulen bajo el disfraz de nobles conductas. Y si no tienen narices, cállense o hablen de otra cosa.

Pero hoy no quiero repartir estopa entre esa inmensa mayoría de lelos que superpuebla el planeta, sino traer aquí la historia de San Valentín, porque seguro que la mayoría ni la conocéis. Yo no la conocía hasta hoy.

Chingas menos que un casao, pero estás más sano.

Creo que casi nadie duda de que el estado ideal para el hombre es el matrimonio. Digo matrimonio, porque eso de la pareja es cosa de los animales, aunque ahora esté de moda usar ese término para parecer más progre (idiota perdido), igual que referirse a la persona con la que se sale o se cohabita como mi chico o mi chica

Lástima de mundo, debe ser que ahora las palabras novio/novia son de carcas y fachas.

Lo que parece evidente hablando de esto del matrimonio es que la sabiduría popular no se equivoca cuando dice aquello de "Chingas menos que un casao". Parece increíble pero es cierto, se chinga menos casado que cuando no se tiene compromiso (¿Compromiso? ¿Quién coño sabe hoy en día lo que es el compromiso?) o está casado. 

Esto es lo que parece desprenderse de una investigación recientemente publicada en la que se observa que los casados y ennoviados están más sanos que los que picotean por ahí lo que pueden. Fuman menos, beben menos, se drogan menos (supongo que también se la cascarán menos y dejarán menores beneficios en las fábricas de consoladores), hasta el punto de que el aumento de consumo de estas substancias puede considerarse un síntoma que evidencia el fracaso conyugal. 

Ya sabes, si notas que tu pareja fuma mucho últimamente no le eches la culpa a la crisis, más bien prepárate para lo peor. Pero si esto no te sorprende demasiado, te pasmará saber que, lo que verdaderamente aporta bienestar mental al casado es... ¡¡la voluntad de sacrificio!! 

Por fin una investigación científica se acerca a la definición de amor vinculándola estrechamente con la entrega al otro, lejos de pajas mentales memocionales

Sí, dar la vida por los demás es la máxima expresión de amor, y los cristianos tenemos un modelo perfecto, Jesús, totalmente opuesto al de los musulmanes con los que compartimos un mismo Dios, pero no su modelo, que en lugar de dar la vida por los demás, la quita. 

No será porque no os lo había advertido ¿verdad? Pues hala, a repasar la sección de El Arte de Amar, no vaya a ser que os dé por el Marlboro, malandrines. 

Post relacionados: - Chingas menos que un casao

La ciencia confirma lo obvio: chingando conoces gente

A veces los descubrimientos de la ciencia parecen tonterías. Los científicos se preocupan de cosas que la mayoría damos por hecho hasta el punto de no dedicar un segundo de nuestro tiempo a pensar según qué cosas. 

Por ejemplo, normalmente a la gente no se le ocurre pensar por qué el hielo flota y qué pasaría si no lo hiciera, o por qué ciertos tipos de música nos animan mientras que otros nos entristecen; es así, lo ha sido siempre, y punto. 

A veces apetece preguntar a estos científicos si no tienen mejores asuntos en los que ocuparse, ¿verdad? Sin embargo, en ocasiones, los descubrimientos científicos más absurdos aparentemente no lo son tanto en una sociedad fuertemente ideologizada, a la que ilustres idiotas como Marx, Freud & Cia. con sus respectivas cohortes de admiradores, tratan de imponer a la sociedad paranoias que no sólo no tienen sustento en cualquiera que haya dedicado algo más de dos tardes a pensar en las cosas importantes, sino que son absolutamente falsas desde una perspectiva científica. 

Vivimos en una sociedad cuya moral -el conocimiento del bien y el mal- está manipulada por unos cuantos desarrapados mentales (véase también Bibiana Aído o Pedro Zerolo) que juzgan bueno aquello que coincide con sus intereses más bajos, con sus necesidades, con sus excentricidades, aunque poco a poco -demasiado poco a poco para mi gusto- igual que la ciencia derribó las barreras de un cristianismo preocupado por contener el irracional y violento islam, las religiones primitivas, paganas, bárbaras y brujeriles, hasta convertirlo en su principal defensor, baluarte e impulsor a través de las primeras universidades: la primera del mundo en Constantinopla en los S III y IV dC. y las primeras europeas en Bolonia, Palencia y Salamanca siglos después, fruto de un germen moral: la búsqueda de la verdad científica opuesta a la falsedad. 


