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Aprender a decir NO


Ayer me llamó por teléfono uno de mis grandes amigos. Hacía meses que no hablábamos. Y lo que imaginé que iba a ser una distendida conversación sobre la ya extinta pandemia y demás asuntos sobre los que tenemos que actualizarnos, resultó ser la crónica del drama que acababa de vivir con su hija.

No puedo dar demasiados detalles para evitar que en una de esas vueltas de la vida se descubra su identidad, pero puedo decir que básicamente su hija preadolescente ha sufrido un trastorno neurológico derivado —según los psiquiatras y psicólogos infantiles— de su incapacidad de decir no

El trastorno ha cursado con frecuentes desvanecimientos sin explicación neurobiológica, algún que otro episodio de vómito autoprovocado y autolesiones leves. Terrorífico para cualquier padre.

Tras darle unas cuantas vueltas, y por si a alguno de los lectores le ocurre algo parecido y necesita ayuda, aunque se puede aplicar a cualquier edad y persona, estas son mis reflexiones:

El matrimonio es absolutamente indisoluble (pero otras cosas no)



Seguro que a más de uno se le ha hinchado la vena al leer el título y no va a seguir leyendo. Lo lamento por ellos, porque la negativa a cuestionarse —Una vida sin examen no merece la pena ser vivida, dijo acertadamente a mi juicio Sócrates— significa que seguirán en la animalidad en cuestiones tan trascendentales como esta, con todos los inconvenientes propios y ajenos que de ello se deriva, especialmente para sus hijos. Son este tipo de gente contumaz, que se empeña en repetir el error porque es su verdad y tienes que respetarla (aquí va una ristra de jajas). 

Como el paisano que vivía en el pozo de estiércol, están tan acostumbrados que ya viven a gusto y no piden más, sólo quieren que les dejes en paz, que no les hagas olas con tus ideas no sea que peguen algún trago; tan acostumbrados que como advertía Morfeo a Neo en el entrenamiento simulado con la mujer de rojo, matarían por defender su mundo virtual.

Porque, les guste o no leerlo, lo cierto es que el matrimonio es indisoluble, y lo es no porque lo diga un obispo o el Vaticano o toda la cristiandad a coro, y mucho menos porque lo imponga una ley instituida por hombres. No, el matrimonio es indisoluble porque no se puede disolver de ninguna forma excepto mediante la disolución de la vida de uno de los esposos, y quizá ni eso aunque no vamos a meternos en esas profundidades trascendentales ahora. El matrimonio es indisoluble igual que la maternidad o paternidad son indisolubles. Pero veamos por qué razones concretas.

Cómo explicar las drogas a los hijos para mantenerles a salvo


Párate un momento y asúmelo si quieres proteger a tus hijos: no tienes ni la más remota idea de cómo explicarles, para que ellos mismos se mantengan a salvo cuando no están contigo, qué son las drogas, qué hacen, y por qué enganchan. Cuando surge el tema te limitas a advertir de lo malas que son y las posibles dramáticas consecuencias que pueden producir, que pueden arruinar la vida y terminar con ella y blablabla. Pero esa realidad dramática no es la que tus hijos ven; como te ocurrió a ti en tu niñez, ellos tienen otra noción del tiempo y la realidad, por lo que no les sirve de nada, es más, te ven como un rollo, un pasado de moda, un amargado, un aburrido, un palizas, un aguafiestas de otro siglo... y por lo tanto harán justo lo contrario de lo que tú dices, precisamente para no parecerse a ti. 

Y si eres o te crees un experto en esto de las drogas, aún más: todo lo importante que crees saber es falso, de hecho no sabes explicarlo de forma convincente y efectiva ninguno sabéis y por esa razón el porcentaje de personas, pequeños y mayores que sucumben no sólo no desciende, sino que aumenta, por más que vivís de vuestra presunta sapiencia que no es más que vanidad de pobres diablos buenos para casi nada importante, meras baterías del sistema.

Primera Regla: El Refuerzo Positivo 2.0 - Aplicación práctica


Escuela de Padres. Primera Regla: El Refuerzo Positivo 2.0 (Aplicación práctica)


Salvo circunstancias como la incomodidad, molestias y dolores, hambre, sueño, soledad o miedo a algo real o a alguna pesadilla, los niños no lloran. ¿Por que iban a llorar sin un motivo para hacerlo? Mientras comen no lloran, mientras ríen tampoco. ¿Tú te quejas cuando lo estás pasando bien? Pues eso. Empecemos sintonizando el cerebro con la lógica simple.

Primera Regla: El Refuerzo Positivo 1 (Escuela de Padres)



Antiguamente se decía que para moverse por el mundo bastaba con conocer Las Cuatro Reglas: suma, resta, multiplicación y división. En aquellos tiempos una persona podía desenvolverse con ellas en su entorno personal y profesional casi sin límites. 


Ha llovido mucho desde entonces, hemos tenido que aprender complejas habilidades como programar un vídeo y manejar el teléfono móvil y el ordenador. Sin embargo, a poco que pensemos honestamente hay algún área en la que los seres humanos en general no podemos afirmar que hemos avanzado sino todo lo contrario. No hay más que ver cómo una panda de subhumanos han engañado a millones de españoles −se supone que miembros del club de los países desarrollados− con cuatro sonrisas y cuatro mentiras: no con la postverdad, sino con la postmentira. Ya advertía de los riesgos de la diabólica Hinteligencia Hemocional la premio Nobel Rita Levi-Montalcini cuando afirmaba: “Vivimos dominados por las emociones, impulsos de bajo nivel, como hace 50.000 años”.