Vayamos al grano 

 ¿A quién se le ha ocurrido alguna vez pensar en que para que nazca un nuevo ser humano es necesario el concurso de varón y mujer? Es una obviedad para cualquier crío, hasta para los malinformados niños de los 60, que creíamos en la cigüeña que venía de París. 

Ahora bien, nuestra candidez no nos impedía darnos cuenta de que sólo venía si había un papá y una mamá normales

Hoy en día que uno de los dos papás sea estéril no es un problema sin solución, hay bancos de semen, de óvulos y todo eso, que también son aprovechados por alguna descerebrada que otra que, ante la incapacidad de amar y por tanto de establecer un matrimonio consistente a causa de su desorientación, recurre al método expeditivo de traer al mundo a un hijo sin padre. Vamos, una de esas que presumirá de instinto maternal y querer lo mejor para su hijo. 

Y, sin embargo, hasta una cosa tan obvia como la necesidad de un papá que ponga la semillita en la barriguita de la mamá -además de ser lo correcto desde un punto de vista estrictamente moral- tiene ahora una explicación científica, aunque no la requiriese en absoluto quien tuviera dos dedos de frente. 

Porque según se desprende de la investigación realizada en la Universidad de Oregón, y citada aquí, las plantas y animales que también pueden autofecundarse tienen unos descendientes más fuertes y sanos cuando dejan de mirarse el ombligo, se fijan en sus congéneres y optan por una pareja sexual. 

La nueva generación fruto de esta unión tiene más probabilidades de disfrutar de una vida más larga que los hijos de «familias uniparentales» y sufren menos mutaciones genéticas. Obviamente los bancos de semen son alimentados por "papás", evitándose así mutaciones genéticas indeseadas. 

Además no hay aún mujeres que se autorreproduzcan -iría en contra de la moral, pero también de la ciencia, aunque visto lo visto uno puede esperarse cualquier aberración- para evitar "mancharse" con un macho enemigo, supongo que en el caso de alguna feminista anormosexual. Pero no hay que esperar tampoco a que la ciencia confirme que es amoral y negativo tener hijos sin padre o con familias anormosexuales. La naturaleza sabe lo que hace y por eso fija sus leyes. 

Curiosamente, la Ley de Dios y las leyes naturales descubiertas por la ciencia coinciden.







Hacer el amor o (ser) el tonto

Forrest Gump "haciendo el correr"
Hace unos días recordaba aquello de los verbos transitivos -los que implican movimiento- mientras conversaba con una gente de esa que hace ascos al término "follar" porque la palabra le suena mal. 

Yo argumentaba que "chorizo" suena peor, y no digamos ya "cerdo", y a poca gente sana mentalmente le causan repelús unos buenos ibéricos. Si tenemos en cuenta que estas palabras se utilizan como insulto, debían provocar más rechazo que aquella otra ¿no? 

Bueno, también hay que reconocer que follar también se utiliza como sinónimo de joder, fastidiar, apalear, etc., pero incluso así, uno se esperaría un desagrado al menos similar, ¿no? Pues no. 

Así que sigo inclinándome a pensar que esas personas que se encaman con el primero que pasa pero abominan del palabrito mientras enarbolan eso de "hacer el amor" en cuanto tienen la oportunidad son unas hipócritas totales que pretenden adornar una conducta reprobable para que su conciencia no les torture.


 
Os decía eso de los verbos transitivos porque durante el transcurso de esa conversación descubrí una forma de explicar la farsa lingüística que quizá os ayude a entenderlo mejor que en estos los intentos de la sección El Arte de Amar  (en la columna de la derecha) y particularmente éste

Veamos, si se usa un verbo transitivo precedido del infinitivo del verbo hacer, sale un churro que no veas. Pongamos por ejemplo estos verbos transitivos: andar y cocinar. ¿Diríamos "Voy a hacer el andar"? o ¿Voy a "hacer el cocinar"? 

Pues no, el verbo hacer lo usamos con sustantivos como en "Voy a hacer una maratón", "Voy a hacer un bacalao al pil-pil" o "Voy a hacer el tonto", pero no con un verbo transitivo. 