Hijos (e hijas) adolescentes maltratadores de sus padres



Con esta entrada voy a inaugurar una nueva sección llamada Escuela de Padres, en la que pretendo ayudar a los que lo necesiten en la medida de lo posible, basándome en la neurociencia, la ingeniería de procesos mentales y mi propia experiencia.

En los primeros seis meses del año 2020 he conocido a dos mujeres, una de cuarenta y tantos años y otra de pasados los cincuenta, madre la primera de una sola hija, y de dos varones y una chica la segunda, con unas historias vitales tan trágicas que casi parecen de película. Yo sólo había oído algo parecido en las noticias, como algo excepcional, también en el programa Hermano Mayor y otro similar del que ni recuerdo el nombre, pero nunca vi un capítulo, y encontrarme en tan poco tiempo con dos historias similares hizo que me dispusiera a analizar causas, procesos y consecuencias.

La ciencia confirma lo obvio: chingando conoces gente

A veces los descubrimientos de la ciencia parecen tonterías. Los científicos se preocupan de cosas que la mayoría damos por hecho hasta el punto de no dedicar un segundo de nuestro tiempo a pensar según qué cosas. 

Por ejemplo, normalmente a la gente no se le ocurre pensar por qué el hielo flota y qué pasaría si no lo hiciera, o por qué ciertos tipos de música nos animan mientras que otros nos entristecen; es así, lo ha sido siempre, y punto. 

A veces apetece preguntar a estos científicos si no tienen mejores asuntos en los que ocuparse, ¿verdad? Sin embargo, en ocasiones, los descubrimientos científicos más absurdos aparentemente no lo son tanto en una sociedad fuertemente ideologizada, a la que ilustres idiotas como Marx, Freud & Cia. con sus respectivas cohortes de admiradores, tratan de imponer a la sociedad paranoias que no sólo no tienen sustento en cualquiera que haya dedicado algo más de dos tardes a pensar en las cosas importantes, sino que son absolutamente falsas desde una perspectiva científica. 

Vivimos en una sociedad cuya moral -el conocimiento del bien y el mal- está manipulada por unos cuantos desarrapados mentales (véase también Bibiana Aído o Pedro Zerolo) que juzgan bueno aquello que coincide con sus intereses más bajos, con sus necesidades, con sus excentricidades, aunque poco a poco -demasiado poco a poco para mi gusto- igual que la ciencia derribó las barreras de un cristianismo preocupado por contener el irracional y violento islam, las religiones primitivas, paganas, bárbaras y brujeriles, hasta convertirlo en su principal defensor, baluarte e impulsor a través de las primeras universidades: la primera del mundo en Constantinopla en los S III y IV dC. y las primeras europeas en Bolonia, Palencia y Salamanca siglos después, fruto de un germen moral: la búsqueda de la verdad científica opuesta a la falsedad. 


Vayamos al grano 

 ¿A quién se le ha ocurrido alguna vez pensar en que para que nazca un nuevo ser humano es necesario el concurso de varón y mujer? Es una obviedad para cualquier crío, hasta para los malinformados niños de los 60, que creíamos en la cigüeña que venía de París. 

Ahora bien, nuestra candidez no nos impedía darnos cuenta de que sólo venía si había un papá y una mamá normales

Hoy en día que uno de los dos papás sea estéril no es un problema sin solución, hay bancos de semen, de óvulos y todo eso, que también son aprovechados por alguna descerebrada que otra que, ante la incapacidad de amar y por tanto de establecer un matrimonio consistente a causa de su desorientación, recurre al método expeditivo de traer al mundo a un hijo sin padre. Vamos, una de esas que presumirá de instinto maternal y querer lo mejor para su hijo. 

Y, sin embargo, hasta una cosa tan obvia como la necesidad de un papá que ponga la semillita en la barriguita de la mamá -además de ser lo correcto desde un punto de vista estrictamente moral- tiene ahora una explicación científica, aunque no la requiriese en absoluto quien tuviera dos dedos de frente. 

Porque según se desprende de la investigación realizada en la Universidad de Oregón, y citada aquí, las plantas y animales que también pueden autofecundarse tienen unos descendientes más fuertes y sanos cuando dejan de mirarse el ombligo, se fijan en sus congéneres y optan por una pareja sexual. 

La nueva generación fruto de esta unión tiene más probabilidades de disfrutar de una vida más larga que los hijos de «familias uniparentales» y sufren menos mutaciones genéticas. Obviamente los bancos de semen son alimentados por "papás", evitándose así mutaciones genéticas indeseadas. 

Además no hay aún mujeres que se autorreproduzcan -iría en contra de la moral, pero también de la ciencia, aunque visto lo visto uno puede esperarse cualquier aberración- para evitar "mancharse" con un macho enemigo, supongo que en el caso de alguna feminista anormosexual. Pero no hay que esperar tampoco a que la ciencia confirme que es amoral y negativo tener hijos sin padre o con familias anormosexuales. La naturaleza sabe lo que hace y por eso fija sus leyes. 

Curiosamente, la Ley de Dios y las leyes naturales descubiertas por la ciencia coinciden.