Simplemente porque es redundante, así que basta con anunciar "Voy a correr" o "Voy a cocinar". ¿Verdad? 

Si tiramos de gerundios, la cosa no pinta mejor: Estoy cocinando/Estoy haciendo el cocinar; Estoy andando/Estoy haciendo el andar. Absurdo ¿verdad?. 

Entonces ¿diríamos "Estoy amando" o "Estoy haciendo el amor" cuando estamos chingando? Porque como decía la mamá de Forrest, "Tonto es el que dice tonterías"


Otra crisis: La crisis de los cuarenta.


Y
a sé que alguno va a pensar que estoy hablando de mí, pero os aseguro que no. Afortunadamente esa atormentada época ya pasó para mí, y aunque no me gusta escupir para arriba, creo que ya estoy en otro nivel o ciclo de vida; para bien o para mal mis maslowianas necesidades insatisfechas de orden superior son ya otras, aunque cualquier día de estos volveré a necesitar bajar al segundo escalón como cuatro millones de españoles.


Aviso de que la pirámide de necesidades de Maslow tiene un error en el último escalón

Los que me conocen bien ya saben que suelo utilizar la metáfora de la montaña para describir el transcurso de la vida. Según mi teoría, la primera parte de la vida es una ascensión hacia lo que es hoy por hoy la mitad del periplo individual por la existencia mundana, los cuarenta años. 


Durante esa subida, y salvo excepciones, uno no se entera de qué va la vaina esta de la vida, porque es imposible ver el otro lado. Sólo ve el objetivo, la subida, el paisaje, las estimulantes experiencias, la fuerza y determinación de la ilusionada juventud... todo lo que se divisa es maravilloso. Para que os hagáis una idea aún más fácil, es como los fines de semana o las vacaciones, que disfrutamos al máximo hasta que llegan a su ecuador, momento en el que la añoranza, la tristeza ante la inevitabilidad de la vuelta a la rutinaria cotidianeidad, a los madrugones, el trabajo, el cansancio... nos amargan los últimos días o el odiado domingo.



¿Y qué narices ocurre al llegar arriba para que nos volvamos majaretas? Que en ese momento y no antes empezamos a atisbar el final del viaje. Quien haya hecho sus pinitos montañeros me comprenderá perfectamente, los sentimientos que se experimentan en la bajada no son tan agradables como los de la subida, por mucho que el esfuerzo de ascender sea mayor.


Y en este punto se encuentran muchas personas, separadas o divorciadas que buscan experimentar los intensos fulgores de la juventud como si se resistiesen a la inevitable bajada hacia el fin, la muerte, esa espesa niebla que debajo de nosotros nos impide ver con claridad qué habrá después. 

Llegadas a ese punto o traspasado, algunas féminas añorantes del camino que no se puede volver a recorrer -antes respetables madres de familia- se dedican a asediar a los jóvenes veinteañeros con un descaro chocante, pues tradicionalmente han sido los varones los
perseguidores de jovencitas en los más o menos descaradamente lupanares. 

Otros, directamente, a dinamitar su matrimonio. 

Y este es el caso del que quería hablaros hoy. 

La crisis de los cuarenta acostumbra a suponer una rebeldía de la persona adulta ante las leyes naturales del envejecimiento, un momento en el que uno se niega a conformarse con la bajada hacia la decrepitud, a someterse a la inercia de la vida, al “hasta que la muerte nos separe”; para lo que busca nuevos alientos vitales, nuevos estímulos, nuevas pieles, tersuras, olores... pero sobre todo un nuevo Everest que acometer y que conquistar, una nueva vida, una nueva familia, quizá nuevos hijos... 

Se trata así de olvidar lo inevitable empezando de nuevo, acercándose a personas más jóvenes como vampiros ávidos de lozanía previo paso por la entrepierna de los compromisos previos adquiridos. Una forma como otra cualquiera de evidenciar así su absoluta ignorancia sobre lo que significa e implica el amor.

Articulos relacionados:


La Cuarta Regla, el castigo, el amor y el sexo

Con la Cuarta Regla o Castigo Negativo concluye esta serie de (Primera, Segunda y Tercera −partes y −) estrategias y tácticas para mejorar nuestras relaciones conyugales y sexuales

Ya hemos hablado de que el frío del invierno en el hemisferio norte nos congela la libido y la crisis contribuye a deprimirla, provocando en las más sensibles mujeres, sentimientos erróneos como el no sentirse deseada, querida, etc., etc. Ello a pesar de que las conductas masculinas −también afectados por el invierno− evidencien la intención, atención y dedicación hacia ellas. 

Se supone que todo el mundo sabe que obras son amores, pero no hay manera de razonar con una mujer que se empeña en creerse sus propias pajas mentales, sus interpretaciones de la realidad y sus sentimientos. Por favor, empollaos la sección “El arte de amar” de este Blog y dejaos de zancadillear vuestros matrimonios. 



TE QUITO LO QUE QUIERES

El Castigo Negativo es, para entendernos, como el inefable Pere Navarro, a la sazón esbirro de este desgobierno, sección Tráfico, gusta de aplicar a los demás, que no a sí mismo: TE QUITO LO QUE QUIERES. Puntos del carné de conducir y dinero de la cuenta, que a ver si así llenamos las arcas del estado sin que los incautos noten que les estamos sangrando. 

Y de paso nos someten a todos a un miedo permanente a ser cazados in flagranti delicto con limitaciones que van en contra de toda lógica revestidas de preocupación por nuestra seguridad. Igual que el Navarro este, el Castigo Negativo es la táctica preferida por demasiadas mujeres para conseguir lo que quieren: te quitan el sexo y listo. 

No digo que cuando nos enfadamos los varones no cortemos el grifo del sexo, pero esto es una consecuencia del malestar, no una táctica aplicada ex profeso. 

Se trata de un vulgar chantaje, algo penado por la ley, pero como vivimos en un estado de derecho en el que la igualdad brilla por su ausencia, nos jodemos; no por las condenas, sino por el diferente trato mediático recibido: ¿alguien ha oído hablar de la “violencia feminista?. 

Porque de la “machista” seguro que sí, y las cuchilladas son cuchilladas las propine quien las propine. Es lo que tiene vivir en una sociedad enferma. 



SÉ INTELIGENTE, SO ANIMAL 

Conozco a una mujer que suele contar una anécdota impresionante. Resulta que eso del sexo le interesaba en proporción inversa al dolor que experimentaba cuando su marido le arrimaba la tranca, razón por la cual su matrimonio estaba a punto de naufragar. 

Un día cualquiera le confesó a su suegra su inapetencia y dificultades; la señora −una dignísima señora de las de toda la vida y de la very high class española además− le mostró, ante su estupefacción, unos cuantos conjuntos de picardías celosamente guardados como preludio de una confidencial lección magistral. 

La señora sabía que su marido era un golfo, y que forrado como estaba, se permitía todos los caprichos que le apetecían, pero en lugar de chantajearle dejándole sin sexo, le recibía a la hora de la madrugada que llegase como una auténtica profesional. 

Mi amiga, que ni salía de su asombro, ni se enteró de qué iba realmente el asunto, le espetó: “A mí no me han educado para ser puta”, a lo que la todavía suegra le contestó: “Sí, pero yo he salvado mi matrimonio”. 

La continuación de la historia podéis imaginarla: mi amiga fue sustituida por una mujer de esas que pueden calificarse de viciosillas, mientras su ya ex suegra siguió viviendo feliz con su marido, aplicando el Refuerzo Positivo en lugar del Castigo Negativo hasta que la de la guadaña les separó. 




LAS ESTRATEGIAS MASCULINAS 

Los trucos preferidos por los varones suelen ser hurtarse a sus esposas: llegar tarde de trabajar por no verla, ponerse a ver deporte por la tele y a la vez escuchar la retransmisión por la radio con auriculares (verídico, mi ex cuñado lo hace), irse al bar con los amigos, al fútbol... o simplemente unir ambos pabellones auditivos con un tubo hueco intracraneal. 

Aunque a veces todo ese arsenal no basta; no hay escapatoria posible porque el lenguaje no verbal se percibe aunque estés viendo la tele y acabas entrando al trapo, y por esta razón es muy manido el recurso a refugiarse horas y hora en la cueva: la planta 42 (en gabacho) o el turismo por los USA. 

¿Que qué? Es un chiste, la planta 42 en francés es la “cagán dé”, y la visita a yankeeland curiosamente siempre suele ser al estado de Illinois, concretamente a Chicago. 

Ya habréis imaginado por lo currado de los chistes que es mi recurso favorito cuando mi cerebro dice: “¡basta!”, ante la inacabable y archirrepetida cháchara de la contraria. 


POSIBLES SOLUCIONES ALTERNATIVAS Por principio debe usarse el Refuerzo Positivo y Negativo frente cualquier otra opción, es una clara demostración de amor verdadero. Después que cada cual sea consciente de lo que no hace bien y lo cambie: la mujer debería abstenerse de hacer interpretaciones emocionales de la realidad y de hablar sin parar −para eso están las amigas−, mientras que el varón evitará escabullirse por la sola presencia de su esposa y las tareas domésticas. Pero este tema da para mucho, como mucho es el conocimiento que cada uno debería tener de su sexo y del contrario para evitar disputas tontas, por lo que desisto de intentarlo y os recomiendo para estas navidades estos instructivos a la par que útiles libros.


"sexo", "adolescentes", "niños", "niñas", 


Contra el romanticismo


Acabo de leer este interesante post sobre el romanticismo, así que hago un paréntesis a la cienorgasmología.


Dice Carlos: 

El filósofo Ferran Sáez, en su último e interesante libro Els bons salvatges, define el romanticismo como "una de las peores enfermedades que ha padecido nunca la cultura occidental". Más adelante también califica al romanticismo como "catástrofe cultural".

La verdad es que no puedo estar más de acuerdo con esta opinión. En sentido coloquial, se entiende por romanticismo dar más importancia a los sentimientos que a la razón, a la subjetividad que a las normas, mientras que en una acepción culta, generalmente se piensa en Brahms o en Mahler. Ambas acepciones son muy insuficientes. 

En primer lugar, Hume ya expuso la falacia que se encierra en la contraposición entre sentimientos y racionalidad. Lo que se suele dar en realidad es un conflicto entre sentimientos distintos. Por otra parte, el uso culto del término no puede hacernos perder de vista que el romanticismo impregna toda la cultura popular actual. Jim Morrison o los Guns N'Roses son también claros ejemplos de artistas románticos, tanto desde el punto de vista biográfico como estrictamente musical.

Continúa, así que sigue leyéndolo en el blog Archipiélago Duda Y luego lo comentamos por aquí si os parece.


¿Te lo mides o te lo pesas? (El amor, claro, malpensados)






Contra lo que muchos vanidosos suelen pensar, con las opiniones ocurre como con las relaciones personales: no se cuentan, se valoran

Si lees esto apresuradamente o sin bajarte de tus prejuicios en lugar de detenerte a pensarlo quizá no te enteres de algo esencial, algo que marca la frontera entre la verdad y la mentira, la realidad y la ilusión, entre el ser humano y el animal, entre el que da y el que utiliza, entre el amor y las emociones. 

De modo que ya que el asunto del amor es esencial en la vida de las personas, te recomiendo que reflexiones sobre ello a lo largo del día. Quizá entonces tus opiniones acerca del amor lleguen a ser mejores, lo que sin duda mejorará también tus relaciones. 



Dicen el ESD que “a Madonna y Guy Ritchie se les acabó el amor”. Es lógico pensar y consecuentemente escribir de este modo si uno cree que se puede amar mucho o poco, que uno puede amar intensamente, considerar que el otro es “el amor de su vida” −aunque sea la quincuagésima vez que se afirma lo mismo a sendas personas− o que uno sabe más de las relaciones personales porque ha tenido más experiencias. Recuerdo al respecto una observación curiosa que hace referencia a esta confusión entre calidad y cantidad: leí en algún sitio que hay quien cree que es mejor padre por tener más hijos o tenerlos más mayores. Obviamente se equivoca. Mejor padre es quien educa mejor a sus hijos, quien mejor los prepara para desenvolverse mejor en todos los ámbitos de su futura vida adulta. 

La Cienorgasmología no se ha convertido en el patrón más perfecto de sexualidad humana −siendo realistas, infinitamente mejor que cualquier otra aproximación− por conseguir más orgasmos en una mujer, sino porque consigue mejorar las relaciones conyugales gracias a una mejor calidad del desempeño sexual. 

Así visto, posibilitar la cienorgasmia femenina no es el objetivo de la Cienorgasmología, sino el desarrollo de la capacidad de amar aplicada al ámbito de la sexualidad, algo esencial a lo largo de la vida de pareja. 

Ya vimos que no se asciende al olimpo de los cienorgasmólogos por tenerla más grande, sino por ser mejor actor sexual, tampoco por tener más experiencias, lo que inclina aún más la balanza del lado de la calidad en detrimento de la cantidad. Como dice Fernando Alonso: no es lo que tengo, es lo que soy. Mejor o peor

Madonna y Ritchie se divorcian no porque se les haya agotado el amor -porque el amar es inagotable, es una fuente eterna- sino porque ambos, o al menos uno de ellos, nunca ha amado al otro, y por su trayectoria vital, me inclino a pensar en ella como culpable. 

La despendolada Madonna eligió a Ritchie simplemente por su atractivo físico y su cara de niño que no ha roto un plato en su vida, algo que encaja perfectamente con su perfil personal de dominatriz, de caprichosa diva, y hasta en su perfil zodiacal, una dominante leo anteriormente dominadora del trastornado petimetre Sean Penn −Dios los cría...− que llegó a comprar literalmente a su mazas (más) entrenador personal Carlos León para que le fabricase una hija antes de lanzarse a devorar al ordenado y tímido virgo Guy con similares intenciones. 

Pero no quiero que me acuséis de hacer de este post una repugnante crónica rosa, así que volveremos a lo esencial. 

Un inmaduro creerá que es más macho por haberse hecho (como dicen hoy los veinteañeros) a más chicas, aunque la mayoría de ellas no tengan precisamente un buen recuerdo de él; mientras que una persona realmente madura comprende que las relaciones deben calificarse, debe ponderarse su impacto positivo, negativo o neutro en la vida de los otros, el bien que se le ha hecho −no el placer, insisto− y lo que se le ha ayudado a cumplir sus propósitos vitales. 

El amor, pues, no puede medirse respecto a las categorías cuantitativas más/menos, sino a las cualitativas mejor/peor

Si el amor puede acabarse como se acaba la pasión, la atracción sexual, la admiración... ¿cuánto vale un compromiso? ¿qué valor posee el amor distinto del que tiene que a uno le ponga burro el otro?



Quien puede decir cuánto ama pobre amor profesa.

Petrarca



La prueba del nueve. (Del amor verdadero)

Nada es absoluto −salvo Dios−, y esto que viene a continuación tampoco lo es, pero esa no es razón para que no digamos con rotundidad que se aproxima mucho más a la verdad absoluta que el resto de lo que la corriente ideológica tristemente dominante y en la que todos, en mayor o menor medida, estamos sumidos a pesar de nuestro dominio del crawl −hoy crol− y la braza. Ni Michael Phelps podría escapar a la consistencia de la corriente; así que si te descubres habiendo comulgado con ruedas de molino, no creas que es porque eres un lerdo, sino porque eres uno más de los miles de millones de seres arrastrados por la implacable mainstream −yo incluido hasta que me caí del guindo−; que nadie nace sabiendo más que mamar. 


A vueltas con el desayuno 

Como señala nuestro superhéroe, “...el amor sí es un sentimiento, un sentimiento que engloba otros muchos, una suma que tiene como resultado inequívoco un todo.” y Perseidas coincide en que “...yo pienso que el amor no es un sentimiento, ¡¡son muchos!!”. Lo que es tanto como decir que el café con leche es una mezcla de agua, aminoácidos, carbohidratos, minerales, grasas, cafeína... con inequívoco sabor a café con leche, aunque sin haberlo probado nunca. Eso sí, el agua, la leche, las pastillas de calcio que mamá nos daba por si acaso nos quedábamos canijos, los terrones de azúcar, la mantequilla y la clara del huevo −una de las fuentes más puras de proteína−, sí que han pasado por nuestro paladar. ¿Pero tienen algo que ver esas experiencias con la de tomarse un café con leche? ¿Si las mezclamos nos sale un café au lait o un flan de moka? ¿Cómo podemos deducir, que conociendo el sabor de sus componentes, el resultado inequívoco de la suma de ellos para quien nunca se ha tomado un café con leche es el café con leche? Y más aún, ¿tiene algo que ver la experiencia de tomarse un café con leche con la de hacerlo, aunque a nosotros no nos guste, para que lo disfruten otros? Hemos aprendido desde pequeños lo que es necesitar porque por pura supervivencia nos era necesario comer; también lo que es desear cuando −sin necesitarlo lo convertimos en necesario, lo que lo torna capricho− deseábamos un juguete; a sentir afecto −sentir que nos afecta− la presencia de nuestros padres y sus diferentes estados de ánimo; y a sentir aprecio y estima por −poner precio = apreciar, y poner en valor = estimar− lo que nos dan, por lo que hacen por nosotros, por sus valores revelados en sus conductas. Pero pervertimos el lenguaje y sus conceptos asociados, pervirtiendo la realidad misma a la que se refieren, cuando hemos confundido el necesitar aliviarnos de un calentón propiciado por la cercanía de una persona sexualmente atractiva, con el deseo y aún con el amor. Es obvio que confundimos el deseo con la necesidad, el azúcar con la mantequilla, y así parece que por más que presumamos de conocerlo, no hemos probado el café con leche. Creemos que uno o varios de sus componentes son el café con leche simplemente porque nos gusta mucho tomarlos. 


La parte versus el todo 

Acostumbramos a hablar del amor como algo referido al objeto del amor, pero debiéramos separar ese componente de ese presunto amor para ver qué ocurre en su ausencia y así tenerlo más claro. ¿Y si no hay objeto amoroso? ¿Hay amor entonces? ¿Puede amarse en vacío? 

Los más románticos dirán sin duda que sí, que se puede amar sin ser correspondido, y ésa es justo su trampa, la que les impide la experiencia verdadera de amar, una experiencia que posee una premisa sine qua non: es activa, no pasiva. 

Con esta sencilla prueba del nueve uno puede comprobar si entiende el significado absoluto del concepto amor o lamentablemente y aunque le cueste reconocerlo aún no tiene ni repajolera idea. 

Porque el presunto amor sin objeto no es más que necesidad reproductiva, o de apoyo o cualquier otra engalanada con la bella y hueca palabra amor; deseo, pasión, necesidad, soledad y otras carencias propias que buscan compensarse, que ante la imposibilidad de lograr, se convierten en etérea vinculación sentimental con el otro. Pero nunca hay conducta, y si no hay conducta, nada hacemos por el otro. 

Y si uno dice amar sin hacer nada por el otro, podemos comprender que eso se parece bien poco al amor −activo− que nos dedicaban nuestros padres, verdadero origen de la adaptativa idea humana de amar. 

Si el presunto amor es ese platónico sentimiento hacia alguien a quien no se puede acceder, no existe conducta, no existe acción, ni hábito, proceso, ocupación, afán, trabajo, cuidado... pero sí sentimientos, afectos, incluso pasiones. Pero si entendemos el amor como “(Pre)Ocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos” −Fromm dixit− ¿Podemos amarlo? ¿Puede un ecologista no ocuparse de mantener la biodiversidad? ¿Un pintor des(pre)ocuparse de los lienzos y pinceles? ¿Una madre o un padre no alimentar y ayudar a hacerse más perfectos a sus hijos? Si lo hacen, no aman, sólo utilizan esos objetos para su satisfacción personal. 

No, sin objeto amoroso no puede amarse; uno puede estar enamorado (enajenado transitoriamente) de una prostituta, desearla, apreciar lo que nos ofrece, necesitarla para desahogarnos o para que escuche nuestras penas; puede afectarnos su presencia, su simpatía y cariño, puede llevarnos al más elevado de los clímax, aunque sea a cambio de dinero; pero si creemos que todo ello es una evidencia de que nos ama, es porque estamos confundidos. 

Igual ocurre con las múltiples experiencias esporádicas de enamoramiento que casi todos hemos vivido, creíamos que amábamos porque sentíamos algo muy fuerte, aunque luego todo fue frustración, desilusión. 

Igual que un pintor no ama la pintura si no la practica exhaustivamente, 
si no estudia, investiga, conoce, sino que es un oportunista, uno no puede amar si no es un experto en el Arte de Amar. A mayor maestría, más capacidad de amar, más se puede amar. El inexperto es impotente.






Quien no conoce nada, no ama nada. Quien no puede hacer nada, no comprende nada. Quien nada comprende, nada vale. Pero quien comprende también ama, observa, ve... Cuanto mayor es el conocimiento inherente a una cosa, más grande es el amor... Quien cree que todas las frutas maduran al mismo tiempo que las frutillas, nada sabe acerca de las uvas. 
Paracelso.